Un poco de Richard Carapaz es lo que todos necesitamos. El 2021 ha sido un año de replantear metas. Algunos lo tomaron con pausa y otros, en cambio, decidieron no ceder. Carapaz fue uno de ellos. Ganó el Tour de Suiza y quedó tercero en el Tour de Francia convirtiéndose en el vigésimo ciclista en alcanzar podio en las tres competencias más importantes. Además, el 24 de Julio 2021 ganó medalla de oro en los Juegos Olímpicos superando a los favoritos como Pogacar, Roglic y Wout van Aer. Gracias a su esfuerzo Ecuador alcanzó su segunda medalla Olímpica en los juegos de Tokio 2020+1; 25 años después de la de Jefferson Pérez.
El ejemplo de este deportista impacta aún más por las circunstancias que vive el país. Estábamos acostumbrados a salir en las noticias por escándalos de corrupción, por el ranking de pobreza. Pocas veces estamos en la primera plana de todos los diarios del mundo por un hecho positivo y enorgullecedor.
Con el nuevo gobierno hemos optado por mostrar una actitud más conciliadora y positiva. Estamos viviendo un proceso de reconstrucción interna por decirlo de alguna manera y estas demostraciones nos permiten ver las cosas con otro enfoque. Se respiran nuevos aires y empezamos a creer en nosotros mismos. Las hazañas de la locomotora del Carchi nos llenan no sólo de orgullo sino que nos demuestran que los sueños se cumplen como él mismo lo dijo en sus declaraciones. Lo que siempre nos faltó fue amor por nosotros mismos para creer en nuestras capacidades y no intimidarnos por el éxito. Hoy lo estamos logrando gracias a líderes como Carapaz que fortalecen el orgullo de ser ecuatorianos. Contamos entonces con líderes más cercanos y lo más valioso de sus enseñanzas es que no debemos dejar de creer en nosotros mismos.
La historia de Richard es similar a la de muchos ecuatorianos que han intentado llegar alto. Cuántos empresarios al igual que él han luchado contra un sistema corrupto y mediocre que limita cualquier intento de ser mejor. El gobierno en vez de ser un apoyo muchas veces fue un enemigo. Sin embargo, él logró llegar a lo más alto por su propio esfuerzo. Con esto nos demuestra que por más que nos falte apoyo, nunca debemos perder el objetivo. Gracias a su disciplina, a su tenacidad y a su resiliencia logró vencer no sólo obstáculos en el país sino también fuera. Estos caminos empedrados también lo pasan emprendedores que hoy después de su esfuerzo han logrado posicionar al Ecuador en lo alto. Por ejemplo, el cacao ecuatoriano ya no es solo reconocido como materia prima sino como producto final gracias a marcas como PACARI que le apostaron a la producción local. Por ello debemos asimilar esto de manera proactiva. No debemos desmayar por alcanzar nuestros sueños mientras estemos seguros de nuestras capacidades. Ahora vemos las cosas con confianza y con paciencia; y aunque pudimos identificarnos en algún momento con las fuertes declaraciones de Carapaz también podemos apropiarnos de su perseverancia y empuje. En especial de su sencillez y su madurez para aprovechar cada una de las oportunidades sin dejar su esencia.
Como ecuatorianos estamos aprendiendo a identificarnos con hitos positivos y a valorarnos en nuestras individualidades. Este baño de patriotismo se lo debemos a deportistas que nos han demostrado que somos buenos para eso, a empresarios que han apostado por el mercado local dándonos lo mejor de sus productos para consumo interno y no solo para exportación y a los jóvenes que han decidido quedarse en Ecuador para abrirse camino.
El legado que deja Richard Carapaz es enorme y todavía no podremos medirlo. Simplemente debemos agradecerle por llevar nuestra bandera hasta lo más alto en el deporte y por no haber flaqueado cuando las cosas parecían imposibles. Si todos aplicamos un poco de lo que ha hecho la locomotora nuestro futuro será más alentador. (O)