Para aprovechar el éxtasis futbolero que trae Catar 2022, qué tal esta propuesta de emprendimiento para paliar los actuales tiempos aciagos en los que todos debemos empezar a buscarnos la vida como podamos: crear una app que haga videoarbitraje de parejas. ¿Alcanzan a dimensionar la mina de oro de la que estamos hablando? ¿Saben cuántos disgustos y tiempo mal gastado se evitarían si instaláramos un VAR (Video Assistant Referee) en la vida de cada pareja? Qué le hace una app más al tigre?
El pitch para los inversionistas debe ir más o menos en este tono: la intención es básicamente disminuir a cero (o casi) las fallas de memoria -intencionales o no? y las interpretaciones que suelen dar pie a las peleas/resentimientos de pareja. Ergo, el mundo sería un lugar más amable o menos complicado para todos, emparejados o no. Y eso ya es ganancia. Créanme.
Estoy casi segura de que por lo menos nos relacionamos con unas 7 personas al día que están amargadas por esta razón. Uno se las topa en la calle (al volante o a pie), en la oficina (las raras veces que vamos), en los centros comerciales, en las panaderías, en los parqueaderos (con bastante frecuencia), en las farmacias, en los restaurantes y, a veces, en la propia casa...
La idea tampoco es sacar el VAR a cada rato, por el mínimo desacuerdo, porque el abuso del recurso termina minando su autoridad. Deslustra su magia. Tenemos por testigos a millones de fanáticos del fútbol que están hasta la coronilla del bendito VAR y sus goles interruptus.
Para los desacuerdos menores se debe utilizar la herramienta de siempre, una reliquia del mundo analógico: la madurez emocional. Nuestro cableado original viene con esa aplicación, sino que no siempre es fácil de encontrar y de activar, pero les juro que ahí está. Empiecen a buscarla si aún no se han topado con ella; o a reactivarla, porque a veces se queda colgada.
Perdón por la digresión, volvamos al VAR para parejas, cuya implementación además no es costosa porque está casi hecha. Ya todo el aparataje de vigilancia -escucha y mira? está instalado. Quien tenga un teléfono celular inteligente (o ni tanto) o una computadora con un ojito en la parte superior de la pantalla, ya casi que está listo para ponerlo en marcha.
Solo toca organizar una delegación que vaya a Silicon Valley a pedir a los gigantes de la tecnología que nos permitan el acceso a nuestros archivos privados. No es chiste; nos tienen que autorizar a entrar en los zillones (traducción literal y arbitraria de zillions) de información de nuestra propia vida que ellos almacenan. Si logramos convencerles, estamos del otro lado.
¿Se imaginan a cuanto planificador de bodas hay sobre la faz de la tierra ofreciendo como parte de su paquete integral de servicios el VAR de parejas? Yo sí y no lo hago solo por codicia (aunque un poco sí) sino por el bien que se le haría a la humanidad. Obvio que no solo aplica a parejas casadas, aunque son un nicho enorme. Ojalá que los arrejuntados, los que están juntos pero no revueltos, los poliamorosos y cualquier otra variedad también se beneficien de las bondades de este VAR.
Con ese tercero imparcial impartiendo razón 24/7 a quien le corresponda, la convivencia sería mucho más fácil. Y el equivocado/a debe comprometerse a acatar, como en el fútbol; le guste o no. Se acaban los aquí puse y no aparece, yo nuuuunca dije eso, te juro que sí te conté y un interminable número de frases por el estilo. Y el juego -es decir, la relación- sigue su curso.
El VAR de parejas funcionaría más o menos al siguiente tenor: 1. Surge el comportamiento o palabra problemáticos. 2. Un miembro de la pareja se siente afectado y reclama al otro. 3. Ese otro finge demencia, cambia el orden de los factores y altera el producto y/o lo niega todo. 4. El afectado anuncia que aplicará el VAR y abre la aplicación en el dispositivo en el que la haya instalado. 5. En un período de entre uno y treinta minutos, el VAR de parejas recoge la información, la coteja y arroja un veredicto que es entregado simultáneamente a los correos de ambos involucrados. 6. Se lee, se acata; el ofensor ofrece disculpas y no se habla más del tema. Fin. Sencillísimo. Ahora sí, que comience el 2022. (O)