Reflexiones sobre la crianza actual y los límites en la educación de los hijos
Los padres tienen la responsabilidad de corregir, establecer límites y enseñar con amor y firmeza, de manera que las nuevas generaciones no crezcan siendo vulnerables al primer contratiempo, sino con la fuerza necesaria para enfrentar la vida con valentía y determinación.

En la actualidad, como observadora de la crianza de los hijos, noto una tendencia preocupante: los niños parecen estar asumiendo el control en muchos hogares. No soy madre aún, pero es evidente cómo los padres modernos se ven a menudo sobrepasados por sus propios hijos, permitiéndoles obtener lo que desean sin esfuerzo alguno. Si bien consentir a los niños es un acto de amor y protección, también es vital establecer y mantener límites claros por su bienestar y desarrollo. La falta de estos límites no solo afecta la disciplina en casa, sino que también condiciona negativamente a los niños en su futuro, haciendo que enfrenten la vida con una actitud de complacencia y poca tolerancia a la frustración.

Recuerdo cómo en mi época la crianza era muy distinta. Muchos de nosotros crecimos, como se suele decir, "con el chancletazo". Este término, aunque suene duro, no se refería a una violencia física, sino a una forma de corrección que, en su momento, los padres usaban para corregir malos comportamientos o actitudes desafiantes. No era una manifestación de maltrato, sino una respuesta ante la falta de respeto o la rebeldía. Aquella forma de crianza, aunque estricta, fue efectiva en muchos sentidos, ya que fomentaba el respeto hacia los mayores y establecía reglas claras dentro del hogar.

Hoy en día, sin embargo, la crianza ha cambiado drásticamente. Los niños tienen acceso a casi todo de manera inmediata, sin necesidad de esforzarse por obtenerlo. Si hacen un berrinche, en lugar de corregir su comportamiento, los padres ceden ofreciéndoles el iPad, el celular o un dulce para calmarlos. Esta práctica, aunque novedosa, resulta ser muy perjudicial. Los niños aprenden que pueden obtener lo que desean sin consecuencias, lo que dificulta el desarrollo de habilidades clave como la paciencia, el esfuerzo y la tolerancia a la frustración. La generación Z, que abarca a los nacidos entre 1997 y 2012, es un claro ejemplo de esta dinámica. Estos jóvenes, nacidos en un entorno dominado por la tecnología, se han acostumbrado a la inmediatez y a obtener todo con un solo clic. Como resultado, han desarrollado una fragilidad emocional, lo que se traduce en dificultades para enfrentar los retos de la vida adulta. Se ha acuñado el término "generación de cristal" para describir su susceptibilidad ante cualquier problema, incapaces de lidiar con la frustración de manera adecuada.

Es esencial encontrar un equilibrio entre el afecto y la disciplina. Ser firmes con los hijos no significa ser autoritarios o violentos, sino guiarlos con límites claros y justos. La corrección es necesaria porque el mundo no siempre será indulgente con ellos. La vida está llena de retos, y es crucial que los niños aprendan a enfrentarlos con fortaleza, resiliencia y madurez. Los padres deben preguntarse si quieren criar a hijos emocionalmente fuertes, capaces de enfrentar los desafíos con inteligencia emocional, o si prefieren una crianza basada en la sobreprotección, donde cualquier inconveniente sea resuelto de inmediato sin permitir que los hijos desarrollen habilidades para superar adversidades.

En conclusión, es necesario reflexionar sobre las formas actuales de criar a los hijos. Si bien los tiempos han cambiado y las herramientas de crianza se han modernizado, no podemos olvidar que el verdadero objetivo de educar es preparar a los niños para la vida. La tolerancia a la frustración, la capacidad de esforzarse por sus metas y el respeto hacia los demás son valores que se inculcan desde el hogar. Los padres tienen la responsabilidad de corregir, establecer límites y enseñar con amor y firmeza, de manera que las nuevas generaciones no crezcan siendo vulnerables al primer contratiempo, sino con la fuerza necesaria para enfrentar la vida con valentía y determinación. (O)