¿Qué tan fácil es salir en las pantallas de Times Square o ser parte de los 5.000 profesionales que el Congreso de Estados Unidos reconoce cada año? Esta es la historia de Samantha Vásquez, una ecuatoriana que emigró a Estados Unidos en 1999 y ha construido una carrera como trabajadora social. Su hermana Verónica, vía correo electrónico, nos presentó sus logros, que —días más tarde— escuchamos de su propia boca a través de una videollamada. Aquí su relato.
"Mis hermanos y yo nacimos en Quito. Mi padre era de la provincia de Cotopaxi y mi madre nació en Puéllaro, una parroquia de Pichincha. Estudié y me gradué en el Colegio Isaac Newton. Desde pequeños recibimos una educación bilingüe y viajé a Estados Unidos para cursar la universidad. Mi padre falleció inesperadamente en un accidente de tránsito y regresé al país. Terminé mi carrera en Administración de Negocios en la Universidad Central del Ecuador. Cuando tenía 30 años me di cuenta que necesitaba un cambio, tomé mis maletas y me mudé a Nueva York".
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El feriado bancario fue una de las razones de esta decisión. Vásquez asegura que era una joven con ganas de comerse el mundo. Mientras cursaba sus estudios trabajó en la boutique de la diseñadora ecuatoriana Carmen Viteri. También tuvo otras oportunidades, pero la más destacable fue con una empresa americana que realizaba remediación y control ambiental en campos petroleros. Estuvo seis años y fue su último empleo en nuestras fronteras.
"Recuerdo que, en el aeropuerto, una prima me dio un abrazo y me dijo: '¿cuánto tiempo te vas Samantha?' Yo le dije: 'solo un par de años, es una aventura'. Yo quería vivir y experimentar otra cultura, quería ser una local. Pensé que serían solo dos años, pero la mayor parte de mi vida adulta ha transcurrido en este país. Un verano antes de radicarme definitivamente en Nueva York trabajé cuidando a una niña pequeña. Su mamá me llamó a Ecuador y me ofreció un empleo a tiempo completo. Llegué con trabajo fijo, yo no tengo hijos propios, pero con ella tuvimos química y me quedé hasta ajustar mi estado migratorio".
Sus papeles se demoraron años y eso fue complicado. No podía volver a Ecuador. En ese tiempo su madre se enfermó de cáncer de mama. "Le pedí a mi madre que venga (a Estados Unidos). Cambié de trabajo porque tenía que organizarme con las citas médicas, las quimioterapias, los exámenes... Así que me contrataron como asistente de maestra en una guardería privada".
Dos años más tarde su madre falleció. Fue un momento devastador para Vásquez porque tenían una relación muy cercana. Sus restos regresaron a Puéllaro, pero esta quiteña se quedó buscando su sueño en la Gran Manzana. "Un poco antes de que mi madre fallezca me acuerdo que le dije: 'creo que voy a querer el trabajo que ella tiene'". Con "ella" se refiere a la trabajadora social que acompañaba a su madre. Su calidez, compasión y humanidad marcaron la vida de Samantha de tal manera que —para sobrellevar la pérdida— decidió ser voluntaria en el Hospital Mount Sinai, donde su mamá fue paciente.
Comenzó organizando grupos de apoyo para pacientes con cáncer de mama en español y se involucró en otras actividades relacionadas con esta enfermedad. Estuvo cinco años, sin ganar sueldo, pero con el corazón lleno. "La vida es mágica y te permite construir relaciones fuertes, que te llevan a otros lugares. Yo seguía con mi trabajo en la guardería a medio tiempo y hacía el voluntariado. Llegaba antes que todos, estaban muy impresionados y me ofrecieron un empleo como coordinadora de beneficios de los pacientes en Nueva York, en el programa REAP".
Su rol consistía en analizar el perfil de los pacientes y verificar qué programa o ayuda eran los adecuados. El objetivo era brindar todas las posibilidades para que los pacientes se recuperen y accedan al mejor tratamiento. "En tres años me convertí en experta en programas estatales y privados para que los pacientes no se estresen por el tema financiero". La Sociedad Americana de Cáncer (American Cancer Society) expone que Estados Unidos enfrenta un aumento alarmante en la incidencia de esta enfermedad, superando los dos millones de casos nuevos en 2024. En este país es la segunda causa de muerte en general y la principal causa entre las personas menores de 85 años.
