Con preocupación y sorpresa los quiteños somos testigos del formidable avance de dos especies vegetales exóticas o ajenas a nuestro medio , que desde años atrás vienen causando graves trastornos en los ecosistemas ecuatorianos, la primera es la llamada” Susanita “ (Thumbergia alata) conocida también como “Ojo de poeta” o como “Ojo de buey”.
Planta trepadora nativa del sur de África, llegó como vistosa ornamental, especialmente para decorar cercas y jardines, sin embargo, su pésimo manejo la ha colocado como un vegetal altamente invasivo y cuya presencia resalta en quebradas, taludes, jardines y huertos. Se la aprecia en todo su esplendor - cumpliendo eficazmente su destructiva tarea - en las quebradas de Guápulo, Cumbayá, Tumbaco, Collaquí o el valle de Los Chillos.
Como toda invasora tiene un enorme poder de adaptación, se desarrolla entre los 1000 y los 3000 metros sobre el nivel del mar. Se reproduce por vía sexual (semillas) y asexual (espolones), de allí su permanente y rápido crecimiento. En épocas de lluvia su difusión es más profusa. Envuelve a árboles y arbustos creando un manto verde tupido y denso que impide el paso de la luz y por ende imposibilita la fotosíntesis de las plantas afectadas, que terminan muriendo por inanición.
La enredadera “Susanita” se caracteriza por tener unas llamativas flores anaranjadas con el centro de color negro, y en poco tiempo arrasa con todo tipo de plantas – especialmente endémicas- sin importar su tamaño o desarrollo, alterando la biodiversidad y el hábitat de otros integrantes del ecosistema como son aves e insectos. En su constante y gradual crecimiento “ahoga” a cercas vivas, a vegetación variada de quebradas, así como árboles (molles, arupos, algarrobos, etc.) y arbustos que cumplen un trascendente papel en el llamado “equilibrio ecológico”.
El vertiginoso progreso de esta invasora enredadera que además actúa como hospedero de varias plagas, ha cambiado no solo el paisaje citadino, sino que ha adulterado el ecosistema urbano de ciudades ubicadas a lo largo del Callejón Interandino , donde se notan transformaciones de todo tipo , desde cambios climáticos hasta afectaciones severas del suelo y como acostumbran expresar ecólogos y ambientalistas “un ecosistema saludable debe ser equilibrado, caso contrario un ecosistema desbalanceado determinará comunidades con altos riesgos de amenazas naturales”.
Desgraciadamente se dejó avanzar a este invasivo vegetal y cuando su presencia se hizo notoria en quebradas y taludes ya “Susanita” se había convertido en una realidad de impredecibles consecuencias.
Su control es puramente manual, no hay ninguna posibilidad de usar algún otro método más eficaz, pues se corre el riesgo de aniquilar las plantas afectadas. Por ello se recomienda evitar el crecimiento de esta tiránica trepadora mediante podas radicales pero muy especialmente eliminar su comercialización. Se la vende sin ninguna restricción en viveros y mercados de Quito y sus alrededores.
La Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en el año 1999 ubicó al llamado Tulipán Africano (Sphanode campanulata) entre las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.
Este frondoso y hermoso árbol está desde tiempo atrás entre nosotros, como lo está en Brasil, Colombia o Guatemala, por citar algunos países. Originario del África Ecuatorial (Angola, Sudán, Uganda y Ghana) se caracteriza por tener una colorida floración tan atractiva como letal para la abeja melífera y otros insectos polinizadores, cuyos afanes terminan en un pegajoso líquido que se halla en el interior de sus llamativas flores. Es decir, a más de las aspersiones no controladas de insecticidas neonicotinoides en los cultivos serranos- causa principal de su alta mortalidad - hoy las abejas tienen otro funesto enemigo que las mata en el acto o las deja moribundas.
El Tulipán Africano puede alcanzar hasta los 25 metros de altura y 10 de diámetro, una raíz - tipo rizoma - se extiende de manera superficial y/o subterránea en todas las direcciones. Su expansión y agresividad obedece a que en los extremos de esas raíces emergen nuevas plantas que luego se reproducen de la misma manera.
Esta condición fisiológica hace que el árbol sea altamente destructivo de parterres, andenes, cimientos y alcantarillas. Una especie arbórea exótica que es venenosa para los insectos polinizadores y que además destruye o modifica el sitio en que fue sembrado, debe tener un drástico control: poda manual inmediata (a ras del suelo) y desde luego su venta eliminada.
Inexplicablemente estos árboles fueron plantados – nadie da razones de ello- en el parterre central de la Ruta Viva por el Municipio de Quito o a la entrada de San Antonio y ahí están creciendo sin que las autoridades digan nada al respecto y como si fuera poco el Tulipán Africano es cultivado y valorado en los viveros municipales, su presencia generalizada alcanza parques y jardines, así como todo tipo de espacios verdes en Quito y sus valles.
Ante la agresiva e incontrolada presencia de “la Susanita” o el nefasto y “apadrinado “desarrollo del Tulipán Africano, es de esperar acciones de quienes –junto a la ciudadanía- están en la obligación de proceder: Ministerio del Ambiente, Ministerio de Agricultura, Municipio de Quito y las diferentes Organizaciones Ambientalistas y Ecológicas que han visto con total indiferencia el paulatino deterioro del entorno natural. El cambio climático mundial no solo es obra de las emanaciones gigantes de C02 o la tala indiscriminada de selvas y bosques sino también de las alteraciones- cada vez más frecuentes -de los frágiles ecosistemas que definitivamente perturban la biosfera. (O)