El cambio climático ya no es una amenaza lejana: su impacto ya se siente con fuerza en las costas de todo el mundo debido al aumento del nivel del mar. Desde Florida hasta las Islas Salomón, los efectos varían, pero la crisis es global. Los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) representan solo el 1% de las emisiones globales; sin embargo, enfrentan algunas de las peores consecuencias, como huracanes intensos, temperaturas oceánicas en ascenso, acidificación del agua y una aceleración en el aumento del nivel del mar, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Para estos países insulares, el ascenso de los mares amenaza con borrar comunidades enteras, desplazando a poblaciones que habitan esas tierras desde hace siglos.
Los datos satelitales de la NASA muestran un panorama alarmante: desde la década de 1990, el nivel del mar crece a una tasa promedio de 0,33 cm por año, acumulando cerca de 10 cm hasta julio de 2024. Este fenómeno, sumado a un incremento global de temperatura de más de 1°C desde 1995, genera tormentas más potentes, lluvias más intensas e inundaciones frecuentes. La combinación de temperaturas y niveles del mar en aumento pone a las regiones costeras bajo una presión sin precedentes.
Costas bajo amenaza
Aunque Florida no es una isla, es una de las áreas más vulnerables de EE.UU. al aumento del nivel del mar. Según el Florida Climate Center, el nivel del mar en el estado subió 20 cm desde la década de 1950, poniendo en riesgo viviendas, negocios e infraestructura crítica. En el Pacífico, las Islas Salomón perdieron cinco islas en las últimas dos décadas, según datos de Live Science. De igual modo, las Maldivas, Kiribati, Tuvalu y las Islas Marshall enfrentan graves amenazas a su cultura, historia y ecosistemas debido al avance imparable de las aguas.
En el Caribe, Hellshire Beach en Jamaica, un popular destino gastronómico, se erosiona rápidamente, obligando a los negocios locales a construir barreras reforzadas contra el avance del mar. En Panamá, el Ministerio de Ambiente proyecta una pérdida del 2,01% de tierra costera para 2050. La comunidad Guna de Gardi Sugdub, ubicada en la costa, inició un plan de reubicación en 2010, y para junio de 2024, con el apoyo del Gobierno Nacional, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial y diversas ONG, 300 familias comenzaron a trasladarse a tierra firme, aunque algunos miembros optaron por quedarse en la isla.
Compromisos contra el aumento del nivel del mar
En la COP28, los líderes mundiales dirigieron su atención a la amenaza existencial que el cambio climático representa para los PEID. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático advierte que un aumento de temperatura de 2,5°C para el año 2100 podría elevar el nivel del mar en 58 cm, desplazando a aproximadamente 430 millones de personas a nivel global.
En respuesta, se creó el Fondo de Pérdidas y Daños, con un aporte inicial de US$ 770 millones comprometido por países como Francia, Italia y los Emiratos Árabes Unidos, un primer paso hacia un alivio financiero. Sin embargo, este fondo representa solo el 0,2% de las necesidades de adaptación de los PEID, según Polytechnique Insights. La primera ministra de Barbados, Mia Mottley, advirtió que, sin medidas adicionales, los PEID podrían volverse "no asegurables ni atractivos para las inversiones", con graves consecuencias económicas.
Los beneficios de una acción conjunta
Enfrentar los efectos del cambio climático en los PEID requiere una estrategia integral que incluya la reducción de emisiones, la restauración de ecosistemas y la construcción de infraestructuras resilientes. Los grandes emisores deben reducir sus emisiones mediante la adopción acelerada de energías renovables y auditorías energéticas exhaustivas que eliminen ineficiencias.
Acciones inmediatas, como la construcción de tierras elevadas o muros de contención, ofrecen protección a corto plazo contra el aumento del nivel del mar, mientras que iniciativas a largo plazo, como la restauración de manglares y humedales, brindan defensas naturales contra la erosión costera, incrementan la biodiversidad y capturan carbono, apoyando así los objetivos de reducción de emisiones.
Además, los programas de compensación de carbono, como el Programa de Carbono Azul, permiten que los mayores emisores inviertan directamente en la preservación de ecosistemas costeros, creando resiliencia climática tangible para los PEID. Estas iniciativas no solo protegen activos económicos, sino que también conservan el patrimonio cultural y fomentan la estabilidad ambiental. Para los PEID, costas reforzadas e infraestructuras resilientes no solo contrarrestan la erosión, el aumento del nivel del mar y las inundaciones, sino que también aseguran medios de vida, ingresos por turismo, fortalecen las economías locales y mejoran la seguridad alimentaria y del agua a largo plazo.
La erosión costera y el aumento del nivel del mar representan algo más que amenazas ambientales: son peligros existenciales que requieren acción urgente y colectiva. Los costos de la inacción incluyen la pérdida de culturas, comunidades y ecosistemas únicos. Es fundamental que gobiernos, empresas e individuos se comprometan a reducir las emisiones, apoyar las energías renovables y financiar la adaptación climática para los más afectados. Solo mediante un cambio transformador podemos proteger nuestro futuro compartido.
*Con información de Forbes US.