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sin luz en los ojos
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Cuenta Nicolás Merizalde en su libro que era tan importante la palabra y tan autorizada la voz de Juan Benigno Vela en aquellas épocas de la República, que en el gobierno de José María Plácido Caamaño, entre 1883 y 1888, "el poder legislativo aprobó una ley con dedicatoria que buscaba minar la estabilidad económica del Ciego Vela y así sofocar el fragor de su incesante contienda política a través de "El Combate", el periódico que más ha marcado su vida y su obra… 

28 Agosto de 2024 12.20

El número tres habría de marcar el destino de estos ilustres personajes ecuatorianos: Juan Montalvo, Juan León Mera y Juan Benigno Vela, los Tres Juanes ambateños. Dice el autor de la obra 'Sin Luz en los ojos' (El ángel Editor, 2024), Nicolás Merizalde, en sus primeras líneas: “Esta historia es imposible de entender sin un específico grupo de tres. No los unió la amistad como a los tres mosqueteros, ni el poder como a los triunviratos pasajeros que, curiosamente, están condenados a la indiferencia. Hoy por hoy, ¿qué no está condenado a ella? La paganísima trinidad a la que me refiero está vinculada por el lodo de la historia, la fuerza del destino y la pasión por las palabras… Los Tres Juanes vivieron en un siglo que lo cambió todo, en un país que no sabía que era un país y en una ciudad que aún no se entendía como ciudad.”

Juan Montalvo y Juan León Mera, nacidos el mismo año de 1832, son ampliamente reconocidos en el Ecuador. El primero por sus obras literarias cargadas de pasión, calidad, brillo y sentimiento, y también por sus ideas rebeldes, liberales y anti tiránicas. El segundo por su poesía, por la letra del Himno Nacional, símbolo de la nueva República que nacía entonces, y por sus posturas conservadoras. Juan Benigno Vela Hervas nació diez años después que sus coterráneos. Abogado, político, periodista, escritor, fue un discípulo aventajado de Juan Montalvo y, pese a que su nombre se lo encuentra en varios lugares de Ambato, ha sido un personaje poco conocido en el país. 

Vela, hombre brillante de pluma fina e hiriente, se quedó ciego a la temprana edad de treinta y tres años, cuando apenas estaba formando su familia junto a Mercedes, el único y gran amor de su vida, con quien llegaría a procrear siete hijos. Las habladurías de esos años decían que la ceguera de Vela se produjo por la herejía que habría cometido al comer carne roja un Viernes Santo. Este gravísimo pecado fue investigado en persona por la iglesia que veía en esos tiempos a Juan Benigno Vela como un enemigo acérrimo del Partido Conservador, de la propia iglesia y de la fé católica. Aunque nunca se lo llegó a excomulgar y la causa de su ceguera pasó a ser parte de la leyenda urbana, Vela se hundió inevitablemente en las tinieblas y, poco tiempo después, también en el silencio por una sordera prematura.

Pero a pesar de los avatares que la vida le había deparado, Juan Benigno Vela se dedicó a combatir a las tiranías y a defender la libertad y la democracia desde distintos cargos políticos: legislador, senador, gobernador de Tungurahua, y especialmente con su pluma mordaz en diarios como El Telégrafo, El Pelayo, La Tribuna, El Combate, varios de los cuales eran escritos e impresos por él casi en su totalidad. Su gran enemigo fue Gabriel García Moreno, que sufrió aquella crítica irreverente, ácida y lapidaria que desnudaba su autoritarismo al tiempo que defendía un Ecuador libre en el que las ideas y la oposición al poder no fueran perseguidas ni asesinadas ni apresadas. Por supuesto, Vela sufrió en persona todo aquello que anhelaba erradicar del país. La crítica frontal y valiente contra García Moreno le valió la prisión en el recién construido panóptico en el que ocupó una celda durante siete meses. 

Juan Benigno Vela fue testigo del fin del siglo XIX, de la muerte brutal de García Moreno, de la tiranía de Ignacio de Veintemilla, de la caída del conservadurismo, del surgimiento de Eloy Alfaro y del apogeo de la Revolución Liberal que terminaría en la tragedia del arrastre de sus principales figuras en 1912. Sufrió el exilio durante varios meses de 1882 cuando Veintemilla se proclamó dictador. Pese a sus convicciones liberales y a su vínculo ideológico con Alfaro, Vela lo acusó y lo atacó con vehemencia durante el período en que éste se convirtió en dictador tras derrocar al gobierno de Lizardo García. 

Su vida combativa continuó a pesar de las desgracias, el silencio y la oscuridad que lo envolvían, a pesar incluso de la muerte de su hijo Atahualpa y de los continuos apremios económicos. En 1920 Vela y sus hijos Corina y Cristóbal fueron víctimas de una peste de tifus que asoló aquel año al centro del país, aunque bien pudo tratarse de la gripe española que azotaba la Europa de entonces. 

'Sin luz en los ojos' es una obra del joven autor ambateño Nicolás Merizalde, que se podría catalogar bien como ensayo, crónica, biografía o incluso como una novela corta sobre la vida y trascendencia de este personaje notable del Ecuador, “El Ciego” Vela, en cuyo texto nos describe con una prosa pulcra y amena, con base en un exhaustivo y profundo trabajo de investigación, a este hombre notable cuyo legado aún vive en el corazón de Ambato, esa tierra rebelde, cuna y defensa de la libertad y barrera infranqueable para las tiranías de los últimos tiempos.

Cuenta Nicolás Merizalde en su libro que era tan importante la palabra y tan autorizada la voz de Juan Benigno Vela en aquellas épocas de la República, que en el gobierno de José María Plácido Caamaño, entre 1883 y 1888, “el poder legislativo aprobó una ley con dedicatoria que buscaba minar la estabilidad económica del Ciego Vela y así sofocar el fragor de su incesante contienda política a través de “El Combate”, el periódico que más ha marcado su vida y su obra… La ley en cuestión promulgaba que en el ejercicio de la profesión de abogado quedaban deshabilitados aquellos profesionales que no puedan ver u oír, o sea, Vela.”. 

Sin embargo, a pesar del artero golpe que lo dejaba sin los ingresos de su profesión, Juan Benigno Vela continuó ejerciendo el periodismo y la crítica, sin callar un solo día y sin humillarse jamás frente a los tiranos. (O)

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