Desde la infancia hasta la etapa adulta la vida nos presenta desafíos de todo tipo y son las emociones las que se modulan para ir superándolos. Siendo niños vemos como aquello que no se cumple o se consigue se transforma en frustración y de adultos es algo parecido, la diferencia es que el adulto cuenta o debería tener la habilidad para regular sus emociones y de manera continua volver a empezar, superando así, la resignación y apatía frente a los retos que enfrente.
Dentro del campo emocional se presenta una emoción que por mucho tiempo ha sido catalogada como fuerte, intensa e incluso negativa. Se trata de la ambición.
La ambición se define como un deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama. Es desear vivamente o ansiar (una cosa) (RAE, 2021). Esta emoción vista desde el lado negativo es aquella fuerza que impulsa a conseguir algo, sin importar los medios, dicho de otra forma, sin importar a quien o quienes tenemos en frente. Ya en nuestro país tenemos claros ejemplos de una visión llevada al extremo de esta emoción, que sin duda nos puede aclarar el por qué, de tanta corrupción.
Pero, más allá de este lado negativo encontramos que, la ambición bien regulada nos puede conducir a cumplir metas, aspiraciones y sueños. Por tanto, se encuentra en el lago opuesto de la resignación o apatía.
Incluso puede estar relacionada con el ámbito académico porque los estudiantes que mantienen una alta expectativa de sí mismos y autoeficacia pueden establecer metas más elevadas, ser protagonistas de su propio aprendizaje y buscar oportunidades para el desarrollo profesional.
Investigaciones sugieren que la ambición en los niños puede desarrollarse de manera temprana y tiene una conexión significativa con la motivación y el rendimiento académico. Un estudio realizado por la Universidad de Montreal reveló que los niños que tienen metas ambiciosas y una fuerte motivación intrínseca tienden a sobresalir en el ámbito educativo. Además, se encontró que la ambición infantil está estrechamente relacionada con la autoestima y la persistencia frente a desafíos.
Fomentar un entorno que promueva metas y aspiraciones saludables desde una edad temprana puede tener un impacto positivo en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños. La ambición, cuando se guía de manera positiva, puede convertirse en una fuerza motivadora que impulsa a los niños a explorar sus habilidades, enfrentar desafíos y trabajar hacia el logro de sus metas.
En el mundo en que vivimos la ambición puede impulsar la innovación y la creatividad.
Para Daniela Heredia (coach) la ambición puede ser vista como un gran deseo de superación, de tener metas y anhelar conseguirlas. Es un deseo de cambio, que te permite perseguir algo mejor, está atada al optimismo y es la emoción que genera un sentido a lo vivido.
Por lo general, todos tenemos un saldo pendiente con nosotros mismos, quizá una meta perdida o un sueño que se quedó en lista de espera. Sí, está en tus manos superar el pasado, aprender de él y ser el protagonista una vez más de tu propia historia y de tus decisiones. (O)