El nombre de Marcelo Hidalgo Zambrano es poco conocido en Ecuador; sin embargo, en el mundo de la industria pesquera, sobre todo de atún, y la acuicultura, es uno de los técnicos asesores de más alta reputación y trayectoria a escala global. Tiene 50 años de edad y ha pasado 25 fuera del Ecuador, proponiendo soluciones para impactar positivamente en la cadena de suministros de productos del mar. Ha recorrido más de 85 países realizando evaluaciones, y como asesor estratégico de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales e industrias. Se ha sentado en la misma mesa con los CEOs y directores de las multinacionales y de las cadenas de supermercados más grandes del mundo. Y no es para negociar los precios o el volumen de venta de un producto, sino para explicar lo que se hace en protocolos y estrategias de sostenibilidad a favor del medio ambiente y de los océanos. "Yo no vendo pescado, yo comunico de forma transparente", señala.
Su historia podría dar para una docuserie de Netflix. En 2011 su nombre saltó a la fama en el mundo atunero cuando creó el protocolo de la Cadena de Custodia a Bordo o Compartimentalización en Buques Atuneros, que sirvió para que miles de latas de atún certificado pudieran entrar a mercados sostenibles.
Actualmente es fundador y director de la consultora Seafood Matter, con sede en Países Bajos; y es director de Sostenibilidad de la Asociación de Armadores y Procesadores de Atún en Papúa Nueva Guinea, el mayor proveedor de atún certificado en el mundo.
Con todo el prestigio, habilidades y experiencia a cuestas, cuatro organizaciones no gubernamentales de sostenibilidad lo invitaron para integrar sus directorios o como consejero técnico: Global Seafood Sustainability Initiative (GSSI), Global Dialogue on Seafood Traceability (GDST), Fairness Integrity Safety and Health (FISH) y Marine Stewardship Council (MSC).
"Es una etapa profesional muy importante para mí, soy el único ecuatoriano, el único latinoamericano, y es un orgullo estar sentado con europeos o norteamericanos, en una mesa redonda pensando en estrategias para mejorar el impacto a nivel global de la pesca y la acuicultura. Pero en Ecuador no me conocen, no soy predicador en mi tierra". Eso dice este ingeniero acuícola, graduado de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL) y con un posgrado de la ESPAE.
Nació en Portoviejo, es el último de seis hermanos de una familia manabita. Está radicado desde hace 14 años en Utrecht, Países Bajos, pero siempre regresa a Ecuador para pasar las vacaciones en Manabí, visitar sus playas y bucear, que es una de sus aficiones. Ha corrido siete maratones en varios países, su mejor tiempo es 04:14, y sonríe cuando lo compara con el récord mundial de hombres de dos horas menos. Hace bicicleta de montaña y le gusta bucear en los países tropicales que visita. En los ratos libres cocina comida ecuatoriana. A inicios de enero de 2023 tuvimos la entrevista vía Zoom desde Manta; Roty luego pasó por Guayaquil para la sesión de fotos. Está casado con una holandesa, a quien conoció cuando ella vino a enseñar inglés al país, y tienen dos hijos.
¿Qué hace usted en Países Bajos?
Abrí mi consultoría en 2014 y desde ese año soy consultor y me dedico a ayudar y a aconsejar a gobiernos, ONGs, empresas privadas, como supermercados o asociaciones, y también a industrias de pesca y acuicultura mundialmente. Empecé en Ecuador, soy manabita, con mucho orgullo, y me gradué como acuicultor en 1997. Mi primer trabajo, como buen acuicultor, fue irme a manejar una camaronera, en el norte de Manabí. Me quedé un año, luego llegó la mancha blanca y perdimos los trabajos. Aunque mi experiencia era mucho en camarón, langosta y tilapia, que es lo que aprendimos en la universidad, tuve la oportunidad de venir a Manta y comenzar como supervisor de una procesadora de pesca fresca y congelada.
¿Era la época en que más se exportaba pesca congelada?
Exactamente, había mucha pesca fresca, el pescador artesanal hacía viajes de 10 a 15 días y llenaba los barcos con cherna, mero, dorado. Pero la empresa cerró porque la pesca fresca desapareció, y ahora más se exportan enlatados o precocidos. Y ahí me mudé al atún. Así como usted dice Mercedes Benz o Audi, para autos, en el mundo atunero tiene que decir Trimarine. En su tiempo era el grupo atunero más grande a escala global, con flotas, procesadoras y oficinas en todas partes. Me contrataron, y esa fue otra oportunidad de crecimiento. Me empezaron a enviar a Perú y a Colombia. Luego me dijeron: "¿Tú hablas inglés? Ándate a China, vive allá seis meses, y controla el atún; ándate a las Islas Mauricio, en África, ándate a Tailandia".
¿Ese grupo tenía oficinas acá?
