Termina el mes de julio y, aunque el solsticio llegó hace días y las olas de calor se instalan para marcar el apogeo del verano en el hemisferio norte, la noticia con la que despierto hoy no tiene que ver con la distopía cotidiana, sino con el recuerdo de los 80 años de la desaparición de uno de mis autores favoritos de la infancia: Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito. Su inquieto carácter y su profunda sensibilidad cautivaron y desafiaron el imaginario de mis propias aventuras e idearios de vida.
Cerca de ese lugar donde desapareció Antoine, empiezo a hacer una introspección para reflexionar sobre ese espíritu aventurero que todos poseemos, ese que es capaz de ayudarnos a enfrentar nuestros temores humanos y también nos abre las puertas a la osadía de desafiar lo que la escritora Irene Vallejo define como “la idolatría del éxito y el poder” convencionales. Aunque las circunstancias son diversas, viajar siempre ha sido parte de la naturaleza humana.
Según estimaciones de la Organización Mundial de las Migraciones (OIM), en 2020 había en el mundo cerca de 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3,6% de la población mundial. En relación con el Ecuador, en una encuesta publicada también por la OIM en marzo de 2024, el 63% de los ecuatorianos expresaron su intención de migrar al extranjero. Los destinos preferidos incluyen Estados Unidos y España.
Ahora, desde mi rol profesional, entiendo mejor las decisiones que enfrentan los jóvenes y sus familias para evaluar las alternativas de estudios fuera del país; creo que podría resultar interesante repasar esa experiencia con otras notas y matices que retratan lo que significa ese camino de cuestionar el estatus quo, para quienes exploran oportunidades académicas, pasantías, períodos sabáticos o experiencias laborales fuera de su país.
Todo empieza por un interés genuino cada vez más común: viajar para emprender una aventura y hacer propia una experiencia cosmopolita, la cual para muchos podría entenderse como un escape, pero para otros, como un llamado del destino. Volar a nuevas tierras y buscar una escala distinta donde calcen sueños no convencionales. Claro está, al igual que los balbuceos de un niño, los tiempos no son iguales para todos ni son mejores o peores; llegan en los momentos oportunos y, acompañados de una buena dosis de rigurosidad y planificación en el proceso, los resultados podrían ser eficientes.
Prescindir de la calidez de la zona de confort familiar y de la esencia del amor más puro es la primera duda que surge antes de dar el primer paso y decidir avanzar en la búsqueda. El atrevimiento libra una batalla con el no invitado pero siempre presente temor al fracaso, que imprime adrenalina y noches de insomnio a la entelequia.
Por ello, cuando hablo de rigurosidad, encuentro como un requisito indispensable de partida, más allá de la ilusión, la necesidad de contar con la habilidad y destreza (competencia) necesarias para realizar trámites en línea y fuera de línea, gestiones de búsqueda y otras actividades burocráticas relacionadas. Según Daniel Montalvo, los diccionarios profesionales de competencias como los de Hay/McBer se refieren a esta habilidad como orden y calidad, y el de Korn Ferry como atención al detalle. Yo añadiría una dosis sustancial de resiliencia, que incluye una actitud positiva frente a las asimetrías que se experimentarán en los servicios requeridos, muchos de los cuales se alargarán en el tiempo. Por lo cual, no estaría mal incorporar una importante dosis de paciencia en la “mochila de viaje”.
En cuestión de trámites, recordemos que siempre existen formas de hacer las cosas correctamente, aunque el proceso demore. Para ello, la mayoría de los destinos internacionales disponen de opciones muy claras para solicitar citas en línea, presentar documentos electrónicos e incluso acceder a un servicio de atención para solventar dudas.
También es relevante la organización de presupuestos adecuados, que incluyan información realista. Para ello, ayuda mucho explorar y comparar de forma previa datos como los precios de las opciones de vivienda, transporte, alimentos, supermercados, salud, servicios básicos y vestimenta.
En lo afectivo, si bien hoy la tecnología nos permite conectarnos de forma inmediata de diversas maneras, la experiencia personal podrá ser mejor vivirla cerca de un entorno de amigos y conocidos. Si eso no sucede, es fundamental tener clara la forma de comunicarse con un círculo de contactos a los cuales se pueda recurrir para solventar emergencias o contingencias. Si bien uno de los objetivos de estas experiencias es el autoconocimiento, parte de la riqueza es tener amigos y compañeros a los cuales se pueda recurrir con confianza aunque sea de forma excepcional.
El dominio del idioma y la cultura del país de destino es fundamental para el éxito, porque permite una mejor integración a la cotidianeidad. Por ejemplo, siempre les digo a mis estudiantes y sus familias que llegar a Europa con un nivel de inglés C1 aumenta las oportunidades de becas, pasantías y opciones laborales.
Como lo he mencionado en otras ocasiones, hay un grupo de conocimientos operativos que deben formar parte imprescindible de la “mochila de habilidades”. Esto es: conocimientos básicos gastronómicos para evitar que una parte importante del presupuesto se dirija a comidas fuera de casa, práctica del deporte como herramienta para “afilar la sierra” emocional y, finalmente, una gestión eficiente del ahorro para organizar de manera equilibrada los presupuestos diarios, semanales, mensuales y anuales.
En el caso de los estudiantes, recomiendo a las familias iniciar de forma oportuna los procesos preparatorios al menos tres años antes para que la experiencia sea satisfactoria. Este tiempo es adecuado para cumplir hitos clave como: evaluaciones de alternativas vocacionales, elección del destino, preparación en idiomas (aunque en el país de destino se hable español), selección de varios centros de estudio elegibles, requisitos de admisión, organización del ahorro, preparación de presupuestos realistas, exploración de opciones de vivienda y entrenamiento consistente en el fortalecimiento de las habilidades básicas de cocina, orden personal y gestión del dinero.
Finalizo reiterando que, si bien parte de la naturaleza humana es viajar, no es la panacea si no se cuenta con un propósito claro. Lo vertiginoso de la emoción de emprender un viaje como un escape puede ser contraproducente. Pero es claro que, vivir esta experiencia para las nuevas generaciones ya no es un privilegio, es parte de los nuevos escenarios laborales que tarde o temprano deberán experimentar los más jóvenes debido a la nueva dinámica global del empleo y el emprendimiento. (O)