Yo no escribí esto
En un giro irónico y perturbador, este artículo que están leyendo no ha sido escrito por mí, Esteban Vivar. La inteligencia artificial ha alcanzado un punto en el que puede replicar mi estilo, mis matices y mis reflexiones, produciendo un texto que parece emanar directamente de mi pluma. Pero no se equivoquen: yo no escribí esto. Y esa revelación debería sacudirnos hasta la médula.

En 2019, durante una conferencia de tecnología en San Francisco, se presentó un poema atribuido al estilo del gran Walt Whitman. La sala quedó en silencio, embelesada por la profundidad y belleza de las palabras. 

Un fragmento decía:

“Canto al cuerpo eléctrico,
Los ejércitos de aquellos a quienes amo me rodean y yo los rodeo,
No me dejarán ir hasta que vaya con ellos, responda a ellos,
Y los descorrompa, y los cargue con la carga del alma.”

Al finalizar, el aplauso fue ensordecedor, hasta que el presentador reveló un detalle desconcertante: el poema no había sido escrito por Whitman ni por ningún otro ser humano. Había sido creado por una inteligencia artificial de OpenAI. La audiencia quedó atónita, cuestionando lo que significa la creatividad en esta nueva era tecnológica.

Este ejemplo resonó profundamente en mí. Recientemente, subí varios de mis artículos a un sistema de inteligencia artificial para que aprendiera a imitar mi estilo de escritura. Los resultados fueron tan precisos que podría haber jurado que yo mismo los había escrito. La IA no solo replicó mi tono y estructura, sino que también capturó matices y sutilidades que pensaba eran exclusivamente míos. Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre el futuro de la escritura y el impacto de la IA en nuestra creatividad.

Vivimos en una era donde la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, y la inteligencia artificial es su punta de lanza. Desde asistentes virtuales hasta sistemas de diagnóstico médico, la IA ha transformado innumerables aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, el hecho de que ahora pueda asumir la identidad literaria de un periodista plantea inquietantes cuestiones sobre autenticidad, ética y el futuro del periodismo.

Cada artículo que he escrito a lo largo de mi carrera es un reflejo íntimo de mis pensamientos, mis experiencias y mi visión del mundo. No se trata solo de palabras en una página, sino de una conversación profunda y personal con mis lectores. Pero ahora, una máquina puede imitar esa voz con una precisión inquietante, borrando la línea entre lo humano y lo artificial.

El impacto de la IA en el futuro de la escritura va más allá de la mera replicación de estilos. También está la cuestión del valor del trabajo creativo. Según un informe de PwC, se espera que la IA contribuya hasta 15,7 billones de dólares a la economía global para 2030, transformando múltiples industrias. Si una máquina puede producir contenido de alta calidad a un ritmo mucho más rápido y a un costo mucho más bajo que un humano, ¿qué pasará con los escritores profesionales? En el campo de la música, ya hemos visto ejemplos de esto. En 2020, una canción creada en su totalidad por una IA, llamada "Daddy's Car", imitando el estilo de los Beatles, se volvió viral. Aunque impresionante, la canción carecía de la chispa y la autenticidad que solo la experiencia humana puede proporcionar.

El uso de la IA para generar contenido periodístico podría parecer una solución tentadora en un mundo donde el tiempo y los recursos son limitados. ¿Qué periodista no ha deseado más horas en el día para investigar, escribir y pulir su trabajo? Pero este atajo tecnológico tiene un costo enorme. La confianza que los lectores depositan en nosotros se basa en la autenticidad de nuestras palabras. Al permitir que las máquinas escriban en nuestro nombre, estamos traicionando esa confianza y diluyendo la esencia misma de nuestro oficio.

Más allá de la cuestión de la confianza, está el tema de la propiedad intelectual y los derechos de autor. Si una IA puede escribir como yo, ¿a quién pertenece realmente el contenido? Esta cuestión se vuelve aún más espinosa cuando consideramos el potencial deshumanizante de esta tecnología. El periodismo no es solo una serie de datos y análisis; es una narrativa humana que requiere empatía, intuición y juicio crítico. Estos son elementos que ninguna máquina puede replicar.

No obstante, no todo es sombrío. La IA también puede democratizar la escritura y la creación de contenido. Pensemos en un joven aspirante a escritor que lucha por encontrar su voz. Con la ayuda de una IA, podría desarrollar su estilo, aprender técnicas narrativas y perfeccionar su habilidad para comunicar ideas complejas. La tecnología, en este sentido, puede ser una herramienta poderosa para potenciar la creatividad humana.

Sin embargo, debemos abordar este poder con precaución y responsabilidad. La capacidad de la IA para generar texto plantea riesgos de manipulación y desinformación. Según un informe de la Universidad de Georgetown, las IA podrían ser utilizadas para crear campañas de desinformación a gran escala, haciendo que sea aún más difícil para las personas discernir la verdad en un mar de información falsa. La capacidad de discernir entre una voz auténtica y una creada artificialmente se convierte en una tarea titánica para el lector promedio.

La pregunta crucial no es si la IA puede escribir como yo, sino cómo decidimos utilizar esta capacidad. Debemos tener una conversación abierta y reflexiva sobre el papel de la inteligencia artificial en nuestras vidas creativas y profesionales. La tecnología debe ser una herramienta que nos complemente, no que nos reemplace. La verdadera esencia de la escritura, la que proviene del corazón y el alma del autor, nunca debería ser sacrificada en el altar de la eficiencia y la precisión algorítmica.

Reflexionemos sobre el futuro que queremos construir y cómo la IA puede integrarse en ese futuro sin comprometer lo que nos hace esencialmente humanos: nuestra capacidad de sentir, pensar y crear desde la profundidad de nuestras experiencias y emociones. En el equilibrio entre la innovación tecnológica y la preservación de nuestra humanidad radica la verdadera evolución de la escritura.

Así que, mientras leen estas palabras, recuerden: yo no escribí esto. Pero mis pensamientos y mis inquietudes están presentes, guiando a la tecnología que me ha replicado. Esta paradoja es una llamada de atención sobre hacia dónde nos dirigimos como sociedad. ¿Permitiremos que las máquinas hablen por nosotros, o defenderemos con firmeza la humanidad que define nuestras palabras y nuestras vidas? (O)