Sí, el 80 % del sector atunero dependía de Trimarine. Financiaba a muchas procesadoras y por eso necesitaba un equipo de expertos en calidad y seguridad alimentaria. Éramos ocho personas encargadas de auditar que el procesamiento cumpliera con los requerimientos del mercado italiano y francés, a donde iba la mayor parte de los productos, y como nos destacamos con otro compañero, nos enviaron a otros países. Con ello mejoré mi inglés, abrí los ojos hacia el mundo, viajé mucho, aprendí otras culturas. Era muy emocionante cuando en migración me decían: "Déjeme ver el pasaporte, que es la primera vez que veo uno con todas estas figuritas de Ecuador".
En 2008 renuncié para irme a estudiar a Bélgica, un máster en Ciencia y Tecnología de Alimentos. Terminé el primer año y recibí una propuesta como gerente de Proyectos para irme a vivir a India.
¿Con otra empresa atunera?
El Grupo Atuna me envió como gerente de Proyecto de la empresa Sustunable. Tenían dos procesadoras de atún y una flota muy grande en India, y había problemas, así que con mi experiencia querían que arreglara la situación porque tenían que vender el atún de India a mercados más exigentes en cuestiones de seguridad alimentaria. Mejoramos los procesos y exportamos; mi jefe estaba muy feliz, pero le dije: "No puedo vivir en India". Tenía todas las comodidades, sin embargo, era muy difícil trabajar con la gente. Renuncié, pero el jefe no me dejó salir y me ofreció un mejor puesto, por ese cargo es que mi nombre como ecuatoriano saltó a escala mundial, excepto en Sudamérica.
¿A dónde lo mandaron y qué fue lo que hizo?
Era 2010, cuando el grupo me propuso ir a Islas Marshall como gerente de proyecto para Pacifical, que es la empresa comercial del Acuerdo de las Partes de Nauru (PNA, por sus siglas en inglés). Este acuerdo lo integran ocho países: Papúa Nueva Guinea, Micronesia, Nauru, Islas Salomón, Tuvalu, Kiribati, Palau e Islas Marshall. Ellos manejan el 70% de las capturas de atún en el mundo y querían certificarse como sostenibles con MSC. Y en 2011 yo fui el responsable a cargo del desarrollo y creación de la Cadena de Custodia a Bordo o Compartimentalización en Buques de Atún. Ese protocolo permitió hasta el día de hoy que billones de latas de atún certificado como sostenible entraran a los mercados mundiales y sostenibles. Crear el protocolo me tomó casi dos años, vino un certificador de California para auditar durante dos semanas y tuvimos que demostrar cómo funcionaba. Después me tocó entrenar a flotas pesqueras más grandes. Volví a Trimarine para enseñarles a compartir los protocolos. La reina Isabel II de Inglaterra nombró a mi jefe sir, y para mí naranjas. Pero todas las organizaciones no gubernamentales preguntaron: "¿Quién desarrolló el protocolo? Marcelo, el ecuatoriano. Ok, lo queremos como consejero de nuestra mesa redonda en Londres, lo queremos en la mesa redonda en Berlín...". Me di cuenta ¡wow, lo que he creado!, y no lo registré, sino sería millonario (sonríe).
¡Wow, increíble! ¿Luego qué pasó?
Así fue como mi nombre se hizo reconocido, porque innové, creé una solución para el sector atunero, y a escala global comenzó a copiarse este protocolo a bordo de buques cerqueros; esa fue la solución para todos los atuneros en el mundo que usaron mi protocolo. No dice Marcelo Hidalgo, para lanzarlo lo renombraron: Compartimentalización o PNA. En 2013, le pedí autorización a mi jefe para compartir este conocimiento con el Gobierno ecuatoriano, para que mi país hiciera lo mismo, pero no pasó nada. Me senté con algún ministro del Ambiente, no lo tomaron con seriedad; la oficina de Proecuador en Róterdam estaba muy positiva de hacerlo, pero no había financiamiento. Solo me quedé con mi consultoría.
¿Con la consultoría de qué se encarga?
En 2014 Papúa Nueva Guinea me propuso que fuera el consultor de pesquería y, como ya era libre de PNA, les dije que sí. Al mismo tiempo, los alemanes reconocieron mi experiencia y mi trabajo como asesor e invirtieron mucho en entrenamiento para calificarme como un asesor global de sostenibilidad, con la ASI (Assurance Services International), que es una agencia acreditadora de los cuerpos certificadores. Gracias a los alemanes conocí más de 60 países evaluando pesca y acuicultura, y eso incrementó mi experiencia de vida y seguí consultando a Papúa Nueva Guinea.
En 2018 ASC (Aquaculture Stewardship Council) me abre las puertas como coordinador de Ciencias para Acuicultura por mi experiencia y tesis en la ESPOL; querían que mejorara los estándares de camarón, para áreas de acuicultura, zonas de manglar, y ahí mis conexiones con Ecuador se hicieron fuertes, con la Cámara Nacional de Acuacultura, coopero mucho, pero me llamaba más la pesca.
¿Cómo se convirtió en el director de Sostenibilidad de la Industria en Papúa Nueva Guinea?
