La gran mayoría de países disponen de moneda propia que es la de curso legal, la misma que compite con otras monedas en el mercado internacional. Esa moneda fue el Sucre en el Ecuador y se mantuvo como tal hasta enero del año 2.000. La lógica económica que permitía utilizar al Sucre como moneda de transacción en el Ecuador era la confianza en la misma y el respaldo en reservas internacionales, entre otras condiciones. Cuando el Sucre perdió confianza de los actores económicos y éstos empezaron a ahorrar en otra moneda, dólares, a pedir préstamos en esa moneda y a buscar transar en moneda extranjera, por las razones macroeconómicas que vivió el país en 1998 y 1999, las autoridades de la época decidieron dolarizar oficialmente la economía.
Esto quiere decir que el dinero en circulación en un país con moneda propia se sustenta en la propia confianza en el uso de esa moneda y esa lectura de seguridad en la moneda venía dado porque la misma se respaldaba en un activo de aceptación internacional, esto es, dólares, euros, yenes, oro, etc. Esto significa que los dólares que mantenía el BCE en sus reservas respaldaban el dinero que circulaba con la denominación de sucres.
Una vez dolarizada la economía, los dólares que ingresan y salen de la economía se registran en la Balanza de Pagos convirtiéndose la misma en el mecanismo que mide la emisión de dinero. En otras palabras, los dólares que circulan en la economía son aquellos depositados en el Banco Central, los depositados en el sistema financiero, aquellos en poder de las personas o aquellos guardados en cajas fuertes privadas. Por lo tanto, al no imprimir ni acuñar moneda el BCE, el principio de respaldo de dólares para el dinero en circulación desaparece, no obstante, se incorporan otros elementos en el análisis.
El BCE que sigue siendo el agente financiero del Estado y el vínculo entre la economía doméstica y la internacional, recibe depósitos principalmente de los bancos privados y públicos bajo la figura del encaje bancario, al mismo tiempo de ser el banco donde mantiene recursos el IESS y, de manera expresa, ser el banco del sector público en general, como el gobierno central que deposita sus cuentas del presupuesto del Estado, los gobiernos seccionales, las entidades autónomas, etc. Esto significa que la caja que mantiene el BCE en su balance son sus activos líquidos, es decir, son las reservas internacionales pero éstas no son el respaldo del dinero que circula sino la liquidez de sus clientes. Por lo tanto, el BCE es una Institución que mantiene en custodia los recursos de sus clientes sin poder usar los mismos como lo hace un banco privado que presta e invierte las captaciones de acuerdo a sus propias decisiones. EL BCE no es un banco comercial sino un banco administrador de reservas y, si invierte esos depósitos, debe hacerlo con total prudencia, cautela y seguridad. Únicamente en el caso que las reservas internacionales en el BCE sean mayores a sus pasivos exigibles, vale decir, sus depósitos, podría recircular esa liquidez pero nunca antes de ese momento. Ya ocurrió en el pasado que esa liquidez fue prestada al gobierno para que éste la use para financiar gasto público y para prestarle a la banca pública en una cartera que luego mostró alta morosidad.
Actualmente las reservas internacionales son cercanas a los USD 9.000 millones, cifra que ya cubre los depósitos del sistema financiero, es decir, los depósitos de las personas en la banca pública y privada, los depósitos del IESS y la emisión de moneda fraccionaria que es una cifra pequeña cercana al equivalente de USD 90 millones. Esto quiere decir una importante recuperación de las reservas internacionales que en buena parte responde a mejoras en la austeridad fiscal, a los recursos de financiamiento externo así como a la liquidez en el sistema financiero. Este indicador debe continuar fortaleciéndose y nunca más servir para incrementar el gasto público, pues son fondos mayoritariamente privados o de los afiliados al IESS. (O)