En abril, Dylan Field tuvo su día más loco desde que se fue de la Universidad de Brown para probar con startups hace casi una década. En la conferencia virtual de su compañía de diseño de software, Figma, popular con clientes como Airbnb, BMW y Zoom, anunció su segundo producto, una herramienta para sesiones de pizarra online llamada FigJam. Horas después, se enteró de que su mujer, Elena, estaba embarazada de su primer hijo. Field, de 29 años, pasó la mayor parte de la pandemia escuchando a los usuarios de Figma. Aunque viajó a lugares como Ucrania y Nigeria para visitar clientes, pasó la cuarentena leyendo los tickets de atención al cliente, escaneando el feedback de los vendedores y respondiéndoles a los usuarios en Twitter.
El producto principal de Figma provee una tela virtual donde los diseñadores y otros hacen visuales en tiempo real. Pero no había forma de usar Figma para diagramar ideas tempranas o crear diagramas de flujos. Ahí es donde entra FigJam, como la versión digital de la pared cubierta de Post-it. “Con una sesión de brainstorming se trata de crear un espacio fluido y que todos estén con la cabeza en lo mismo. 'Vamos a divertirnos y no preocuparnos por pixels'”, dice Field.
Después de seis meses, Figma tenía suficiente input de clientes como Discord, Netflix y Stripe para lanzar su versión beta de prueba de FigJam; Field la definió como un 25% completa, esperando que evolucionara con el tiempo. “Cuando se hace lo suficiente, es casi como que el mercado te va a extraer el producto”, explica. De hecho, ya sumó apoyo en audio para hablar con compañeros; otro pedido que creció como prioridad: un timer.
Adobe popularizó el software para diseñadores en los 80; para cuando llegó Figma, los diseñadores también se estaban volcando a Sketch e InVision. Figma, lanzada en 2016, ya tiene millones de usuarios y espera una facturación recurrente anual de más del doble este año, comparado con US$ 75 millones en 2020, según fuentes. La campaña de Joe Biden manejó todo lo visual vía Figma. Y cuando se acabó el papel higiénico en EE.UU. en 2020, Kimberly-Clark diseñó los formularios de pedido usando herramientas de Figma.
En junio, la compañía levantó US$ 200 millones de inversores, lo que valuó a Figma en US$ 10.000 millones. Forbes estima que Field y su cofundador, Evan Wallace, de 31 años, poseen cada uno 10% de Figma, lo que los hace casi multimillonarios.
La misión hoy es simple: lo que Google Docs hizo por el procesamiento de texto y GitHub por el código, Figma lo está haciendo por el diseño. “Toda la economía está yendo de física a digital, y el diseño es el último capítulo ?asegura Field?. El diseño es un deporte de equipo, colaborativo por naturaleza”.
Como estudiante de un colegio enfocado en la tecnología en el condado de Sonoma, California, Field construyó robots y sitios web para amigos. Luego cautivó a ejecutivos en una pasantía en LinkedIn al ayudar a desarrollar un programa de impacto social. Como parte del grupo de estudiantes de Ciencias Informáticas de Brown, conoció a Wallace, quien había impresionado a su empleador, Pixar, diseñando un algoritmo para renderizar un globo en una piscina 3D. Luego de una pasantía en Flipboard, Field dejó la universidad en 2012 para tomar US$ 100.000 y empezar una empresa como becado de Thiel (Wallace se unió luego de recibirse). Con los años, probaron un puñado de ideas, incluyendo software para drones y, en un punto bajo, un generador de memes. Finalmente, investigaron enfrentarse a las apps de edición de fotos de Adobe.
