Emprender en Ecuador no es solo un sueño sino una necesidad para muchos. El alto índice de desempleo o de empleo inadecuado es una de las razones por las que muchos ecuatorianos deciden ser sus propios jefes.
Si bien el camino del emprendedor es complejo, el del empresario es aún más. Tras los últimos acontecimientos de la justicia en nuestro país, me atrevo a decir que ser empresario es un delito; incluso más grave que otros como el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias por citar algunos. De hecho, hay tantos políticos que siguen libres pese a tener cargos en firme, otros que aún pueden ser autoridad cuando tienen juicios y grilletes y unos pocos que pueden salir pese a robarle a todo un país.
Los empresarios son aquellos que arriesgan su capital por construir un sueño, quienes deben responder por sus obligaciones les vaya bien o mal porque en muy pocas ocasiones les perdonan o postergan sus deudas; salvo los meses del confinamiento en el 2020. Son esas personas que generan empleo, que dinamizan la economía y que permiten el desarrollo de un país tanto con el pago de sus impuestos como con las mejoras que pueden generar dentro de una industria. Sin embargo, un retraso en algún pago puede tener consecuencias más severas que el mismo crimen organizado.
Muchas veces los retrasos de algunas empresas a las instituciones del Estado son por los mismos retrasos en los pagos del propio Estado. Otras porque la crisis económica se ha agravado tanto que los recursos disponibles no son suficientes para tantos acreedores. Recordemos que desde el 2019 muchas empresas e industrias han sufrido fuertes bajas.
Me encantaría que la eficiencia de Instituciones como el SRI, IESS, SUPERCIAS sea la misma con las que se juzgan delitos como los ya mencionados anteriormente. Creo que un empresario afronta más sus obligaciones y sus errores que muchos otros grupos en este país. Con esto no quiero decir que los empresarios deberían ser intocables, por el contrario, todos deberíamos afrontar nuestras decisiones y ser medidos con la misma vara.
Es bastante desmotivante que aquellos grupos poderosos puedan tener leyes y una justicia diferente que el resto de personas y peor aún que lo demuestren descaradamente por cualquier medio. El empresario en momentos como los que estamos atravesando en Ecuador renuncia a sus propios privilegios y derechos para poder cumplir con lo que se ha comprometido. Es decir, con los empleados, los proveedores y las Instituciones del Estado. No siempre es el más aprovechado como se lo ha pintado en este último tiempo.
Es importante dar un giro en la forma de cobro de este tipo de obligaciones ya que si bien una empresa debería estar en la capacidad de cumplirlas; la situación real del país complica más la disponibilidad de recursos. Las medidas aplicadas únicamente dejan más imposibilitado al empresario; no solo para cubrir estas deudas sino para salir adelante con su negocio.
Debemos ser claros que la rentabilidad de la empresa es la que le permite afrontar las obligaciones pendientes. Y aunque es necesario acorralar al empresario para que empiece a pagar también deben haber ciertas flexibilidades para que pueda seguir operando para contar con los recursos suficientes para saldar las deudas. Como dice el dicho popular muerto el perro se acaba la rabia.
Como en todo, hay muchos tipos de empresarios y existe un grupo que únicamente busca su beneficio perjudicando a sus demás partes interesadas y contra ellos debería ser aquella persecución. (O)