En el mundo parece que empieza una nueva etapa económica en la cual renacen los resquemores del regreso a la vida diaria de un hecho que por sus antecedentes dejó a su paso malos recuerdos. Tristes y desagradables podrían ser los calificativos que mejor le adornan pues hace mucho daño y cuando se afinca vaya que es muy difícil sacarle del entorno. Se vuelve a ratos inmanejable y la búsqueda de las explicaciones del porqué de su presencia devana los sesos de muchos investigadores. Hasta ahora, nadie tiene la explicación perfecta o incuestionable. Hay eso si claros indicios de algunas causas que se han convertido en advertencias de la política económica; pero, siempre hay un pero y es que a veces se asoman otros actores que complican la visión y por supuesto la solución.
Las dos últimas crisis mundiales, la financiera del 2008-2009 y la del 2020 de la pandemia del Covid, pusieron a prueba (hasta en jaque) a las políticas económicas en casi todas partes, que se vieron obligadas a repasar con mucho cuidado toda la literatura derivada de las experiencias anteriores, en especial de la famosa de fines de los año 20 del siglo XX cuando se produjo un verdadero terremoto financiero que puso fin a muchas décadas de una organización monetaria que le había sido muy útil para sostener un proceso crecimiento y mejora de bienestar en muchos países del mundo desde la segunda parte del siglo XIX. Ahí, terminó el Patrón oro mirando con espanto el colapso del sistema financiero, especialmente en los EE. UU., que también erosionó las bases conceptuales de la teoría clásica y dio paso a versiones modificadas de su aplicación en tiempos de desajuste profundo (Keynes).
Pues bien, la receta básica no era y es otra que sacar a los gobiernos de su confort y ponerles a defender personas y actividades vulnerables, propicias de recibir impactos en su labor diaria, así como proteger mediante líneas de apoyo de los bancos centrales a los sistemas financieros de los potenciales colapsos para el resquebrajamiento de la confianza, que mirados en conjunto son mecanismos que generan una monetización potencial cuyo efecto temido, aunque no necesariamente posible, sea el reaparecimiento de la inflación, cuya presencia en los EE.UU., se la había conseguido dominar desde principios de los años 80 (treinta largos años) y que para América Latina fue un terrible dolor de cabeza durante toda la segunda parte del siglo XX.
Lo que se vio luego de la crisis del 2008-09 no fue esa respuesta. No todo se monetizó, pero se logró mitigar los daños de la crisis. Ya no hubo un desastre financiero, aunque si se dieron los llamados daños colaterales o de ejemplificación. La inflación se mantuvo dentro de los límites tolerables de los programas de estabilización, pero obviamente los balances de los bancos centrales aumentaron de manera relevante y se resistieron a regresar a sus niveles originales. De ahí nació lo que algunos le llaman el misterio de la oferta monetaria.
El problema aparece ahora, pues luego de la pandemia, a la cual se aplicaron recetas de similar contenido, empiezan a verse reacciones en los índices de precios que rebasan los límites concebidos y dan lugar a lo temores sobre el renacimiento de este estigma de la economía moderna. Se volvieron a ampliar los déficits fiscales y nuevamente se expanden los balances de los bancos centrales, pero ahora hay un brote de precios, que según la visión oficial debe ser o será temporal pues existe un desbalance en la oferta de bienes y servicios frente a la recuperación de la demanda por la violenta paralización ocurrida en el año anterior, que requiere de un lapso mayor para recuperar su normalidad. Además, esta visión puntualiza que los precios de los bienes que se alteraron corresponden a ciertos ítems identificados con esta dificultad y no a un proceso generalizado y sostenido de aumento. Otros, temen que se endogenice (se vuelva parte de la normalidad económica) el ajuste de precios y la inflación tome características que hagan necesaria la aplicación de una política económica de ajuste que traiga consigo una nueva recesión. En fin, el debate trae consigo una serie de versiones, vínculos y advertencias que sin duda están otra vez enriqueciendo el conocimiento de la economía.
Así está el tema ahora en la mesa de discusión técnica. Ojalá la visión oficial sea la acertada. (O)