Vocación vs Jerarquía: ¿Qué define a un buen docente universitario?
Invertir en la capacitación y mejora continua de los docentes es crucial para cultivar un ambiente educativo dinámico y enriquecedor que prepare efectivamente a los estudiantes para los desafíos del futuro.

En el ámbito universitario, la discusión sobre qué hace a un buen docente ha evolucionado significativamente. Tradicionalmente, se ha valorado mucho la posición jerárquica como criterio determinante para la contratación y promoción de profesores. Sin embargo, cada vez más voces plantean que la verdadera medida de excelencia docente va más allá de estos aspectos, involucrando elementos como la vocación, la pasión por enseñar, la interacción significativa con los estudiantes y, por supuesto, la experiencia profesional del docente, aunque no necesariamente la jerarquía que ocupa en sus trabajos.

Para fines académicos, es crucial destacar que la vocación se define como la inclinación hacia una profesión por el deseo de realizar un servicio o una labor específica, más allá de las compensaciones materiales o el reconocimiento externo. En el contexto universitario, la vocación docente se manifiesta en el entusiasmo y la dedicación que un profesor pone en sus clases, así como en su disposición para involucrarse activamente en el proceso educativo de los estudiantes.

Cuando un docente tiene vocación, se refleja en su compromiso auténtico con el aprendizaje y desarrollo integral de sus alumnos. Esta dedicación se evidencia en la meticulosa preparación de sus clases, la claridad al exponer los contenidos y su capacidad para motivar e inspirar el interés por el conocimiento entre los estudiantes. Sus clases son dinámicas y prácticas, donde se fomenta la participación activa, alejándose de la mera lectura de textos. Esta pasión contagiosa no solo facilita la comprensión de los temas, sino que también cultiva un ambiente de confianza y apertura que promueve un aprendizaje verdaderamente significativo.

Por otro lado, es razonable esperar que un profesor tenga un sólido bagaje teórico y práctico en su campo de estudio, respaldado por logros significativos en la investigación o en la práctica profesional. La experiencia es importante, pero la posición jerárquica no siempre garantiza habilidades pedagógicas efectivas ni un verdadero compromiso con la enseñanza.

Un ejemplo ilustrativo son los profesionales con cargos públicos o posiciones prominentes en el sector privado, reconocidos por sus logros externos pero que carecen de la pasión intrínseca por la enseñanza. La transición exitosa de la práctica profesional al ámbito académico requiere habilidades adicionales, como la capacidad de comunicar ideas complejas de manera accesible y el compromiso de adaptar el contenido a las necesidades y niveles de comprensión de los estudiantes.

En la práctica, las universidades enfrentan el desafío de equilibrar el reconocimiento de la trayectoria profesional de un candidato con la identificación y el fomento de la vocación docente. Es fundamental que los procesos de selección y evaluación de docentes consideren múltiples dimensiones de la competencia, incluyendo la capacidad de enseñanza, la interacción con los estudiantes, la innovación pedagógica y el compromiso con el aprendizaje continuo.

Las entrevistas y demostraciones prácticas son herramientas valiosas para evaluar no solo el dominio del contenido académico y la experiencia profesional, sino también las habilidades pedagógicas y la disposición para invertir tiempo y esfuerzo en el éxito académico de los estudiantes. Además, las evaluaciones periódicas por parte de los propios estudiantes proporcionan retroalimentación invaluable sobre la efectividad y el impacto de las estrategias educativas empleadas por los docentes.

El verdadero indicador de un buen docente universitario radica en su capacidad para inspirar, desafiar y guiar a los estudiantes hacia el logro de sus metas académicas y profesionales. Más allá de la entrega de contenido académico, un docente efectivo actúa como mentor y modelo a seguir, fomentando el pensamiento crítico, la curiosidad intelectual y el desarrollo de habilidades transferibles fundamentales para el éxito en el mundo laboral actual.

En conclusión, mientras que la jerarquía y la experiencia son aspectos importantes para evaluar la competencia de un docente universitario, la verdadera excelencia reside en la combinación de estos atributos con una genuina vocación por la enseñanza. Es fundamental que las universidades reconozcan y promuevan la importancia de la vocación docente al seleccionar y desarrollar a su cuerpo docente, asegurando así experiencias educativas enriquecedoras y significativas para todos los estudiantes. Además, invertir en la capacitación y mejora continua de los docentes es crucial para cultivar un ambiente educativo dinámico y enriquecedor que prepare efectivamente a los estudiantes para los desafíos del futuro. (O)