El miércoles 25 de mayo, mientras el país celebraba la fecha patria, un grupo de jóvenes argentinos cumplía un gran sueño. A bordo de un cohete Space X, desarrollado por la empresa de Elon Musk, un proyecto para el cual trabajaron durante casi tres años, viajaba al espacio.
Hoy miro para arriba y pienso que a 500 km de distancia me está pasando por arriba lo que hace algunos meses tenía en la mano, cuenta Tomás Burroni, uno de los estudiantes que participó en la iniciativa, a Forbes Argentina. En total fueron más de 20 los jóvenes argentinos que formaron parte y Burroni, de 24 años, explica cómo lograron que su creación llegara al espacio.
-¿Cómo arranca todo?
-En 2016, cuando terminé el colegio, empecé a cursar ingeniería espacial en la Universidad de San Martín. En ese momento recién estaba abriendo la carrera y no existía nada parecido en el país o la región. Las opciones eran irse a Estados Unidos o Europa y a los 18 años no era una posibilidad. Siempre me gustó la tecnología, la física y la matemática así que me metí a estudiar eso.
Ahí tuve la suerte de encontrarme con mucha gente que pensaba como yo. Que le encantaba hacer proyectos y meter la mano con un destornillador o una soldadora para hacer robots, cohetes de agua y cosas así. A lo largo de los años, además de la cursada hicimos proyectos para divertirnos y seguir aprendiendo.
A finales del 2019, un día se me acerca el decano de la escuela y me dice que había una competencia llamada Open Space. Querían grupos de alumnos que presentaran proyectos y al ganador lo mandaban al espacio. Busqué a mis amigos y a los dos días ya éramos un equipo de 10 personas. Todos estudiantes de ingeniería espacial y electrónica enloquecidos por poner algo en el espacio. Nombramos al equipo TIAB -to infinity and beyond, que lo robamos a Toy Story- y a partir de ese momento, todos los sábados a la tarde nos juntábamos en un laboratorio que nos dejaba el decano para pensar qué íbamos a hacer y cómo.
-¿Es una competencia importante?
-Lo interesante de Open Space es que el proyecto ganador viajaba al espacio con un satélite de Satellogic, una empresa que nació en la Argentina en 2010 y que ya cuenta con más de 20 satélites en el espacio. Entonces, el ganador tenía la posibilidad de poner su proyecto en el espacio para que orbite y mande datos para ser utilizados.
-¿Qué pasó después?
-A finales del 2019 presentamos el proyecto y pasamos a la semifinal. Justo nos agarra la pandemia y eso nos cambió todo porque no podíamos ir al laboratorio a probar los avances y a seguir construyendo el proyecto. Pero decidimos seguir porque todos teníamos ganas y a los pocos meses presentamos la semifinal con un video. Pasamos y fuimos a la final. La misma tenía un jurado con personas muy conocidas de la industria. Era una locura para nosotros aunque fuera todo virtual.
-Y ganaron…
-Bueno, en realidad presentamos el proyecto y nos quedamos a esperar la devolución. Tardaron bastante y en un momento vuelven para decir que había un empate. Así que hicieron la votación una vez más y volvió a ser empate. Resulta que éramos nosotros y otro equipo que se llama Space Shielding. Los organizadores nos proponen en ese momento la oportunidad de construir un proyecto en conjunto. Nos daban una semana y querían que cambiáramos las misiones para viajar juntos. Y si no podíamos hacerlo, uno de los jurados iba a tener un voto de oro y decidía quien viajaba.
Un proyecto gigante
-¿Pudieron ponerse de acuerdo?
-Empezamos a hablar e intercambiar todo el diseño de ambos proyectos para hacer encajar las ideas. Julio, el líder del otro equipo, y yo decidimos que queríamos ir juntos. Hacer un proyecto más grande e ir por toda. Estudiamos todas las formas posibles y nos juntamos con Open Space. Les presentamos un plan y lo aceptaron. Desde ese momento, pasamos a ser casi 20 personas con un proyecto más grande al pensado. Nos pusimos a trabajar a full, día y noche. Nos tomó mucho tiempo porque con la pandemia se hacía muy difícil. Gran parte fue por videollamada con compañeros de distintas provincias.
-¿Qué proponían ustedes?
-Nuestro grupo decidió crear el proyecto Universitwin. Nuestra idea era poner en un lugar que teníamos del satélite muchos sensores de todo tipo. El objetivo era juntar datos para alimentar una IA que es un gemelo digital, una copia virtual de un sistema. Que en este caso es un satélite.
La idea de este gemelo digital era que grupos de estudiantes o investigadores sin acceso a equipamiento o software de la industria espacial, que suelen ser súper caros, pudieran usar este modelo para ayudarles a simular o testear un diseño propio de forma más barata. Cualquiera puede descargarlo y seguir construyéndose. Así, otros chicos van a poder tener la oportunidad que tuvimos nosotros de empezar con algo para meterse en la industria espacial.
