Hace siete años, los esposos Patricia Serrano y David Astudillo se embarcaron en un proyecto que para entonces era una enorme interrogante. Ella, Ingeniera Comercial, él Ingeniero en Marketing, tenían dos hijos quienes, sinceramente, no tenían el perfil típico de un deportista o de un artista. Por lo que quisieron darles una opción para desarrollar sus habilidades.
Fue así que la pareja se pasó “al lado oscuro”, como cuenta alegremente Astudillo, para aprender lo que más podían respecto a la robótica. Serrano dejó su trabajo en el área jurídica del Cuerpo de Bomberos y Astudillo, comenzó a sumar cursos, especializaciones y certificaciones fuera del país en robótica educativa. Con esa preparación, durante siete meses previos al lanzamiento de su idea, el 8 de mayo de 2015, generaron el modelo de negocio. Al principio su idea era adquirir una franquicia israelita, pero, al comparar los costos de comprarla versus edificar algo propio y que nadie había creado antes, se decantaron por este último.
Con una inversión inicial de US$ 25.000 abrieron Robotic Minds, una escuela de robótica para niños desde los seis hasta los 16 años. El concepto creado por Astudillo se enfoca en que los chicos desarrollen la capacidad de ir a cualquier parte del mundo y ganen. “Tenemos una metodología en la que no somos creadores de robótica, sino seres humanos dominantes de la tecnología. Somos una antiescuela, donde los niños sí quieren asistir y quedarse. Creamos inventores. Pedagógicamente, programar o enseñar a un niño toma 20 minutos; desprogramar algo que estuvo mal enseñado toma seis meses”, explica Astudillo.
A lo largo de estos años, la firma ha invertido aproximadamente US$ 200.000, solo en equipos, lo que le ha permitido disponer en estos momentos más de 160 robots para el aprendizaje práctico de los 400 alumnos. Este programa educativo nació con tres niveles y hoy cuenta con diez. Por cinco años, un niño puede desarrollarse, a un nivel comparado con un cuarto nivel de Mecatrónica, a nivel práctico. Además, hay cuatro niveles de especialización, donde los alumnos ya hacen humanoides o crean drones. Es un esquema progresivo de aprendizaje.
“Enseñamos de veras. No es un esquema para que los niños ocupen su tiempo libre. Este es un proceso donde desarrollan creatividad, pensamiento crítico. Reciben mecánica, electrónica y programación. Todo alumno se forma en las tres áreas. Aprenden a inventar. Usamos metodologías como la de los nueve pasos que aplica la NASA en su prototipado para enviar cohetes al espacio. La metodología tiene tres conceptos: aprendizaje, mentoría y competencia. Necesitamos que los niños se prueben a sí mismos y que, si pierden, aprendan a superar la frustración. Nosotros no vamos a competir, vamos a ganar”.
Por ello, Robotic Minds ha acumulado una serie de premios a escala nacional e internacional. De hecho, hay alumnos que son campeones mundiales. En este mundo de la robótica educativa, se ha constituido en una embajadora del Ecuador en las distintas competencias. Diez profesores y 20 colaboradores sostienen la operación. Y, aunque pareciera un monto elevado para que los niños cursen este programa, el beneficio es mayor a los US$ 90 mensuales de la pensión.
EL CIELO ES EL LÍMITE
Después de participar en los programas de aceleración de IMPAQTO (antes de la pandemia) y Endeavor (2021), la compañía ha podido perfeccionar y entender aspectos para escalar el negocio. Eso les ha permitido ya acercarse a ruedas de levantamiento de negocios y construir un plan estratégico de expansión nacional, para 2022, e internacional, para 2023.
El primer paso lo acaban de dar en las últimas horas. Se abrió el primer centro de Robotic Minds en Guayaquil, donde los 30 alumnos y dos profesores podrán asistir de manera presencial. Los siguientes pasos serán abrir en Manta, Loja y Cuenca. Cada apertura equivale a una inversión promedio de US$ 45.000.
Pero el nivel competitivo de la empresa le hace ver al mundo como su objetivo. Por eso, para el próximo año se tiene previsto la expansión fuera del Ecuador. La mirada está puesta en Panamá; en EE.UU., donde ya han recibido varias propuestas para ser partners; y Argentina, donde hubo la oportunidad antes de pandemia, pero quedó en stand by. “La apertura de Guayaquil es buen punto de partida para que nuestra gente se ponga el chip de un pensamiento más global. No creo en las franquicias, lo hubiera hecho antes. La educación no se puede franquiciar, porque se pierde la esencia. Si no hay quién tenga la misma filosofía, la selección del franquiciado puede ser complicada. Entonces buscamos socios que tengan nuestro ADN”. (I)