El bosque seco del Gran Chaco, en el sur de Sudamérica, es más grande que la superficie de Francia (es el segundo bosque más grande de Sudamérica después del Amazonas), pero entre 2010 y 2018 se perdieron más de 29.000 kilómetros cuadrados a causa de la frontera agrícola, gran parte de ellos en Argentina, según la ONG Guyra Paraguay.
Micaela Camino, investigadora del Consejo Nacional de Investigación y Tecnología (CONICET) y directora del Proyecto Quimilero, afirma que su grupo está centrado en conservar el pecarí chaqueño (Catagonus wagneri) y su hábitat a largo plazo, contribuyendo al mismo tiempo a mejorar el bienestar de las comunidades locales. El pecarí chaqueño se descubrió por primera vez como fósil y, aunque se redescubrió en 1972, está clasificado como En Peligro por la UICN.
"En investigaciones anteriores, descubrí que las áreas protegidas son insuficientes, están desconectadas y son demasiado pequeñas para conservar especies amenazadas y endémicas, como el pecarí chaqueño, y que con las tasas y pautas actuales de deforestación, la especie se va a extinguir en estado salvaje antes de 2051", afirma, y añade que la población local, incluidos los indígenas wichí y criollo, pueden coexistir con el pecarí si la gestión de los perros y la caza son adecuadas.
En un artículo publicado en 2023 en Global Environmental Change, Camino y su equipo crearon el primer mapa de Tierras de Pueblos Indígenas para el Chaco Seco, y descubrieron que allí donde los habitantes indígenas tienen derechos reconocidos sobre la tierra, esas zonas actúan como barreras contra la deforestación: al menos el 44% de los bosques que quedan están en esas zonas.
Camino explica que su equipo también está estudiando especies de vertebrados medianos y grandes.
"Estamos estudiando la contribución de estas especies a la seguridad alimentaria y la nutrición de la población local, la relación entre conflictos territoriales, caza de subsistencia, riqueza cultural y riqueza biológica, así como soluciones para una gestión sostenible y estrategias de conservación asociadas a la justicia medioambiental, que permitan la conservación de la biodiversidad y el bienestar de las comunidades locales", afirma.
En 2022, Camino ganó un premio Whitley, cuya financiación ayudará al equipo a identificar zonas prioritarias para la conservación del pecarí chaqueño y restaurar su hábitat conectando 35.500 kilómetros cuadrados del Chaco Seco argentino.
Atraída por el Chaco seco
Camino se crió en la capital argentina, Buenos Aires, y desde que tiene memoria ama la naturaleza: mientras crecía y estudiaba, viajó mucho por su país y el continente.
"Mis preguntas se fueron transformando en un sentimiento de encantamiento y maravilla ante la naturaleza: Siempre me llamó la atención cómo, en todos los sistemas naturales, hay personas que viven allí y forman parte de la naturaleza", dice. "En mi continente -y quizá en el mundo- no podemos separar a las personas o las culturas de la naturaleza".
Camino explica que trabajar en la cordillera de los Andes y en la selva amazónica la llevó a darse cuenta de que los problemas de conservación deben abordarse en diversos campos de estudio y en estrecha colaboración con las comunidades locales que habitan e interactúan con los elementos y sistemas que los investigadores quieren conservar.
Tras licenciarse en Biología por la Universidad de Buenos Aires (Argentina), llegó al Chaco Seco y decidió cursar y completar su doctorado centrándose en la ecología de los mamíferos medianos y grandes de esta región y su interacción con las comunidades locales.
Explica que, como científicos del Sur Global, los investigadores tenemos que participar activamente en estos estudios y debates, aportando nuestras perspectivas únicas.
"A pesar de estos desafíos, nuestros conocimientos y capacidad de investigación son sustanciales y pueden complementar lo que otros investigadores, a menudo distantes, pueden aportar", afirma, añadiendo que esto no implica que el Norte Global no deba formar parte de la investigación o la conservación, sino que los investigadores deben trabajar como iguales de forma colaborativa y horizontal.
"En cuanto a las acciones, éstas deben ser legítimas a nivel local, evitando planteamientos de arriba abajo sin consenso ni comprensión de las necesidades a escala local", afirma Camino.
La amenaza del cerdo salvaje
Otro biólogo argentino que busca salvar ecosistemas preciosos es Sebastián A. Ballari, investigador del CENAC, un centro de investigación del Parque Nacional Nahuel Huapi, en la Patagonia.
Los cerdos salvajes (jabalíes y cerdos domésticos asilvestrados) están invadiendo áreas naturales protegidas de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay y Paraguay.
Debido a su capacidad para competir con las especies autóctonas por el alimento, cambiar los escenarios y transmitir enfermedades, los cerdos salvajes amenazan ahora a cientos de especies en 54 países diferentes de todo el mundo, y un estudio de 2021 descubrió que 14 especies fueron llevadas a la extinción como resultado directo del impacto de los cerdos salvajes.
"Nuestro trabajo representa la primera evaluación de la distribución potencial de los cerdos salvajes en Sudamérica y resalta los impactos potencialmente devastadores de los cerdos salvajes sobre la biodiversidad regional y los objetivos nacionales de conservación, especialmente en las áreas megadiversas", afirma Ballari, quien añade que los investigadores están evaluando los impactos ecológicos y económicos, teniendo en cuenta las percepciones de los residentes y productores de estas especies, con el fin de desarrollar recomendaciones de gestión y control más eficaces.
*Con información de Forbes US