En 2016, Donald Trump agitó el tablero geopolítico con su retórica incendiaria sobre la OTAN. Cuestionó la contribución de los aliados europeos, insinuó que EE.UU. pagaba más de lo que le correspondía y hasta amenazó con retirarse de la alianza. Seis años después, con una nueva campaña electoral en marcha, Trump vuelve a poner sobre la mesa esa amenaza. ¿Es posible imaginar una Europa sin el respaldo militar de Estados Unidos? La respuesta es, quizás, más alarmante de lo que quisiéramos admitir.
La OTAN fue diseñada como un pacto de defensa colectiva. Desde su fundación en 1949, la idea era simple: un ataque a uno es un ataque a todos. Pero lo que no se menciona tan a menudo es que, detrás de esa poderosa promesa, siempre estuvo el músculo militar de Estados Unidos. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa se encontraba devastada. Sin recursos y con ejércitos debilitados, su seguridad quedó a merced de la potencia que cruzaba el Atlántico. Fue EE. UU. quien colocó bases, tropas y armas (incluyendo nucleares) en suelo europeo, convirtiéndose en el garante de su paz.
Tal vez te puede gustar: Murió un genocida
La Guerra Fría terminó, el Pacto de Varsovia desapareció y la Unión Soviética colapsó. Parecía el momento para que Estados Unidos se retirara, dejando a Europa defenderse sola. Pero, en lugar de eso, la OTAN se expandió, incluyendo a más países del antiguo bloque soviético. Y aunque Estados Unidos redujo su número de tropas, nunca abandonó el continente.
Con el ascenso de Trump, esa relación parece estar nuevamente en la cuerda floja. Durante su primer mandato, criticó abiertamente a los miembros europeos de la OTAN por no alcanzar el compromiso de gastar al menos el 2 % de su PIB en defensa, un acuerdo alcanzado en 2014. Y aunque sus amenazas no fueron completamente cumplidas, dejó en claro que, bajo su liderazgo, la paciencia de EE.UU. tenía límites. "No es justo para los contribuyentes estadounidenses", repetía. Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania en 2022 revivió la urgencia de cumplir con ese compromiso. Países como Polonia y los estados bálticos, que comparten frontera con Rusia, han liderado la carga para aumentar el gasto militar, mientras que otros, como Alemania, están apenas comenzando a ponerse al día.
La realidad es que, a pesar de las críticas de Trump, Estados Unidos sigue siendo el pegamento que mantiene unida la defensa europea. Un análisis reciente mostró que, aunque Europa tiene casi dos millones de soldados, su capacidad de movilizarlos rápidamente es limitada. Muchos países han reducido drásticamente sus fuerzas armadas debido a recortes presupuestarios y, en algunos casos, falta de reclutas. Además, Europa sigue dependiendo de Estados Unidos para elementos clave como misiles de largo alcance, aviones de carga pesada y tecnología de inteligencia. Y lo que es más crucial, las armas nucleares de Estados Unidos siguen siendo el principal disuasivo contra una posible agresión rusa.
Lee también: La pandemia de la fatiga moderna
Aún así, en los últimos años, Europa ha mostrado algunos signos de despertar. Polonia, que históricamente ha sido escéptica de Rusia, está presionando para elevar el objetivo de gasto de la OTAN al 3 % del PIB. Francia, bajo el liderazgo de Emmanuel Macron, ha sugerido la creación de un ejército europeo. Pero estas iniciativas, aunque alentadoras, están lejos de ser suficientes para reemplazar el papel de EE.UU. en la seguridad del continente.
Entonces, ¿qué pasaría si Trump, en un segundo mandato, cumpliera su amenaza y retirara a EE. UU. de la OTAN? Aunque legalmente no puede hacerlo sin la aprobación del Congreso, existen estrategias para reducir significativamente la participación estadounidense sin una salida oficial. Los analistas conservadores ya están trabajando en planes para una "OTAN inactiva", donde EE.UU. mantendría solo una presencia naval y aérea en Europa, o una versión de la OTAN en la que solo los países que cumplan con sus compromisos de gasto recibirían apoyo.
La retirada de las tropas estadounidenses dejaría a Europa en una situación precaria. Los ejércitos europeos, aunque avanzados tecnológicamente, no están equipados para reemplazar rápidamente las capacidades estadounidenses. Sin el paraguas nuclear de EE.UU., es probable que países como Alemania se sientan presionados a desarrollar sus propias armas nucleares, algo que podría desestabilizar aún más la región.
La posibilidad de una crisis en Asia, con China amenazando a Taiwán, también complicaría el escenario. Estados Unidos ya está desplazando más recursos hacia el Indo-Pacífico, y un conflicto con China obligaría a Washington a redirigir aún más de sus activos militares. En ese escenario, Europa tendría que defenderse sin la ayuda de su aliado más poderoso.
El tiempo se está agotando. Si Europa no se prepara adecuadamente, podría encontrarse sola ante una Rusia agresiva y una creciente inestabilidad global. Los líderes europeos, que han disfrutado de décadas de paz bajo la protección de EE.UU., deben enfrentarse a una realidad incómoda: el futuro de su seguridad ya no está garantizado. Como diría Trump, "Europa es rica, puede hacerlo sola". La pregunta es, ¿está realmente preparada para hacerlo? (O)