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Cuando tengo en mis manos un buen libro, me descubro a veces acariciando sus páginas como una suerte de deleite sensorial que acompaña en silencio mi lectura. Sé entonces, al percatarme de tal efecto, que estoy disfrutando de esa obra y que, en mi mente, empiezan a ordenarse las palabras de lo que escribiré al respecto en un futuro cercano.

14 Enero de 2022 14.33

Miguel de Cervantes dijo: “cuando terminas un buen libro no se acaba, se esconde dentro de ti”. Sin duda todos los libros que han pasado por nuestra vida, de un modo u otro, permanecen almacenados en nuestro interior, pero también estoy convencido de que en todos esos libros se oculta una parte íntima de los lectores que pasaron por ellos: sus huellas, sus roces, sus maltratos, sus caricias inconscientes, los accidentes inevitables con el café o con el vino, y, cómo no, su desprecio o su abandono, entre otras circunstancias. 

Cuando tengo en mis manos un buen libro, me descubro a veces acariciando sus páginas como una suerte de deleite sensorial que acompaña en silencio mi lectura. Sé entonces, al percatarme de tal efecto, que estoy disfrutando de esa obra y que, en mi mente, empiezan a ordenarse las palabras de lo que escribiré al respecto en un futuro cercano. 

'Un día cualquiera' (Editorial Planeta, 2021), es el título de la nueva novela del escritor Carlos Arcos Cabrera, cuya pluma pulcra y versada, que ya nos ha entusiasmado a los lectores con novelas como 'El invitado', 'Memorias de Andrés Chiliquinga' o 'Saber lo que es olvido', se ha lanzado en esta ocasión a la aventura de contarnos la historia novelada de los hermanos Diego y Francisco de Arcos, (quizás parientes lejanos del autor), pertenecientes a una familia de judíos conversos que se ven obligados a renunciar a su fe para salvar la vida en aquellos atribulados y oscuros tiempos de la inquisición y de los horrores cometidos por el Santo Oficio.

Arriesgada y muy bien resuelta esta apuesta de Carlos Arcos al internarse en la historia del siglo XVI, en las pequeñas localidades de Sevilla y San Lúcar, desde donde parten las naves cargadas de sueños y ambiciones hacia las misteriosas Indias, que pocos años antes han sido descubiertas por el Almirante Colón. 

En medio de aquella incesante persecución, ante las espeluznantes escenas de la quema de herejes, renegados y pecadores en las plazas públicas de las ciudades españolas, Francisco, el mayor de los hermanos decide embarcarse en esa aventura de imprevisibles resultados. Durante diez años, el joven se verá involucrado en las luchas por la conquista de Cuba, México y Guatemala. Allí conocerá el amor, pero también aprenderá el arte de matar y sobrevivir. Se unirá a las tropas de Hernando Cortés y descubrirá la ciudad más esplendorosa que ha conocido la humanidad: Tenochtitlan, el reino de los mexicanos y del rey Moctezuma, que también marcará con sangre su vida. “De pronto, en un claro del bosque, se abrió el horizonte y vimos en lo profundo del valle la gran ciudad de Moctezuma. Yo, que tengo la certeza de la muerte; yo, que soy el último de los que vieron por primera vez aquella ciudad, pues todos han muerto, lo único que desearía llevarme a la otra vida es esa imagen de Tenochtitlan”. Finalmente, Francisco sucumbirá a la ambición y al poder brutal del oro. 

Al regresar a su patria, acompañado de dos sirvientes de las Indias y de una buena alforja de oro y piedras preciosas, descubrirá que el tiempo parece haberse detenido para la familia en su natal Sevilla. Junto a su hermano Diego, que también ha regresado del nuevo mundo si mayor suceso, emprenderán un nuevo viaje a Birú, lo que hoy es el Perú, la nueva tierra prometida para los conquistadores.

Con una prosa ligera y lenguaje de época, Carlos Arcos nos regala esta magnífica crónica novelada sobre la conquista de este verde continente americano y su fusión con el viejo mundo europeo. (O)

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