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En medio de esta etapa ingresó a estudiar una maestría en servicios sociales. Vásquez rememora que en Ecuador ya realizaba ciertas actividades que caracterizan a una trabajadora social sin saberlo. "Me interesa mucho la mente humana y el comportamiento de las personas y me especialicé en el tema clínico. Trabajaba, estudiaba y hacía prácticas. Fueron tres años sin dormir, que valieron la pena y me gradué con honores. Fui invitada a ser parte del 10 % de los mejores graduados de Estados Unidos que se unen a la organización Phi Kappa Phi, una sociedad de honor a la que pertenecen personajes como Jimmy Carter y Hillary Clinton".
Sus pasantías las realizó en la unidad de cuidados neonatales y en asthma pediátrica, en el mismo hospital que trabajaba. Con su título en mano buscó otras oportunidades y confiesa que nunca pensó que trabajaría con cáncer. Tuvo algunas ofertas, pero el Hospital Mount Sinai no quería perder su talento y le dio una vacante en oncología pediátrica. ¡Se quedó por una década!
Cifras de la Sociedad Americana del Cáncer estiman que este año, 14.910 niños y adolescentes (0 a 19 años) recibirán un diagnóstico de cáncer y 1.590 morirán por la enfermedad. Además, se calcula que uno de cada 257 niños y adolescentes será diagnosticado con cáncer antes de los 20 años. La leucemia es el cáncer infantil más común y representa el 28 % de los casos.
A esta ecuatoriana le encantan los niños y las niñas. Tiene varios sobrinos nietos. Además, señala que es un área en la que interactúas no solo con los menores, sino también con sus padres. "He aprendido lecciones y una de ellas es no victimizar a los niños. Son fuertes y resilientes. En Estados Unidos se cura el 97 % del cáncer infantil. Son más tolerantes a la quimioterapia y se sanan mucho más rápido". Como parte esencial de sus actividades, Vásquez tuvo que aprender mucho sobre medicina y sobre la condición humana.
Hoy trabaja a tiempo completo en la Sociedad de Lucha contra la Leucemia y el Linfoma (Leukemia & Lymphoma Society LLS). Una organización sin fines de lucro dedicada a la creación de un mundo sin cáncer de sangre. Desde 1949 invirtió casi US$ 1.600 millones en investigaciones y financia casi 200 subvenciones de investigación en todo el mundo, de acuerdo con cifras de su página web. Además, ha brindado más de US$ 243 millones en asistencia económica para los copagos y su misión es curar la leucemia, el linfoma, el mieloma y otros cánceres de la sangre. Brindan educación y conectan a las personas con recursos económicos y psicosociales. Sus aliados son los hospitales y los doctores.
Los costos nacionales para la atención del cáncer en Estados Unidos se estimaron en US$ 190.200 millones en 2015. La revista Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention estima que en 2020 la cifra subió a US$ 208.900 millones.
De acuerdo con Vásquez actúan en todo Estados Unidos y también pueden asistir a personas del extranjero. "Cuando llegó la pandemia fui la única trabajadora social del hospital que trabajó, estaba cansada; y esta sociedad me ofreció una posición como gerente del Centro de Recursos de Información". Fue un gran cambio porque se involucró en el teletrabajo desde 2021. Su equipo está conformado por 20 personas y su principal labor es apoyar a los trabajadores sociales y enfermeros oncológicos que están en contacto con pacientes de todo el mundo. Asimismo, impulsa el apoyo de manera interna con reconocimientos, igualdad de trato, programas de promoción, entre otros.
Parcialmente, Vásquez colabora en Resilience Lab como directora clínica, supervisa a las nuevas generaciones de trabajadores sociales que se gradúan en Nueva York y quieren trabajar en la práctica privada. Es mentora y educadora, le gusta compartir sus experiencias y su conocimiento. En este espacio se abordan temas relacionados con la salud mental y su alcance llega a Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Massachusetts y Connecticut, con aproximadamente 200 colaboradores. Su visión está orientada a que todo el mundo pueda acceder a una salud mental de calidad. Es una empresa que en 2022 recaudó US$ 15 millones en fondos por Viewside Capital Partners y Morningside, según PR Newswire.
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En su rutina siempre incluye correr en Central Park o visitar el gimnasio de su edificio. Juega billar, "es amiguera" y se considera como una foodie. En su carrera ha alcanzado varios logros y vislumbra retirarse en Ecuador. Una profesional con su background puede llegar a ganar hasta US$ 117.000 al año (US$ 9.700 al mes y US$ 56 por hora), según ZipRecruiter.
Esta quiteña fue la voz de la Fundación Make a wish, que cumple deseos a niños y niñas. Salió en la revista Time hablando de su trabajo y su biografía está impresa en el libro Who's Who in America, entre los 5.200 profesionales destacados de este país en 2023. Sus experiencias humanas son su mayor recompensa. Se siente agradecida con este país adoptivo y espera que en Ecuador esta área comience a tomar protagonismo. (I)