-¿Y el otro equipo?
-El otro equipo presentó un estándar para protección contra la radiación. Algo que sirve mucho en el espacio por la radiación del sol que afecta a componentes electrónicos. Los satélites grandes tienen que usar componentes caros que soportan esa radiación. El equipo diseñó un escudo de distintos metales que protegen los equipos. Así, no es necesario comprar el equipo específico y cualquier grupo puede armar su propia misión con componentes baratos que son protegidos por estos escudos.
-¿Hay similitudes entre los proyectos?
-Los dos grupos coincidimos en que queríamos generar herramientas para que otras personas tuvieran un acceso más barato y fácil para ingresar a la industria espacial. Democratizar el acceso al espacio por decirlo de alguna manera. Por esa razón fue tan fácil ponernos de acuerdo para trabajar juntos. Al final, los objetivos eran los mismos aunque las misiones fueran diferentes.
El momento del despegue
-¿Cómo vivieron el proceso?
-Fueron muchos meses de bastante trabajo. También surgieron muchos problemas. A veces los componentes que compramos no llegaban, en otros momentos no funcionaban y teníamos que ver por qué y también nos teníamos que poner de acuerdo porque a veces no todos pensábamos de la misma manera. Problemas que tienen todos los equipos que desarrollan proyectos tan largos. Nos tomó casi tres años y recién a principios de este año finalmente entregamos las cosas a Satellogic. Ellos lo llevaron a su planta de producción y verificaron que estaba preparado para ir al espacio. Además, comprobaron que el proyecto que entregamos era seguro para instalar en su satélite. Eso es algo que revisan mucho porque es su trabajo y si no funcionaba bien podíamos costarles mucha plata. Por eso nos acompañaron en todo momento, algo que les agradecemos, y conseguimos lograr los estándares que piden.
-¿Qué sintieron en el momento del despegue?
-Finalmente, el miércoles 25 de mayo vimos como el cohete Space X de Elon Musk llevaba el satélite con las cosas que hicimos nosotros. Después vimos cómo lo soltó en órbita y fue increíble. Para gente como nosotros, que estudiamos ingeniería espacial, poner algo en el espacio es un sueño.
-Aparte fueron muchos los que trabajaron en este proyecto…
-Sí. El grupo arranca con estudiantes de ingeniería espacial y electrónica. Pero rápidamente sumamos a dos chicos de mendoza de la carrera de ingeniería mecatrónica de la Universidad Nacional de Cuyo, dos chicos de ingeniería electrónica de la UTN de Córdoba y un diseñador de la UBA. Y el otro equipo estaba conformado por ingenieros electrónicos de la Universidad Nacional de la Plata, un ingeniero químico y varias personas más.
-Conocimientos muy variados…
-Sí, los equipos eran bastante variados. Esa diversidad ayudó mucho porque cada uno trajo ideas y perspectivas propias. No siempre estábamos todos de acuerdo pero eso nos ayudó a desarrollar algo mucho mejor a lo que hubiéramos hecho solos.
Expectativas a futuro
-¿Qué esperan que pase con el satélite?
-Ahora estamos esperando que los sensores empiecen a funcionar, recojan los datos y los manden para alimentar a esta IA. Los compañeros de Mendoza propusieron al gemelo digital como tesis de grado y la universidad está interesada en que siga el proyecto para armar más modelos. Mientras que los chicos de Space Shielding necesitan los datos para demostrar que los escudos funcionan y la electrónica sobrevive al espacio.
Otra cosa que hicimos fue diseñar una computadora que coordinara a todos los sensores. Es una computadora que nos salió muy barata, creo que no supera los US$ 400, y tiene un montón de interfaces. Esto no era parte del objetivo principal pero fue un agregado muy importante. Todo el diseño del hardware y software está libre para usar. Se puede descargar, armar y la pueden usar para su propio proyecto o mejorarla.
-¿Generó oportunidades laborales para ustedes?
-Hace diez meses tuve la suerte de entrar a trabajar a Satellogic. Es una empresa que me fascina por lo que hace y cómo lo hace así que estoy muy contento de estar ahí. Otro compañero nuestro de TIAB también entró a esta empresa y uno de los chicos de Space Shielding también. Julio, el líder de ese equipo, está en Skyloom, otra empresa argentina que se está preparando para desarrollar satélites para comunicación láser. Todos estamos queriendo seguir este camino y la experiencia nos ayudó mucho. Porque nos puso en contacto con mucha gente y nos dio la experiencia de saber cómo se trabaja en una compañía de forma profesional. Estamos contentos de seguir desarrollando la industria espacial de la Argentina.