Tener un auto en Nueva York es un problema y no tener un auto en Nueva York también es un problema. La frase la escuché hace algunos años durante una visita a la Gran Manzana y no hay duda de que se aplica en otras ciudades. En Quito, por ejemplo, circulan más de 500.00 vehículos y moverse por la ciudad en auto propio puede ser una tortura.
En medio de esta realidad, acaba de entrar en operación el Metro. Es la nueva apuesta de la capital del Ecuador en su afán de alivianar el intenso y abrumador tránsito vehicular. Hoy en día la congestión no tiene ni horario, ni horas picos, pueden ser las siete o las diez de la mañana, las cuatro de la tarde, así como las ocho de la noche, el caos vehicular es una constante en las calles de la carita de Dios.
En esta coyuntura de embotellamientos, trancones, semáforos y conductores desesperados llega el Metro; cada unidad tiene capacidad para transportar 1.200 personas, además permitirá que los usuarios lleven en su interior bicicletas y scooters. En teoría, es un sistema de movilidad sostenible y solo en la mañana del 1 de diciembre pasado unas 20.000 personas usaron este sistema. Ahora habrá que ver si en realidad ayuda a disminuir el tránsito que ya nadie soporta.
Más allá de la entrada en operación del Metro, que personalmente considero una buena noticia, me atrevo a decir que Quito es una ciudad adicta a los autos (tal como leí hace poco en redes sociales). Y para sostener esa afirmación me permito compartir algunas cifras.
La Agencia Metropolitana de Tránsito calculó a inicios de este año que en la ciudad circulan alrededor de 520.000 vehículos. Y según datos del colectivo Quito cómo vamos se cuentan casi 200 vehículos por cada 1.000 habitantes.
Otro dato, en este caso de la Secretaría de Movilidad, señala que el 73 % de la población de Quito usa el transporte público como modo de movilización motorizada. Estas y otras cifras muestran lo que repiten cada día los expertos y distintos estudios: los países de América Latina necesitan frenar el crecimiento de la demanda de vehículos privados y mejorar los sistemas de transporte público. Otra tarea es ofrecer opciones de transporte no motorizado y allí entran las más fáciles y básicas: la bicicleta y caminar a pie.
Todos los que nos movemos en la capital del Ecuador, a cualquier hora, lanzamos números y sumamos las horas que destinamos para ir de la casa a la oficina o de la universidad a donde los amigos. Son cientos de horas anuales desperdiciadas en las vías y eso no es bueno.
En mi caso soy un fiel usuario del transporte público y de la bicicleta. Además me encanta caminar por la ciudad, siempre con las antenas encendidas y los ojos bien abiertos. Me preocupa mucho la movilidad y estoy atento a las ideas que se enfoquen en esta problemática.
Por ejemplo, recuerdo que hace algo más de un mes surgió un plan piloto que pintaba bastante bien. Se trataba de un carril exclusivo para los buses que ingresaban a Quito desde Los Chillos y Carapungo. Fui testigo de la efectividad del proyecto. Los 50 minutos que duraba el recorrido entre la zona de El Triángulo, en San Rafael, hasta la parada de buses de la Universidad Salesiana, se redujo a 30 minutos. Eran buenas noticias, pero el plan se desarmó porque –según me explicaron en una cooperativa de buses- los dueños de los vehículos particulares se quejaron. Lo que era una gran idea para quienes usamos transporte colectivo, se truncó de golpe.
Este hecho demuestra que los automóviles y sus dueños no están dispuestos a ceder su espacio a los buses. También deja ver que falta mucho para tener una educación vial de verdad, en la que se entienda que los autos no son la solución. Además es una oportunidad para que la dirigencia del transporte entienda que su rol es fundamental y que es necesario mejorar el servicio y el trato a los pasajeros.
Lo de la movilidad no es un tema fácil. Existen muchas aristas, varios actores y múltiples opciones que pueden llevarnos a una ciudad más fácil de transitar. Tarea para todos los que nos movemos en esta o cualquier ciudad. (O)