Décadas atrás, antes que el siglo XX se parta por la mitad, cuando existían periódicos y revistas de papel en Quito, llegaban con inusitada frecuencia publicaciones provenientes de Argentina, México, Cuba o Colombia, impresos de distinto tipo: magazines de belleza y modas, revistas de política o semanarios agropecuarios incluso boletines gremiales. Todos estos ejemplares tenían una sección literaria muy bien definida y esperada; el caso de los periódicos locales los suplementos culturales aparecían los fines de semana, ocupando sus celebrados espacios con cuentos y artísticos gráficos, pero sobretodo con poesías de autores consagrados o jóvenes con pretensiones de poetas que empezaban a brillar con luz propia
En ese tiempo las composiciones poéticas llegaban a los lectores que con especial deleite saboreaban la lírica de Rubén Darío… Dichoso el árbol que es apenas sensitivo… de García Lorca… Y que yo me la llevé al río… o Alfonsina Storni… Se me va de los dedos la caricia sin causa… y más de una ocasión los miles de consumidores de versos encontraban - entre incrédulos y emocionados- el texto completo del Brindis del Bohemio del mexicano Guillermo Aguirre y Fierro o el Seminarista de los Ojos Negros del dramaturgo español Miguel Ramos Carrión o la famosa letra del también mexicano Juan de Dios Peza Reír llorando… Viendo a Garrik actor de la Inglaterra… no resultaba difícil hallar Balada del Infante Loco de Medardo Ángel Silva…El pálido infante/ una extraña locura tenía… o con La vida Perfecta de Jorge Carrera Andrade…Conejo, hermano tímido, mi maestro y filósofo.. La poesía tenía entonces un canal abierto y un especial sentimiento conducía al disfrute de la palabra escrita.
Las radioemisoras de ese pasado y a veces añorado momento, ponían en antena la voz inconfundible de Antonio Cómas, más conocida como el Indio Duarte, declamador y poeta argentino nacido en Tierra de Fuego y fallecido en Perú en 1965. Artista exclusivo de la disquera Fuentes con la que grabó tres LP - declamación y poesía pura- de gran venta y difusión en América Latina y que sirviera para que muchos actores y estudiantes secundarios intentaran emularlo. Su potente voz, su clarísima dicción y sus versos gauchos dejaron la impronta en muchas generaciones de oyentes de todo el continente. El Beso, Me echaron del puesto o Por qué no tomo más eran intervenciones líricas casi obligadas en las sabatinas y festejos escolares o colegiales de la época, así como en reuniones familiares donde no faltaba un sobrino o una tía que, con más o menos solvencia, se las arreglaban para presentar sus condiciones histriónicas recitando Los motivos del lobo del consagrado vate nicaragüense.
Profesores y estudiantes de literatura esperaban con ansías la llegada de esa variopinta serie de impresos para revisar y regocijarse con Carta a una colegiala de César Dávila Andrade, o La hora de Juana de Ibarbourou o quizás Miedo Gabriela Mistral o Poema 20 de su paisano Pablo Neruda. Eran tiempos del verso y la métrica, cuyo goce no tenía ni límites ni fronteras, tal el caso de mi abuela materna que adoraba los versos y celebraba la rima. Disfrutaba del texto y como queriendo inmortalizarlo lo recortaba y cuidadosamente lo pegaba, en medio de cenefas, flores y delicados dibujos en las páginas de un empastado libro de Contabilidad que con el paso del tiempo y de los días fue convirtiéndose en El Álbum de Poesía más completo que haya conocido y cuya repetida lectura y constante repaso motivó mi amor hacia la palabra.
En este artesanal álbum- reservado para hijos y nietos- no faltaron nunca nombres como Jorge Manrique, Amado Nervo, Gustavo Adolfo Becker, José Ángel Buesa o Rosario Sansores, títulos inolvidables como El cuervo del Edgar Allan Poe, La canción del pirata de José de Espronceda o Los Heraldos Negros de peruano César Vallejo, Emoción Vesperal de Ernesto Noboa Caamaño o La tarde muerta de Humberto Fierro ocuparon páginas enteras de una - sui generis- Antología que logró presentarnos de cuerpo entero al verso, la métrica o la poesía total.
Los pocos impresos - periódicos y revistas - que actualmente existen ya no traen ni secciones literarias ni tampoco existen suplementos culturales, los poetas contemporáneos- que a pesar de todo aún publican- tienen otros derroteros que van de la mano con el internet o las redes sociales. El Álbum de Poesía o la Antología Personal de Ana María Dueñas es el recuerdo de una época irrepetible, la añoranza de una persona que hizo de la sensibilidad literaria un canto a la vida, un homenaje a los poetas del mundo y que dejó un legado nostálgico y eterno en quienes apreciamos la delicada musicalidad del verso o la precisión matemática de la rima.
Hay tardes en las que uno desearía /embarcarse y partir sin rumbo cierto, / y, silenciosamente, de algún puerto, /irse alejando mientras muere el día… Ernesto Noboa Caamaño (O)