La crisis energética que vive el país es una evidencia más de que la industria está podrida. A pesar de nuestros privilegios, con generadores o con planes de datos para el uso de wifi; es fastidioso estar con cortes de luz y ahora también con cortes de agua. Nuestras rutinas cambian y nuestros gastos también y esto de cierta manera nos pone en una inestabilidad que nos reta aún más.
Sin embargo, hay negocios que tienen que modificar sus horarios, otros resignarse a que la venta de ese día sea cero y otros invertir para que la pérdida sea menor. Ellos son los más afectados, pero por su condición muchas veces prefieren arrimar más el hombro que quejarse de la situación.
Estamos consciente que este no es un problema netamente de este gobierno, es un problema que se viene ya arrastrando y dónde los escándalos de corrupción son el pan de cada día. Por donde se aplaste sale pus.
De hecho, los primeros detenidos por estafas al Estado dentro de toda esta trama de corrupción de casi 14 años fueron por escándalos de corrupción con la empresa estatal Petroecuador PEC, antes llamada Petroamazonas EP. La entrega de contratos y la venta del crudo son las que más hemos escuchado, pero también están los famosos “pronto pagos”, “calificaciones de bienes o servicios” y otros más específicos.
El petróleo y la energía han sido los sectores más codiciados para los pagos de favores, las cuotas políticas, las coimas y tantas otras formas de corrupción. Muchas de ellas han sido ya normalizadas por ser acuerdos entre empresas privadas. No obstante, no se puede minimizar el descaro de la corrupción.
Muchas empresas terminan cediendo a este ̈modus operandi” porque el precio de no hacerlo es quedarse sin trabajo o sin cobrar el trabajo ya realizado. Es en pocas una lucha de sobrevivencia; una lucha donde pones en juego tus principios y valores. Las empresas que ceden, a la larga, lo único que consiguen es seguir alimentando esta forma de hacer negocios. Puedo decir entonces que el famoso oro negro no le debe su apodo al color del petróleo. Hoy se lo debe a todas esas negociaciones sombrías que han podrido la industria.
Siendo una pequeña empresa nacional se tiene ya muchas desventajas ante este tipo de propuestas y el tratar de mantenerte limpio y ético te lleva muchas veces a cerrar. No sé si nuestro caso sea cerrar, pero sí de momento parar hasta capitalizarse un poco; confiando que los pagos atrasados lleguen y el querer hacer las cosas bien tenga el fin deseado.
De manera general las partes interesadas muy pocas veces comprenden esta dinámica. La presión que ejercen te hace dudar de si estás del lado correcto al no caer en estas trampas de la corrupción.
De hecho, ningún emprendedor o empresario quiere ver la caída de su esfuerzo. Nadie quiere cerrar, pero tampoco se puede estar en un lugar donde todo está corrompido y más que todo normalizado.
Las deudas, los pagos retrasados y la dificultad para cobrar un trabajo realizado y aceptado genera malestar en todos los actores alrededor de una organización. Más aún las de este tipo ya que los rubros en sí son más altos que en otras industrias. La crisis financiera es mundial y todos la sufrimos de cierta manera. Pero si a esto le sumamos los rubros de corrupción no hay muchas empresas que logren sobrevivir.
Si pensamos fríamente, los almuerzos, las entradas a espectáculos públicos y los viajes son distintas formas de corrupción pero que ya se han normalizado. Ahora solo nos sorprende transacciones sobre montos extremadamente altos. Si son valores relativamente bajos no nos asombra. Ese es el mayor problema.
Si ya la corrupción no nos sorprende, el cambio de autoridades no es la solución. Mientras los jugadores sigan siendo los mismos, el árbitro o el entrenador poco podrán hacer. Se necesita remover a las bases, cambiar las reglas de juego y volver a valorizar lo correcto y no lo inmediato.
Es un cambio de mentalidad que necesitamos. Hay que entender que el trabajo nos da beneficios y nos permite tener la vida que queremos pero que nada es mágico. Todo es un proceso y no podemos en dos meses ser grandes empresarios. Esa ambición a corto plazo sin sustento y esa normalización de pequeños malos actos son los que terminan justificando cualquier acto de corrupción. (O)