Con la aparición de las nuevas tecnologías, nuestros días han cambiado notablemente respecto de como solían ser hace 15 años. Hoy, antes de desayunar probablemente ya has revisado tu teléfono celular, tus mensajes de WhatsApp, has dado una mirada a tus mails y una breve pasada a los titulares de las noticias en Twitter. Una vez en el automóvil activas una aplicación de audio libros camino a tu trabajo. Durante el día, has ingresado a varios sitios de internet, para en la tarde utilizar una aplicación de música y finalmente encender tu Kindle para leer un libro y tratar de dormir. Tal vez le podrías agregar a esta rutina unas cuantas redes sociales, alguna de las plataformas de streaming para mirar una película, más un reloj que mide tus pulsaciones, monitorea tu sueño mientras duermes o calcula las calorías consumidas.
Toda esta interconexión humano-tecnológica resulta sorprendente y más aun si el acceso a este universo, en muchos casos tiene costos relativamente bajos o a primera vista es gratuito. Sin embargo, como dice el refrán: there's no such thing as a free lunch. Es decir, detrás de toda esta gama de herramientas, existe por un lado una cantidad inimaginable de derechos de propiedad intelectual que cuentan con distintos esquemas de pago de regalías y, por otro, se puede producir una utilización legal o fraudulenta de la información de quienes interactuamos diariamente con estos desarrollos tecnológicos. Ante esta situación cabe preguntarnos: ¿efectivamente es gratuito este uso?, ¿A donde van a parar nuestros datos personales?
Para entender la magnitud de cual podría ser el destino de nuestros datos personales desde el lado ilegal, vale la pena revisar algunos números sobre el tema. En el mercado negro de Internet, conocido como el dark web es posible adquirir un perfil con los datos financieros de una persona por menos de 900 dólares, lo cual incluye los perfiles en redes sociales, PayPal y otras cuentas donde hemos ingresado una contraseña. Obtener los detalles de una cuenta de Netflix cuesta aproximadamente 8 dolares, los de una tarjeta de credito 50 dolares y un historial medico completo, puede llegar a valer sobre los mil dolares. Es decir, existe todo un contrabando de nuestra información.
De otra parte, existe un uso que, si es consentido, puede ser legal y de hecho se utiliza para mercadeo o generación de perfiles y otros propósitos legítimos, la que normalmente entregamos voluntariamente, ya sea al permitir la descarga de microprogramas llamados cookies que recopilan información de nuestra actividad en línea cuando visitamos una página web, aplicamos a un puesto laboral o cuando nos adentramos en las redes sociales, donde nuestra información será analizada y clasificada por algoritmos para los propósitos antes mencionados. Finalmente, hay toda una recopilación de datos públicos, en los servicios, consumos, conexiones a wifi o aplicaciones que adquirimos a nivel doméstico o empresarial, que completan el panorama de un mundo donde nuestra información esta potencialmente expuesta, lo cual podría ser correcto si estamos de acuerdo con ello.
Es evidente que la tecnología ofrece beneficios que eran impensables en generaciones anteriores, y considerando los distintos usos que se pueden dar a los datos personales, se han generado regulaciones importantes que deben adoptar quienes manejan este tipo de información. Las empresas por esta razón deben tomar los pasos adecuados para que sus políticas cumplan con el esquema previsto en la legislación vigente. Este nuevo marco legal, del cual Ecuador no está exento, maneja una serie de principios para el tratamiento de esta información, como son: transparencia, finalidad, pertinencia, confidencialidad, calidad, y conservación, entre otros, que fomentan la legitimidad, seguridad y responsabilidad en el actuar empresarial.
De otro lado, hay mucho por reflexionar del lado del usuario. Para empezar, comprender que en el mundo actual resulta insuficiente pretender que un conjunto de normas legales precautele tu intimidad y la seguridad de tus datos personales. Es indispensable adquirir la consciencia de que nuestras vidas digitales reflejan fragmentos de quiénes somos en realidad, y cómo las cosas que hacemos y compartimos pueden afectar a la vida real. Es necesario comprender que se puede poner en riesgo más que el lado financiero, pues en lo que compartes esta tu imagen, tu nombre, tus valores, tus preferencias e inclusive tu salud.
Existen diversas posiciones sobre esta actividad cotidiana de entregar al mundo digital tus datos personales. Desde una visión apocalíptica y conspirativa de la pérdida total de la privacidad, aspecto que ha requerido un largo período de evolución para llegar a ser un derecho, hasta un enfoque simplista que señala que el acto de entregar nuestra información voluntaria o involuntariamente no supone más riesgo que el de intercambiar chismes sin mayores consecuencias para el individuo que lo realiza. Tal vez la respuesta este en el medio, pero lo que esta claro es que este tema ha generado, más allá de lo legal, un mundo nuevo desde el punto de vista sicológico, emocional y social. Lo que hace necesario que analicemos lo que realmente es importante y lo que no. Que decidamos donde poner nuestra energía, con absoluta claridad de lo que pertenece a nuestra vida privada y la parte que expongo, pues cómo hemos visto, todo tiene un precio, incluso tus datos personales. (O)