En el mes de enero del 2025 se está cumpliendo 25 años de haber introducido el dólar norteamericano como moneda de curso legal. En enero del año 2000 luego de una profunda crisis económica desatada en 1999 pero consecuencia también de problemas de años previos, el gobierno del ex Presidente Jamil Mahuad decidió dolarizar la economía ecuatoriana. En los meses anteriores el país registraba una inflación acelerada superior al 60% anual, una depreciación cambiaria acumulada de los últimos 12 meses del 260%, una violenta pérdida de reservas internacionales que hacía ineficaz cualquier intento de la política monetaria para defender la estabilidad cambiaria, además de una crisis bancaria originada en variadas causas que determinó la quiebra de más del 70% del tamaño bancario. La inestabilidad macroeconómica era de tal magnitud que en adición a una caída del PIB en cerca del 5% en 1999, las opciones para enfrentar la crisis no eran mayores, siendo la dolarización, sin lugar a dudas, la mejor opción. Las pruebas luego de 2 décadas y media ratifican este resultado.
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La dolarización no estuvo exenta de problemas, pues la crisis bancaria produjo pérdidas significativas para aquellos que habían mantenido ahorros en sucres, el estado absorbió un gasto fiscal de magnitudes superiores a los USD 5 mil millones, además del impacto social del problema presentado.
La adopción de este régimen exigía la aplicación de algunas decisiones de política económica, pues al mismo tiempo que la dolarización evitaba las presiones inflacionarias que el pasado registró por depreciaciones cambiarias o emisiones de dinero sin respaldo, volvía a la economía más susceptible y vulnerable ante shocks, sobre todo externos, más aún cuando no se mantenían ahorros fiscales. Entre las exigencias de este régimen por una política económica sin todas las herramientas monetarias y cambiarias, estaba la necesidad de generar menor grado de afectación por caídas de precios de productos de exportación, caso del petróleo, sortear cierres de financiamiento externo o aumentos de tasas de interés externas, enfrentar con mayor eficiencia crisis naturales como terremotos o crisis de salud como fue la pandemia del Covid, etc. Estos impactos menores requerían un manejo fiscal muy ordenado, la generación de ahorros fiscales, la preservación de las reservas internacionales acordes a los pasivos del Banco Central, la adopción de reformas económicas como delinear el rol del Estado en empresas públicas, el tamaño adecuado del sector público, la rendición de cuentas de perceptores de recursos del presupuesto del estado, un marco legal en el ámbito laboral moderno que aliente la contratación y no la complique, cambios de forma y de fondo en las áreas de pensiones y de salud de la seguridad social, entre otras.
Luego de 25 años, la gran mayoría de estas "exigencias" de la dolarización no se han producido, generando algunos problemas como ha sido la presencia de altas tasas de desocupación e informalidad, dependencia de cada vez mayores necesidades de deuda pública externa e interna, una baja calidad del gasto público, entre varias secuelas adicionales.
El resultado de aplicar la dolarización en los primeros años fue una caída importante de la inflación, el corte del drenaje de reservas internacionales que se frenó inmediatamente, el limitar el costo cuasi fiscal de tratar de frenar la depreciación cambiaria pagando tasas de interés sobre los 2 dígitos, el "desagio" que se aplicó como instrumento de ir convirtiendo tasas de interés en sucres a dólares habilitando con ello el financiamiento que estaba prácticamente suspendido por parte del sector financiero y poder entrar en un proceso continuo de recuperación económica.
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Ya en una visión de estas dos décadas y media, se registraron destituciones presidenciales y problemas políticos de diversa magnitud y naturaleza, pero la parte de la estabilidad económica no registró mayores embates. No se produjeron impactos ni en precios ni en pérdidas del poder adquisitivo de los salarios. El lado débil de esta experiencia es el bajo crecimiento económico y los problemas de ocupación antes mencionado.
El país debe fortalecer la dolarización e ir aplicando todas las tareas no cumplidas, pues la válvula de escape de esta inacción de la política económica no puede seguir siendo cada vez más deuda pública, el bajo crecimiento económico, el subempleo y desempleo.
Hasta el momento no existen formas ordenadas de salir del sistema cambiario de la dolarización que no sea una crisis económica, social y política de incuantificables efectos. La dolarización puede expulsarnos a todos cuando los dólares escaseen o "podría" ser a través de una decisión desacertada e irresponsable de algún gobernante, que sin duda acarreará una crisis económica global y del sistema financiero. Es de esperar que la cordura y la sensatez sea el comportamiento de cualquier gobierno futuro. (O)