La vida del hombre cotidiano parece que no cambia, pero cambia mucho sin darnos cuenta. Entre el siglo XX y el XXI ocurrieron tantos cambios, que cuesta entender que hayamos tenido una vida sin celulares, tabletas, internet y todas esas cosas que hoy parece que han estado con nosotros todo el tiempo. Sin embargo, lo que sucedió es que esto no fue así y hubo una generación que quedó atrapada en la mitad.
La tecnología ha avanzado de una manera tan irremediable que los que tenemos actualmente entre 30 y 50 años, somos el último eslabón en la cadena entre lo analógico y lo digital. El último experimento de la sociedad, al que no le dieron tiempo de acomodarse a los cambios anteriores para empezar a vivir con otros. Los que nacimos entre los 70´s y los 90´s somos una generación que quizás tuvo lo mejor de los dos mundos. Es la generación que inventó todos los cambios que hoy atormentan a la misma generación que la inventó (y a las siguientes).
Los chicos de hoy no saben del sucre ni la inflación, pero tampoco saben que antes teníamos enciclopedias en nuestras casas, unos libros gordísimos que servían para hacer deberes que debíamos escribirlos en máquinas de escribir. ¿Quién escribe a mano o máquina hoy en día?
Las pantallas táctiles no existían y las fotos se tomaban en rollos que luego se revelaban. La música venía en discos y casetes. Había teléfonos de disco conectados a un cable y cada casa tenía una línea (con suerte dos). La única videoconferencia que nos imaginábamos era la de los Supersónicos o la “Back to the Future (parte 2)”. Sin embargo, los mismos individuos que oían música en discos y alquilaban películas en los videoclubs, es la misma que ahora tiene Spotify, Netflix y PornHub. Los que escondían el teléfono inalámbrico debajo de la almohada para hablar con la novia a la madrugada, es la que ahora llama con un celular con pantalla táctil, identificador de llamadas y videoconferencia.
Hoy todo está en la web. ¿Tengo curiosidad por esta música? La descargo. ¿Quiero ver esta película? La bajo de internet. Tengo dudas sobre algún tema, googleo. Sin duda, en el siglo XX las cosas pasaban más lento. Los tiempos eran otros. Después pasó que aparecieron estos tiempos: más locos, ansiosos y veloces.
Podría parecer que haber nacido en el siglo XX es una falla del destino. Pero en realidad somos muy afortunados por haber aprovechado ambos mundos. Por un lado, lo analógico, el papel, la libertad de no tener un celular, los juegos basados en el sudor, el polvo y la mugre. Por otro lado, lo digital, los videojuegos, los playlists, You Tube, etc.
Estamos acostumbrados a encontrar a gente en Facebook o Instagram y compartir las vidas de conocidos y desconocidos. Sin embargo, los de esta generación, cuando conocíamos a alguien era una hazaña encontrar su teléfono. Había que ser creativos. Me pasó que conocí a una niña que me encantó y solo sabía el nombre y que vivía en Tumbaco. Así que, con esas dos variables, tomé la guía de teléfono, un libro gordísimo hoy inexistente, y empecé a buscar. Empecé por todos los de apellido Sáenz que aparecían listados y descartaba los que intuía no eran cifras de esa zona. Luego de eso, quedaron pocos. Descarté a las mujeres, porque Sáenz era el apellido paterno. Luego a llamar a los que sobraban, uno por uno, esperando tener un poco de suerte y que no haya homónimos. Eran momentos muy tensos los que se vivían en ese entonces. Podía fallar, pero valía el intento. El final de la historia es que fue mi novia y el teléfono todavía me acuerdo. Hoy, en cambio, con el nombre (y quizás con una foto) la buscas en internet, asoman varias imágenes, identificas la correcta, le sigues en una red social, le das dos “likes”, mandas un mensaje y todo tan aburrido. Si te responde es tremendamente efectivo. Si no lo hace, es efectivo, pero triste. Y tampoco hay la necesidad de memorizar el número de teléfono.
Nacimos analógicos, crecimos en una trepidante transformación, y envejeceremos ya completamente digitales. Así, aunque con algo de romanticismo y nostalgia, quienes tuvimos el privilegio de probar ambos mundos, estamos más o menos convencidos de preferir esta época, estas herramientas y recursos para vivir mejor. Con esto no quiero quedarme en la melancolía de los viejos tiempos. Más bien todo lo contrario. Nada como vivir en esta época. Solo digo que somos la envidia de la Humanidad ya que además de vivir una pandemia, la inteligencia artificial y el internet, vivimos de primera mano lo que era no tener tanta tecnología y haber sobrevivido para contarlo. (O)