Field entonces posó la vista sobre el reconocido Photoshop de Adobe, usando tecnología para hacerlo en un navegador web compartido, no una app de escritorio. La idea fue suficiente para que Index Ventures, el fondo de riesgo del director de Flipboard Danny Rimer, Jeff Weiner (entonces CEO de LinkedIn), y otros lideraran una ronda semilla de US$ 4 millones en 2013. El rechazo del ex CEO de Mozilla John Lilly, inversor en Greylock Partners, fue valioso: decidido, Field siguió pidiéndole reuniones a Lilly para feedback. Luego de que Lilly le comentara que el ex CEO de Adobe, Bruce Chizen, quizá tenía algún consejo, Field lo rastreó y habló con el veterano. “Dylan muestra una habilidad increíble para buscar mentores y buscar la verdad”, dice Lilly, quien lideró la Serie A de inversión de Greylock en Figma en 2015. “Nunca desiste ante las personas que piensan que no está haciendo las cosas bien; solo quiere la información”. Lo que ha sido más difícil para Field es moverse con decisión frente a esa información.
La versión de prueba del producto de Figma demoró años, y muchos empleados frustrados se fueron antes. Hacer preguntas es genial, le dijo Weiner a Field, pero no al costo de confiar en tus instintos. En lo que respecta a cobrar por Figma, la intuición de Field le decía que esperara y siguiera retocando el producto. Pero, cuando un usuario en Microsoft alertó a Field de que la adopción en la empresa se estaba frenando porque dudaban de si se podía confiar en una herramienta gratis de una startup, Field actuó más rápido. Volvió a la investigación y optó por un modelo, inspirado en el software australiano Atlassian, de graduar precios de US$ 12 a US$ 45 por editor (muchos usuarios siguen optando por la versión gratuita). Luego, cuando algunos clientes grandes, como Google, pidieron descuentos por volumen, Field saltó al teléfono para explicar por qué no lo haría. “La gente termina entendiéndolo; o no, y entonces no nos eligen”, dice.
Hoy, con US$ 200 millones en financiamiento fresco, Figma debe decidir cómo priorizar la expansión internacional (ya el 80% de los usuarios están fuera de EE.UU., y la última ronda incluyó inversores estratégicos globales como Base Partners, de Brasil), potenciales adquisiciones (compró dos startups, incluyendo una que actualizó la aplicación móvil de Figma) y nuevos agregados para ayudar a su meta de convertirse en una solución end-to-end. FigJam, en sí misma un trabajo en progreso, ayuda en el front end. Se necesita más trabajo en el otro frente, convertir los diseños en productos terminados.
Esta etapa posterior es el futuro de la compañía, pero Field tiene cuidado de no mirar demasiado hacia adelante. Con un base de clientes tan amplios y crecientes, Field dice que hay “un millón” de cosas que a los usuarios les gustaría que construyera. Si se suman demasiadas, las herramientas de Figma podrían terminar desorganizadas. La mayoría de los días, Field chequea Twitter en busca de menciones de Figma y diseño, o lee los tickets de atención al cliente. “No todos son felices, porque quieren arreglar algo, y eso me da el pulso de qué está pasando ?explica?. Y con la gente que sí está contenta me emociono. Y eso me motiva muchísimo”.
Siempre en busca del balance, Field estuvo desde temprano entre los jefes de las empresas tecnológicas que eligieron un plan híbrido para que los empleados estén juntos en los nuevos headquarters de Figma en la calle Market de San Francisco, dos días a la semana. Dijo Field en una visita en julio: “Estamos entrando en esto con los ojos bien abiertos”.
EL PIZARRÓN
Por John Dobosz*
El negocio de cloud computing que practica Figma está explotando en el mundo postpandemia. Gartner predice que el gasto mundial de servicios en la nube crecerá 23% este año a US$ 332.000 millones. Los inversores que quieran participar en cloud computing pueden entrar en ETF de First Trust, WisdomTree y Global X. Estos ETF tienen nombres pegadizos que vienen con ratios de gasto que van de 0,45% a 0,65%. Como la mayoría de las tecnológicas son empresas en la nube, se puede tener la misma exposición y 0,1% de ratio de gasto con el ETF Information Technology de Vanguard. Aquellos que quieran turnarounds y dividendos deberían mirar a IBM y su rinde de dividendo de 4,6%.
*John Dobosz es editor de Forbes Dividend Investor y Forbes Premium Income Report