El turismo es mucho más que un pasaporte sellado o una postal comprada en un mercado artesanal. Es una fuerza silenciosa que transforma ciudades, dinamiza economías y cambia la vida de quienes forman parte de su ecosistema. En Ecuador, esta industria es a la vez una tabla de salvación y una oportunidad de oro: un recurso con un enorme potencial que, bien gestionado, podría impulsar al país hacia una nueva era de prosperidad.
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo estimó que, en 2023, el sector aportaría 5.000 millones de dólares al PIB ecuatoriano, una cifra que refleja la recuperación de una industria golpeada por tiempos difíciles. Sin embargo, el panorama sigue siendo desafiante. En el primer semestre de 2024, la llegada de turistas cayó un 15,7%, mientras que la salida de ecuatorianos al exterior aumentó un 23,5%. Un desbalance preocupante que afecta no solo a hoteleros y operadores turísticos, sino también a la economía en su conjunto.
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Y la caída no se detiene ahí. En el mismo período, la inversión extranjera directa (IED) disminuyó un 30,3%, lo que representa una pérdida de 95 millones de dólares, mientras que la formación bruta de capital fijo se redujo en 1.164 millones. Estas no son solo cifras frías de un informe económico, sino señales claras de un freno en seco al desarrollo productivo del país. En este contexto, potenciar el turismo no es solo una estrategia inteligente: es una necesidad urgente para reactivar la economía.
Consciente de esta realidad, el Ministerio de Turismo ha puesto en marcha el Registro Nacional de Inversiones Turísticas, una iniciativa diseñada para atraer capital privado y fortalecer la infraestructura del sector. Creado en diciembre de 2023 bajo la Ley de Eficiencia Económica y Generación de Empleo, este registro busca generar confianza entre los inversionistas y ofrecer un marco legal más seguro y estable. Los primeros resultados son alentadores: 15 proyectos aprobados, 54,9 millones de dólares en inversión y 876 empleos directos generados. Ecuador empieza a consolidarse como un destino atractivo para el capital extranjero y nacional, pero aún queda mucho por hacer.
El país ha dado pasos en la dirección correcta al ofrecer incentivos concretos para la inversión en turismo. La exoneración del Impuesto a la Renta por siete años para inversiones superiores a 100.000 dólares es un aliciente clave, así como la agilización de procesos administrativos que facilitan la formalización de nuevos negocios. Además, el monitoreo de la oferta turística y la aplicación de regulaciones claras no solo garantizan calidad, sino que también promueven un desarrollo más equilibrado del sector.
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Los casos de éxito en el mundo demuestran que apostar por el turismo como motor de desarrollo es una estrategia efectiva. Medellín, en Colombia, ha visto un crecimiento del 56% en la llegada de turistas desde 2019 gracias a políticas de incentivos bien implementadas. Portugal ha convertido al turismo en un pilar fundamental de su economía mediante una combinación de estímulos fiscales y mejoras en infraestructura. Costa Rica, con su enfoque en sostenibilidad y ecoturismo, ha logrado que el sector represente el 8,2% de su PIB. Ecuador no necesita inventar la rueda, sino aprender de estos modelos y aplicar las mejores prácticas.
El Registro Nacional de Inversiones Turísticas no debe verse como un simple trámite burocrático, sino como una herramienta para liberar el inmenso potencial del país. Ecuador lo tiene todo: la magia de Galápagos, la majestuosidad de los Andes, el encanto de sus ciudades coloniales y la mística de la selva amazónica. La diferencia entre seguir viendo al turismo como un recurso desaprovechado o convertirlo en un motor de desarrollo dependerá de las decisiones que tomemos hoy. La pregunta no es si Ecuador puede lograrlo, sino si estamos dispuestos a hacerlo. Y la respuesta, para quienes buscan inversión y crecimiento, es clara: el momento es ahora. (O)