La muerte y los impuestos son lo único inevitable, decía Benjamin Franklin. Pero en este nuevo mundo donde la tecnología permite conectar –y ampliar– experiencias en distintos planos y lugares, con el impresionante avance de la IA que hoy da hasta robots de compañía, quizás nada sea ni tan certero ni tan determinante como se creía.
En este sentido, de un tiempo a esta parte, con la innovación haciendo foco en la continuidad de la vida aun luego de la muerte, distintos desarrollos comenzaron a ofrecer una mirada de productos dentro de lo que se conoce como “grief tech”. ¿El objetivo? Preservar los recuerdos y ayudar con el duelo.
Pero si bien la idea detrás de muchas de estas start-ups es ayudar a los consumidores a atravesar la pérdida de un ser querido, ya sea con ghostbots o simulaciones, memorials, cápsulas de vida y otros, el impacto sobre los sobrevivientes y, sobre todo, las preocupaciones éticas crecen en un incipiente mercado no del todo regulado.
“La muerte ya no es un tabú. Hace tiempo vimos cómo varios emprendimientos e iniciativas encaran a la muerte desde el servicio. Vimos productos que buscaban normalizar el fin de la vida desde lo discursivo y generando iniciativas que facilitaran el camino hacia el adiós. No es el único tema difícil que empieza a ganar prominencia en el discurso público. En los últimos años, los y las consumidoras empezaron a abrir discusiones sobre tópicos ocultados con el objetivo de vivir mejor. Dando estas charlas, la gente busca cuidar su salud mental y contención comunitaria”, cuenta Gaba Najmanovich, asesora y especialista en tendencias, que trabaja con marcas locales y edita Exprimido de Tendencias.
Como explica un artículo reciente de Vox, el intento de Silicon Valley “por capitalizar este rubro y crear compañías que te ayuden a organizar tanto tu vida como la muerte” se inscribe en una industria más amplia que tiene ya años y que incluye en su formato más tradicional seguros de vida, planeamiento inmobiliario para tercera edad y servicios funerarios, y en su faceta más moderna cosas hoy más popularizadas como funerales online, páginas tributo y hasta compañías de cremación que convierten las cenizas en diversos objetos, desde plantas hasta diamantes.
Si la pandemia catalizó el lanzamiento de muchas de estas nuevas startups, la explosión del ChatGPT aceleró la creación de nuevas apps o “tecnologías del duelo”, como se las llama, incluida la integración de varios de estos servicios en el modo “vivir para siempre” del metaverso, un proyecto de la empresa Somnium Space que espera crear un “yo” digital que pueda vivir inmortalmente dentro del metaverso de Mark Zuckerberg.
Así, una camada de compañías surgidas en su mayoría en California como Replika, HereAfter AI, StoryFile y Seance AI ofrecen un gran rango de servicios que van desde videoconversaciones interactivas con los fallecidos, “compañeros” o avatares virtuales que chatean con uno cuando lo necesita, u otro tipo de formatos como los audio legacies, archivos de audio que por lo general son entrevistas pregrabadas a las que se puede volver a acceder.
El modelo de “servitización” (por el cual el producto es un servicio, no un bien), según la aplicación, puede ofrecer toda una jerarquía de suscripciones y niveles pagos que otorgan distintos beneficios. Los precios por los distintos planes pueden ir de unos pocos dólares a packs premium de hasta US$ 500.
Una de las historias más conocidas entre los grief-entrepreneurs es la de James Vlahos, que fundó HereAfter AI pre pandemia, en 2019, tras crear un bot basado en su padre y construido sobre grabaciones hechas antes de que muriera. En este sentido, su start-up innovó al utilizar información provista por las personas en vida en vez de tomar solamente data de la huella digital dejada por los fallecidos.
Eso sí, el modelo de IA de la compañía nunca crea réplicas que vayan en contra de los deseos de las personas, y todos los que participan en este “experimento” de la vida luego de la muerte deben prestar consentimiento escrito, así como proveer voluntariamente insumos para la creación de su futuro avatar. “Para nuestra aplicación particular, realmente queremos que sea precisa y veraz. No podemos permitir que la IA invente cosas que no sean fieles a la persona original, porque podría ser una experiencia horrible y engañosa para los familiares más adelante”, dice Vlahos.
La otra viñeta de éxito en este ámbito es la de Justin Harrison de You, Only Virtual, quien comenzó la plataforma como manera de sentirse más cerca de su madre, diagnosticada con cáncer, y que ya desde su sitio propone algo quizás más radical: “No tenés que decirles adiós a los que amás”. Más allá de los claims más o menos arriesgados (Harrison plantea “eliminar el duelo como emoción”), todos tienen en común haber detectado una necesidad latente y visualizado este creciente nicho como algo rentable.
¿Y las cuestiones éticas?
Hasta qué punto la muerte se ha vuelto un negocio para muchos que otro fenómeno reciente y muy cuestionado es la piratería de obituarios, práctica por la que la gente copia y vuelve a publicar obituarios de funerarias y sitios web como legacy.com en formato de videos en YouTube, blogs o sitios no oficiales, con el objetivo de capitalizar clics.
Como reporta la revista especializada Wired, este ha sido un negocio poco ético durante años, ya que estos sitios suelen tener habilidad en optimización de motores de búsqueda como para llegar a los primeros puestos de los resultados y usan el tráfico a su favor para cobrar por anuncios. Incluso, algunos también realizan estafas online manipulando a las personas para que compren regalos de condolencia y se quedan con el dinero.
StoryFile, otra de las compañías de alto perfil en el sector del grief tech, que produce videos interactivos muy realistas en los que los protagonistas parecen hacer contacto visual, respirar y parpadear mientras responden preguntas, afirma que ya tienen casi 5.000 personas que han creado perfiles.
Aunque se puede esperar que estas tecnologías y servicios sean más ubicuos y accesibles para todos en un futuro no muy lejano, ya que cada vez más personas recurren a ellos como un modo de comunicarse con quienes fallecieron o para atravesar un duelo, las cuestiones éticas comienzan a emerger: ¿qué tipo de regulaciones deberían tener estas empresas? ¿Cuáles son los derechos de aquellos que van a tener after-life avatars, más allá de contar con su consentimiento? Y, sobre todo, ¿qué impacto pueden tener estas tecnologías en los vivos? Poco se sabe al respecto por ahora. Algunos plantean que esta continuidad virtual –o artificialmente inducida– por tiempo indefinido puede traer consecuencias psicológicas poco deseables, como no poder duelar correctamente a un ser querido.
“En los últimos tiempos el tema empieza a estar en la agenda de las redes sociales, la IA y otras nuevas tecnologías. Se está empezando a abordar el tema y seguramente haya mayor apertura a hablarlo en las próximas generaciones. Sin embargo, vemos que muchas de estas tecnologías se enfocan más en prolongar la 'presencia' del fallecido que aceptar su desaparición física. En ese sentido, esta suerte de búsqueda de eternidad puede traer aparejadas ciertas complejidades desde lo psicológico y ético, ya que al prolongar la existencia en cierta forma no se está aceptando completamente la muerte”, contextualizan Luciana Flammini y Carolina Zakrajsek desde Ante Mort, un podcast que busca correr a la muerte del terreno del tabú.
Es probable que la moderación sea algo clave, ya que los expertos afirman que conservar recuerdos, ya sean objetos físicos o avatares digitales, no es algo dañino en sí mismo: es la frecuencia y la intensidad que se les imprimen a estas prácticas y rituales lo que puede ser potencialmente peligroso.