No es coincidencia que si buscamos en Instagram a un hotel, a un restaurante o a una prenda de vestir empecemos a ver posts similares a los que buscamos. Todo el feed empieza a estar relacionado con nuestra primera intención de búsqueda. Esto no solo nos da un abanico de opciones, sino que nos bombardean tanto con publicidad asociada que terminamos convenciéndonos de comprar aquel bien o servicio que empezó solo siendo una remota posibilidad.
Ahora sabemos que Instagram, Facebook y Twitter así como algunas otras redes sociales funcionan bajo algoritmos en los que identifican lo que vemos, buscamos o hasta hablamos y por eso nos genera contenido sobre dicha búsqueda. Esto nos induce a la compra y es el mayor éxito de estas redes sociales. Por esta razón es que todo tipo de marcas ha migrado a la publicidad y a la generación de contenido en estas redes sociales.
Pese a que muchas veces cuestionamos este algoritmo y hasta nos sentimos acosados, si tan sólo hiciéramos lo mismo con nuestras decisiones y nuestros sueños veríamos que no es tan mala aquella estrategia.
Es decir, que si soñamos con conocer París, pues debemos empezar a llenar nuestro cerebro de imágenes de París, actividades en París, y entonces empezaremos a trabajar para tener ya sea el tiempo y/o los recursos para alcanzar ese sueño. Debemos hasta juntarnos con personas que ya hayan estado en esta ciudad y nos puedan dar tips; de esta manera aquel sueño lejano se va volviendo más cercano y más real. Necesitamos empujarnos en un contexto asociado al sueño y eso es lo que generan los algoritmos en las redes sociales.
En un corto o mediano plazo terminamos yendo al restaurante, comprando la blusa o cualquiera otra intención que hayamos tenido. Lo mismo se va a aplicar a nuestros sueños. Estos se van transformando en metas y luego en éxitos si nos visualizamos en ellos tanto con personas que nos aporten como con un contexto asociado que se convierta en ese empujón que todos requerimos.
No siempre será fácil y es que hay metas que toman más tiempo o que se van alejando por situaciones que están fuera de nuestro control, pero no por ello debemos dejar de utilizar este algoritmo. Debemos trabajar en nuestra disciplina y persistencia más no en alejarnos de ellas. Utilicé esto para un viaje a Guatemala con mi familia ya que quería decididamente conocer un hotel en el Lago de Atitlán y después de la peor parte de la pandemia lo pude lograr. Lo mismo lo apliqué para un viaje con mi mejor amiga y ahora lo estoy haciendo para el siguiente año visitar a mi hermana francesa y para regresar a Machu Picchu con mi sobrina mayor.
Si lo mismo lo hacemos a nivel de cultura organizacional de una empresa creo también que los resultados de las planificaciones estratégicas podrían ser más contundentes, organizados y con mayor compromiso de todas las partes interesadas. El cerebro empieza a alinearse con el objetivo inconscientemente y sin mucho esfuerzo podremos hacer tareas para llegar a él.
Somos lo que atraemos y por eso es clave decretar las cosas que anhelamos para que se vuelvan parte de nuestra rutina y de nuestro trabajo diario. La diferencia entre el algoritmo y la intención en nuestro cerebro es que no necesitamos contratar a nadie para que genere ese algoritmo sino que la fuerza y constancia del mismo dependerá únicamente de nosotros y el esfuerzo que hagamos. (O)