En 2020 Papúa Nueva Guinea me dijo hagamos una pausa en la consultoría, te queremos como director de Sostenibilidad de la Asociación de Armadores Atuneros Industriales y Procesadores. El país maneja alrededor de 200.000 toneladas de atún, el doble que Ecuador. Es el mayor proveedor de atún sostenible en el mundo, pescamos 130.000 toneladas de atún certificado, y aún hay pescadores que no se nos unen. Y en cualquier lugar que vaya –Inglaterra, Alemania, EE.UU.--, mi responsabilidad es sentarme con los compradores, con los gerentes de sostenibilidad de Tesco, Walmart. Yo no vendo atún, no conozco los precios; les explico lo que hacemos por el medio ambiente, por los océanos, por los derechos humanos, luego ellos, al ver que estamos alineados con sus políticas sostenibles, compran el atún. Entonces, mi rol es capacitar con mi equipo a toda la gente en Papúa Nueva Guinea, a la flota, a los procesadores, y al mismo tiempo comunicar a cada uno de los supermercados y las organizaciones no gubernamentales. Se me hace fácil hacer una llamada para pedir una cita.
¿Sigue en Papúa Nueva Guinea y como consultor?
Papúa Nueva Guinea no aparecía en el mapa del atún, pero cuando arranco y comunico lo que hacemos en sostenibilidad, todos los supermercados comienzan a llamarnos y es un efecto dominó. Al mismo tiempo, estas organizaciones no gubernamentales me dicen estás haciendo un gran trabajo y nos gustaría que seas nuestro director, supervisor o consejero en Global Seafood Sustainability Initiative (GSSI), Global Dialogue on Seafood Traceability (GDST), Fairness Integrity Safety and Health (FISH) y Marine Stewardship Council (MSC). Me siento con directores y CEOs de grandes corporaciones que nunca me imaginé que me iba a sentar, con el director de Metro, que es el supermercado más grande Alemania, por ejemplo, y tomamos decisiones de cómo evaluamos a los CEOs, a directores, analizamos planes estratégicos de la organización a 10 años. Es un grupo de alto nivel que aconseja y supervisa a las certificaciones, y a mí me gusta. Siempre soy el más pequeñito allá; les gusta ver que esté un latino, ecuatoriano, soy el primero en la mayoría de estas organizaciones, y es lo que hago, aconsejar, para mí es un honor. Nos reunimos en Londres, Washington, Nueva York, Boston, Singapur, me pagan todos los viajes, pero no es un trabajo, mi trabajo pagado es en Papúa Nueva Guinea y mi consultoría. Esto lo hago para incrementar mi networking, mi conocimiento como profesional. Son asesorías muy importantes.
Impresionante todo lo que hace un ecuatoriano en sostenibilidad. Pero en Ecuador no me conocen, por ahí Guillermo Morán, que sabe lo que he hecho y me lo encuentro en muchos países. Él dirige Tunacons, que es un grupo de empresas que se unieron para la conservación del atún, y que el año pasado logró la Certificación de MSC. Por eso casi todos los años tengo invitación para hablar de atún y acuacultura a Boston, Singapur, Hawái, y ahora me invitan a Ecuador.
¿Cómo se organiza para recorrer tantos países?
Vivo en Países Bajos, hago trabajo remoto con Papúa Nueva Guinea, y viajo cuatro veces al año. Me quedo tres a cuatro semanas cada ocasión, porque tengo que evaluar a la flota. Estoy capacitando a gente para que tenga mi nivel de conocimiento.
Cada vez hay más exigencia de los compradores, ¿es suficiente lo que hace Ecuador?
Por la experiencia que tuve en Ecuador, hasta 2008, el sector es muy reactivo. Por ejemplo, lo que el supermercado me pide, lo pido, y así cumplo y mantengo a mi cliente; si me pide sustentabilidad, voy a hacerlo, si me pide calidad, si me pide trazabilidad, hagamos. En los últimos años, lo que está haciendo Guillermo Morán, desde que asumió Tunacons, es un punto de quiebre en Ecuador; dio el ejemplo, hay un equipo que es buenísimo. Lo que he aprendido en tantos países es que prefiero ser proactivo. A mis clientes les digo: hay que hacer esto, ¿quién nos pide? no, hagamos. Los beneficios no son tangibles, no es un precio premium o más volumen, son intangibles que permiten estar en el mercado o abrir el mercado. En Papúa Nueva Guinea tenemos acceso a 750.000 toneladas de atún certificado, no tenemos los barcos para capturar esas toneladas, pero estamos bien, el mercado está satisfecho.
La Cámara Ecuatoriana de Industriales y Procesadores Atuneros (CEIPA) también tiene protocolos sobre sostenibilidad del atún y laboral.
Es muy importante. Desde 2012 soy auditor calificado, avanzado, y entrenador de auditorías sociales, en procesamiento en granjas de acuicultura y a bordo del barco. Asesoré a Tunacons y Atunec de Manta. (I)
*Este artículo se publicó en la edición impresa de Febrero-Marzo de 2023.