Durante los últimos años se han impulsado a nivel mundial diversos objetivos en materia de sostenibilidad, que van desde el Acuerdo de París hasta las medidas de la Agenda 2030. Lo cierto es que quedan menos de 10 años para lograr la materialización de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por la ONU y hay mucho por hacer.
En este escenario, es innegable que el futuro energético sostenible ha sido tema de debate y de grandes cambios en diversas industrias. La transición energética ha avanzado de forma lenta y constante, pero, como agravante de los daños provocados por la pandemia de Covid-19, el conflicto entre Rusia-Ucrania ha intensificado la desaceleración de la economía mundial y ha expuesto que atravesamos un período de escaso crecimiento y elevada inflación.
Los efectos negativos se hacen sentir en los mercados y en las cadenas de suministros, provocando un aumento en los precios de los productos básicos de energía primaria, entre los que se encuentran el petróleo crudo, el gas natural, los líquidos de gas natural, el carbón y las energías renovables. En este contexto, resulta imprescindible un compromiso global para hacer frente a la crisis económica en el plano internacional, sin dejar de lado el enorme desafío de llevar adelante una transformación de la matriz energética mundial.
En este sentido, tres organizaciones referentes en energías limpias han producido un informe titulado Políticas en Energías Renovables, en un tiempo de transición, como herramienta para que los países puedan cumplir con los compromisos climáticos y satisfacer los Objetivos de Desarrollo pactados hacia el 2030. De acuerdo con este documento, facilitar el despliegue de las energías renovables es fundamental para acelerar el ritmo de la transición en los próximos años.
Lo mismo indican los resultados del informe Transición energética e integración regional, de Deloitte, donde se detallan las principales recomendaciones para reducir las emisiones de gases de infecto invernadero. Entre ellas: fomentar la eficiencia energética, cambiar a fuentes primarias de energía libres de emisiones apuntando a una matriz eléctrica verde, e incentivar modelos de producción sustentable.
El cambio en las formas de producción, así como en el consumo de energía entre hoy y 2050, es imprescindible para la reducción de emisiones. El camino a recorrer no será fácil y deberá contar con una planificación. En este punto, el proceso de digitalización abre un nuevo escenario para la industria tecnológica. El mundo de la sustentabilidad requiere de un contexto económico que promueva una constante fluidez de inversiones debido a la magnitud y las características de estos proyectos.
Estamos ante uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. La adopción de tecnologías limpias y la diversificación de la matriz son dos ejes centrales para disminuir la producción de gases de efecto invernadero y el costo final de la energía.
La transición energética hacia un futuro energético sostenible, flexible y seguro es para todos. Energías limpias y renovables que atiendan a los sectores claves conectados al sistema energético: desde transmisión, distribución, generación y servicios públicos hasta industrias, transporte e infraestructura con soluciones e innovación en toda la cadena de valor. Sumado a ello, sus beneficios no son solo de índole medioambiental, sino también una oportunidad para el bienestar económico, el desarrollo social y el empleo.
Un avance importante es conceptual. Las fuentes de energía alternativa deben imponerse y dejar de ser alternativas para transformarse en principales. Y para ello es necesario que sean capaces de satisfacer la mayor parte de las necesidades mundiales. Otro paso indispensable es que las personas podamos asumir el compromiso de transformarnos en actores centrales del cambio.
Argentina es el país con uno de los mayores potenciales energéticos del mundo. Tiene características geográficas positivas para el desarrollo de renovables, tanto en su región sur con la producción de energía eólica como en el norte con la solar. A su vez, es parte del denominado triángulo de litio junto con Chile y Bolivia.
Nuestro país puede y debe jugar un rol fundamental. Para ello se necesita de las empresas, así como de inversiones y políticas públicas que las estimulen. Dentro de su marco normativo, respaldado por la Ley 26.190, Argentina contempla un régimen de beneficios impositivos para los inversores en energía renovable con el objetivo de alcanzar el 20% de uso de energías renovables para 2025.
En línea con este objetivo, se creó el programa Renovar, para establecer un mecanismo de licitación pública con el fin de implementar proyectos de energías renovables. Por su parte, las empresas, como actores clave en esta transición debemos acompañar este desarrollo, potenciando las oportunidades que se presentan y materializándolas en acciones estratégicas concretas para el crecimiento sostenido de nuestro país.