La temporada de huracanes en EU se extiende hasta el 30 de noviembre. Se creía que lo peor había pasado. Pero no. El ciclón Trump irrumpe con resultados contundentes. El irrefrenable insultador, el incontinente verbal retorna con una sonrisa de suficiencia y muecas teatrales. Los demócratas hunden la cabeza. Trump llega para quedarse. Con mayoría legislativa de refuerzo. Con juicios encima, pero superables. Y revuelve las aguas internas y las internacionales.
El mensaje de su campaña y su vida ha sido siempre extremo, sin medias tintas. Ama con pasión o detesta con ardor. Su discurso llega colmado de odio y venganza. Vuelve legítima a la agresión, las comparaciones ridículas, la división, la exclusión. El racismo y la misoginia. Un peligro para cualquier democracia.
Pero Trump no viene solo ni depende de un capricho individual. En realidad es encarnación, intérprete, punta de lanza de una tendencia masiva que eriza los pelos. Como expresa el periodista español Rafael Norbona, "El trumpismo no es un invento de Trump, sino un fenómenos que ha surgido desde abajo, impulsado por el descontento social... sensación de decadencia, incapacidad para aceptar la diversidad, el narcisismo chovinista, el sentimiento de abandono, el victimismo y la desconfianza hacia el sistema democrático".
Y aquí entra al juego Biden y su Partido Demócrata. Gobierno plano, deslucido, sin grandes ejecutorias. Lejos del sentir de las mayorías. Y con tres grandes hoyos no resueltos: crisis económica, ola migratoria, protagonismo en guerras internacionales interminables. Un golpe de muerte para el Partido Demócrata, no solo para su líder. Kámala puso su cuota de sacrificio, pero no logró desligarse de la sombra de un Presidente quemado.
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Pero se viene más, según muchos analistas y la propia Harris. El ciclón Trump -admirador de Hitler- muestra también señales fascistas. Una versión que supera al líder carismático e hilarante y muestra una rebelión colectiva que sale del subterráneo; la rabia de un amplio sector ciudadano que siente la postergación, el olvido, la traición. El fenómeno -con altas dosis de populismo- no se limita a EU. Aparecen primeros brotes en otros países, junto a la gran ola neoconservadora que se ha extendido en los últimos años. Florece en medio de una derecha democrática tibia, y una izquierda que perdió la identidad hace rato... Estas olas también están llegando a Sudamérica y a nuestro país.
En la agenda trumpista destacan algunos temas. La migración es uno de ellos. Se habla de restar derechos, cierre de fronteras y deportaciones masivas. El blanco de las críticas han sido sobre todo las últimas congestiones migratorias: desempleados y en situación de calle que tugurizan zonas emblemáticas, elevan la delincuencia y la informalidad, desbordan albergues. Migrantes potenciales y aterrizados sin papeles encienden las alarmas. Temen por el recrudecimiento de las persecuciones.
El tema de las guerras también ha tenido trascendencia. Con arrogancia, Trump ha ofrecido solucionarlas en pocos días. Los resultados pueden ser devastadores. Con Ucrania se especula en la suspensión de la ayuda de EU, lo cual podría provocar anexiones de territorios por parte de Rusia. Con Gaza preocupa que un condicionamiento de la ayuda a cambio de un cese al fuego, deje escaso margen a los palestinos. Ojalá la sensatez y la justicia sean las triunfadoras.
El tema de interés interno tiene que ver con la economía. Al menos se avizora tres políticas: devolver la grandeza y la iniciativa económica a EU ("América primero"), bajar los impuestos y detener la inflación. Este tópico está en pleno desarrollo. Se habla de un nuevo modelo económico. Habrá que ver...
Hay mucha tela por cortar. En estos días se irán desgranando muchos temas: composición del voto, efecto de los debates, impacto del atentado, impuestos, inflación, multilateralismo, relaciones con Latinoamérica (Venezuela en especial), etc. No hay duda que lo que sucede en el gigante repercute en el mundo. Y en Ecuador. Tendremos efectos en el tema de los migrantes. Y en las exportaciones -según sus directivos- es posible aspirar mejores condiciones para acercarse a un acuerdo comercial.
El ciclón está a las puertas. Llega desde abajo a los más altos sitiales del poder. Y por varios años. Por los antecedentes, no deja mucho espacio para el optimismo. Aún así, es de esperar que estos meses, previo a la posesión, sirvan para contar con diagnósticos integrales serenos y medidas constructivas sin revanchas. La paz y la justicia del mundo lo reclaman. (O)