La historia bien contada no tiene por qué ser aburrida; una década después de su muerte el historiador Jorge Salvador Lara (1926-2012) sorprende con una versión actualizada acerca de nuestra agitada historia; en la que consta la astucia del inca Atahualpa y además la mala idea de cambiar el nombre de Quito por el actual y geodésico Ecuador.
'Breve historia contemporánea del Ecuador', Planeta Colombiana S.A. 2023 es el libro de 609 páginas que permite entender de manera didáctica los períodos desde antes y durante el reinado inca y precolombino, hasta la colonia y la convulsionada etapa republicana.
La primera y más grande revolución fue la independencia, que comenzó en Quito con proclamas patriotas en 1809, la independencia de Guayaquil y Cuenca en 1820, la Batalla de Pichincha de 1822, y finalmente la separación de la Gran Colombia y el inicio de la República en 1830.
Abundante en anécdotas el escritor considera que el nombre más apropiado para nuestro país debió ser Quito, la tierra en la que reinaron los aborígenes quitus, que acumularon riquezas culturales y una identidad hasta ahora reconocida.
Un nombre geodésico
Pero ocurrió un cambio desafortunado, originado en las mediciones geodésicas de los académicos franceses en el siglo XVIII; ellos verificaron la existencia de la línea ecuatorial que divide los hemisferios sur y norte.
Incluso el autor recuerda que en tiempos de la Gran Colombia nos llamaban Departamento del Sur, para intentar menoscabar la identidad de Quito.
A modo de introducción el exdiplomático e historiador Salvador Lara resume su historia así: Huayna Cápac vino conquistador y terminó conquistado. Bolívar deliró en el Chimborazo. Sucre quería que le enterraran en el Pichincha, el volcán de su gloria.
Los viajeros extranjeros que por aquí pasaron, escribe el historiador, tuvieron no solo admiración por la belleza de esta tierra, sino que sintieron algo así como una indefinible seducción por su realidad y su pueblo.
Atahualpa, la mayor figura histórica
Huayna Cápac fue el gran emperador inca que tuvo dos hijos, el cusqueño Huáscar y el quiteño Atahualpa; su intención fue que cada uno reine en su espacio territorial, pero la envidia y la intriga llevó a una guerra sangrienta y fratricida.
Atahualpa, que había nacido en 1497, muy pronto se convirtió en figura histórica y señor del Tahuantinsuyo; logró unir a las antiguas estirpes reales de los incas del Cusco y de los quitus. Vivió muy cerca de su padre, fue su hijo preferido.
De hermoso aspecto físico, fuerte y arrogante, valiente en la guerra, magnánimo en la paz, no alcanzó a vivir más de cinco años en paz con su hermano Huáscar, que vino a Tomebamba y Quito para enfrentarlo en encarnizados combates.
En uno de ellos Atahualpa cayó preso, pero una noche, de acuerdo con el relato, su dios Sol lo convirtió en amaru (serpiente) y se escapó por una hendija; el episodio llenó de entusiasmo a sus huestes para seguir combatiendo a Huáscar.
¿Pero que fue lo que realmente pasó en la prisión? La doncella cañari Quella lo había visitado en la prisión y le entregó una barra de plata y cobre que había escondido entre sus ropas, con la improvisada herramienta Atahualpa perforó la pared y salió de prisión.
Una noticia inventada (ahora diríamos fake news) por el cacique, pero que convenció a todos de que el dios Sol estaba de su lado. La historia y el destino de Atahualpa, el señor del Tahuantinsuyo, pese a vencer a su hermano cusqueño cambiaría drásticamente con la presencia española.
Prisionero y en manos de Pizarro la historia registra uno de los episodios más dramáticos de traición en contra del inca quiteño.
El drama se instalaría en Cajamarca, Hernando se Soto sería el primer español que conoció a Atahualpa. En un intento por impresionar al inca, De Soto hizo caracolear ante él su caballo: La espuma de las fauces del equino salpicó al monarca quiteño, pero ni un músculo de su rostro se movió.
Morga, el presidente que superó a Velasco
Otro tema novedoso lo encontramos en el Quito del siglo XVII, apogeo y esplendor del Quito colonial, en el que sobresale un personaje sorprendente: el doctor Antonio de Morga, que gobernó Quito nada menos que 18 años, un récord que ni siquiera Velasco Ibarra pudo alcanzar.
Una de sus obsesiones fue la construcción de caminos de Quito con dirección al mar. Aunque fracasó en el de Esmeraldas, triunfó en el de Bahía, pese a que después de sus días desapareció el camino tragado por la manigua.
En su gobierno se estableció la Universidad de San Gregorio Magno y las artes avanzaron notablemente, pero algo tenía que salir mal, su administración fue corrupta, practicaba el cohecho, fue contrabandista e incluso gerenció un garito en Iñaquito.
El gobernante que más tiempo ha ejercido el poder en nuestra historia se explica porque supo comprender e interpretar las virtudes y vicios de nuestra sociedad y beneficiarse de ellos, anota el historiador como si se estuviera refiriendo a la política contemporánea. (O)