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Es muy perjudicial la politización de la economía o el uso del mensaje "económico" para fines electorales o populistas. Mucho tabú que perjudica.

20 Marzo de 2024 10.28

Los autollamados socialistas o de izquierda, algo casi en proceso de extinción en el mundo, supuestamente preocupados por el bienestar de las grandes mayorías proclaman muchas veces mensajes que no solo son equivocados sino que terminan perjudicando a los sectores que ellos dicen proteger. Uno de estos errores o de poco entendimiento es la necesidad de mantener precios en valores reales como debería ser el caso de los derivados de petróleo como el diesel, las gasolinas o el gas de consumo doméstico. Mantener precios subsidiados en estos derivados terminan siendo letales para la economía y la sociedad. Si es el mercado internacional el que fija el precio del petróleo y de sus derivados, ¿cómo pretende una sana política económica depender de precios que no controla? Para empezar, nunca se deben subsidiar precios, los aportes del estado deben dirigirse a sectores, actividades productivas o personas, que requieren el apoyo del estado, pero nunca preservar precios irreales. El mantener precios por debajo de los valores del mercado siempre producen distorsiones o efectos negativos para la economía y la sociedad. El caso del precio irreal del diesel genera contrabando y paradójicamente alienta al propio narcotráfico. Ahora, si se requiere proteger a la pesca artesanal que utiliza diesel ante un aumento del precio de este derivado, o se quiere evitar incrementos del costo del transporte público, pues focalicemos a estos sectores y que el estado subsidie a ellos y no a los que no lo requieren.

Es técnicamente sano que se tenga un esquema donde estos precios fluctúen conforme lo marque el mercado internacional como ocurre en la gran mayoría de países y no sigamos con este subsidio irracional.

También se menciona con insistencia que esto produce inflación y que se encarece la mayoría de precios de bienes y servicios. Es importante anotar que la inflación es un proceso permanente y constante de aumentos de precios. El que en algún momento se sinceren ciertos precios no quiere decir en absoluto que va a generarse un proceso inflacionario. Una ola especulativa ocurre cuando la oferta produce un aumento permanente de incremento de la demanda. Si la demanda registra una reacción que luego se desvanece no tiene porqué producir inflación. Si la demanda responde a un fenómeno monetario y éste es o débil o peor aún no existe, no tiene razón para generar inflación. Por otra parte, un vehículo de transporte público, privado, de carga o de cualquier otro uso, registra muchos costos adicionales al combustible, como mantenimiento, seguros, sueldo del chofer, etc., por lo que un ajuste no necesariamente se traduce en incrementos en todo el resto de componentes. Si un camión transporta papas y sube en un 10% o 20% el precio del galón de diesel y lo aplicamos ese porcentaje al valor de cada libra de papas, el impacto también se desvanece. Con estas explicaciones, el supuesto impacto de sincerar precios de los derivados de petróleo en materia inflacionaria clarifica su nulo o casi ausente efecto.

Otro asunto que genera cierta controversia es el efecto de un aumento impositivo en la actividad económica, pues también con insistencia se menciona que es inadmisible aumentar impuestos en una economía estancada, pues profundizaría el problema. En esto es muy importante considerar el “bosque” y no unos pocos “arboles”. Si la economía ecuatoriana registra una coyuntura de estancamiento, como efectivamente ocurre, parecería lógico afirmar que es un contrasentido aumentar impuestos en esas condiciones. Sin embargo, si ese estancamiento obedece a una falta de inversión privada por la incertidumbre de la política económica, vale decir, por un presupuesto fiscal desfinanciado sin recursos permanentes de ingresos, por la inseguridad derivada de un problema de narcotráfico y delincuencia organizada, por un mercado laboral obsoleto e inadecuado que no alienta la contratación de personal ni promueve más inversión, por costos elevados derivados de aranceles excesivos que encarecen las importaciones de bienes y servicios, entonces un ajuste impositivo no necesariamente contraerá más la producción porque las principales razones del estancamiento son otras. Así mismo, esto opera en sentido contrario, es decir, una baja impositiva tampoco estimulará la producción, porque ésta responde más a otros factores.

Un ajuste impositivo que esté acompañado con una reducción ordenada del gasto público a fin de que el balance fiscal sea estable y sostenible en el tiempo y la carga del déficit no se concentre solo en el lado privado, sino también en el estado, probablemente genere más beneficios que costos y, si uno de ellos es el combate a la delincuencia y el narcotráfico, habrá valido la pena la decisión de ajustar impuestos.

La economía es dinámica y a cada decisión de política económica hay que darle su momento y su beneficio o perjuicio. No se puede de “memoria” afirmar que un aumento de impuestos es siempre malo, como tampoco afirmar que siempre es bueno. Hay que evidenciar la coyuntura, con qué se acompaña una medida de ingresos, las proporciones de los ajustes, la oportunidad de las decisiones y el norte al que camina la política económica.

Otro tema que se repite con frecuencia es el supuesto perjuicio de las importaciones de bienes de consumo. Las importaciones en general son una buena señal de crecimiento económico y si son bienes de consumo también muestran fortalecimiento de la actividad económica. Vender vehículos o artefactos de línea blanca, genera empleo, desarrolla líneas conexas y alienta otras industrias. Por lo tanto, continuar con la “cantaleta” de que el consumo no es sano es totalmente alejado de la realidad. Es más, el consumo representa cerca del 70% del PIB.

La política económica, estando vinculada con la política, debe tener su propio espacio y evitar que la economía política acabe con la fortaleza de una buena política económica. Es muy perjudicial la politización de la economía o el uso del mensaje “económico” para fines electorales o populistas. Mucho tabú que perjudica. (O)

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