Durante los últimos años, el sistema educativo ha usado la tecnología para atacar problemas concretos (digitalización de soportes físicos o un canal online de soporte a la educación en el mejor de los casos), pero no ha afrontado una evolución real del paradigma educativo y de las metodologías asociadas.
Desde hace algún tiempo se ha dotado a profesores y alumnos de herramientas de apoyo, pero no se ha trabajado en la profunda transformación que se necesita de las personas para impulsar el cambio en el sector.
Hay quien confunde la enseñanza de materias técnicas para prepararnos para la digitalización (programación, robótica) con la transformación digital de la enseñanza. Lo primero es una cuestión de incluir materias actuales en el corpus de enseñanza de la sociedad que, por supuesto, es necesario; pero lo segundo es cambiar de raíz los modelos de enseñanza existentes, asimilando para ello no solo las tecnologías actuales, sino también lo que pueda venir en el futuro y, por supuesto, los cambios que también se están produciendo tanto en alumnos como en profesores.
Aunque se han hecho muchos experimentos con tecnologías tales como la realidad virtual, el blockchain o incluso la inteligencia artificial, la realidad es que la baja madurez digital del sector hace que estas tecnologías no se puedan extender aún de manera masiva.
Rápida adaptación
A raíz de la crisis del Covid-19, tanto estudiantes como profesores han tenido que cambiar sus hábitos y métodos para adaptarse, lo que ha hecho que sean ahora más permeables a estos cambios. A partir de ahora se producirá un indiscutible e inevitable impulso en los procesos de innovación educativa en los que la tecnología tendrá un papel verdaderamente crítico.
Por su parte, startups y empresas que tenían tecnologías relacionadas con la educación han ganado una enorme visibilidad y relevancia (el número de usuarios de plataformas como Google Classroom ha subido hasta un 150% en los últimos tres meses); esto implicará que probablemente se avance también en tecnologías emergentes que todavía no se han desarrollado o extendido.
Y la realidad virtual y el blockchain se verán impulsados de manera bastante importante en los próximos años para solucionar retos que la enseñanza requerirá en el nuevo paradigma. Curiosamente ese reto pasa en la actualidad por ser capaces de aunar tecnologías ya consolidadas como el mail, las clases virtuales por web y la videoconferencia para ofrecer experiencias formativas, no ya que repliquen a las presenciales, sino que las lleguen incluso a superar en aquellos aspectos más claves que las tecnologías pueden aportar.
Ventajas e inconvenientes
La mayor ventaja de la tecnología en la educación a partir de ahora es que las tecnologías existentes y las que vendrán nos ofrecen un lienzo en blanco para repensar cómo queremos que sea la educación del futuro. Nos enfrentamos a nuevas necesidades para el aprendizaje, pero sobre todo debemos flexibilizar la enseñanza para que pueda adaptarse a lo que aún no conocemos.
La mayor desventaja es que, para aprovecharla realmente, es necesario un grado de madurez por parte de todos los implicados que en la actualidad no se tiene, por lo que buena parte del sector está llegando sin la preparación adecuada.
Qué deparará el futuro
Desde luego, la enseñanza se hará más universal con las nuevas herramientas, pero esto acarreará nuevos retos socioeconómicos y transformadores que habrán de ser gestionados para que esa universalización sea sostenible.
En mi opinión, lo más probable en la enseñanza de 2030 es que existan entornos de realidad virtual combinados con sesiones presenciales. En ambos casos, es probable que se produzcan interacciones en tiempo real entre el profesor y sus alumnos, con feedback directo a través de herramientas.
La comunidad educativa probablemente estará conectada entre sí en un ecosistema en el que el conocimiento y la información fluirá de manera más directa.
*Nota publicada en Forbes España