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El desafío no radica en eliminar a las élites, sino en transformar el sistema para que funcione al servicio de todos y sea sostenible a largo plazo. Esto requiere un compromiso con la transparencia, el respeto a las normas e instituciones, la equidad y la inclusión.

13 Diciembre de 2024 15.30

El Premio Nobel de Economía 2024, otorgado a Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson, destaca su impacto en la comprensión del desarrollo económico global. En su libro ¿Por qué fracasan los países? y en uno de sus estudios más famosos, Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo, este grupo de economistas demuestra que el progreso no se logra con medidas rápidas ni soluciones aisladas, sino con la construcción de sistemas institucionales inclusivos. En un mundo donde persisten las desigualdades, su investigación subraya cómo las instituciones inclusivas fomentan la prosperidad, mientras que las extractivas perpetúan ciclos de exclusión.

El trabajo de los autores distingue entre instituciones inclusivas, que garantizan derechos y propiedad, fomentan la innovación y distribuyen oportunidades, y extractivas, que concentran el poder en élites que priorizan sus propios intereses. En nuestro caso, estas élites no son exclusivamente económicas; incluiría actores sindicales, académicos, burócratas, políticos, militares y regionales. Todas buscan preservar su control, bloqueando reformas estructurales necesarias para un desarrollo equitativo. Ecuador es un ejemplo paradigmático de cómo esta diversidad de élites a lo largo de la historia ha podido capturar las instituciones y limitar el progreso.

Con 22 constituciones y numerosas reformas, Ecuador ha intentado, una y otra vez, rediseñar sus instituciones. Las élites políticas moldean sistemas que perpetúan su poder, incluso dentro de sus partidos; los sindicatos bloquean cambios laborales necesarios; las burocracias protegen su estabilidad, a menudo en detrimento de la eficiencia, la transparencia y la lucha contra la corrupción, y los intereses regionales priorizan agendas locales sobre un desarrollo nacional coherente. Este mosaico de poderes ha impedido que el país avance hacia instituciones verdaderamente inclusivas o, como se le llama comúnmente, la agenda país.

El legado colonial ofrece una explicación histórica. Según el trabajo de Acemoglu y sus colegas, en regiones como América Latina las instituciones coloniales, diseñadas para extraer riqueza, persistieron tras la independencia. Estas estructuras adaptaron su forma tras los procesos de independencia, pero no su esencia. En Ecuador, este legado se refleja en un modelo económico centrado en la exportación de recursos naturales, el cual no logra generar un bienestar más amplio. Reformas clave, como la dolarización, que ha generado un bienestar económico importante, han sido limitadas porque no han sido acompañadas por cambios estructurales en otras áreas que garanticen estabilidad y pluralismo.

El contraste con países que rompieron el ciclo extractivo resulta revelador. Inglaterra, por ejemplo, construyó instituciones inclusivas a lo largo de siglos, limitando el poder de sus élites y distribuyendo oportunidades. Desde la Carta Magna hasta las revoluciones parlamentarias del siglo XVII, este proceso creó un entorno en el que la innovación y la prosperidad colectiva florecieron. Ecuador, en cambio, sigue atrapado en un forcejeo de poderes que ni siquiera permiten resolver temas de corto plazo.

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El desafío no radica en eliminar a las élites, sino en transformar el sistema para que funcione al servicio de todos y sea sostenible a largo plazo. Esto requiere un compromiso con la transparencia, el respeto a las normas e instituciones, la equidad y la inclusión. Romper este ciclo es difícil, pero no imposible. Ejemplos como Corea del Sur y Alemania del Este tras la reunificación muestran que el cambio es posible con instituciones que promuevan la participación amplia y la rendición de cuentas.

El Nobel de 2024 no solo celebra el trabajo de estos economistas, sino que también plantea una pregunta crucial: ¿estamos dispuestos a desafiar las estructuras que perpetúan el subdesarrollo? Para Ecuador, esto significa repensar el rol de los líderes, del Estado y de sus instituciones, así como la larga temporalidad de los cambios, las reglas, las leyes y las preconcepciones culturales. Según los autores, necesitamos diseñar un sistema que redistribuya el poder y las oportunidades. No es una tarea rápida ni sencilla, pero es esencial para desbloquear el potencial del país. Hay que empezar poco a poco, pero de inmediato. (O)

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