Hablar de suicidio no es fácil. A pesar del tiempo y las nuevas comprensiones, sigue provocando desazón. Y no es para menos. Se trata de la supresión de una vida. Una vida que merecería ser vivida a plenitud. El suicidio sigue cargado de mitos que lo vuelven opaco y perturbador… Mejor mantenerlo lejos. Que no nos roce, no nos comprometa.
El suicidio está entre nosotros, no podemos ignorarlo. No respeta países, sexos, culturas o edades… En 2021 se produjeron 39 suicidios en Quito. En el 22 se quitaron la vida 7 adolescentes y 22 lo intentaron. UNICEF advierte que el suicidio en Ecuador es la primera causa de muerte violenta en adolescentes. Según NU cada año pierden la vida por suicidio más personas que por VIH, paludismo o cáncer de mama, guerras u homicidios. En 2019 se suicidaron más de 700.000 personas, es decir 1 de cada 100 muertes. Por cada persona que se suicida, 10 o 15 más lo intentan.
La palabra suicidio fue introducida por Desfontaines en el siglo XVIII, pero el fenómeno está presente desde siempre. Con formas y visiones diversas. Los hebreos lo condenaron abiertamente a diferencia de griegos y romanos que mostraron mayor tolerancia. Mayas y Aztecas lo valoraban como acto de ofrenda a los dioses. Esquimales como acto económicamente necesario al llegar a la vejez. Los Japoneses en tiempos del shogunato como ritual honroso y necesario (haraquiri).
Las visiones más influyente y cercanas provienen del Cristianismo que califica el suicidio como pecado mortal. San Agustín lo valoraba como crimen y Santo Tomás como atentado contra el poder divino. Se degradaba y perseguía a personas con conductas suicidas. Hasta los 60 en EU era considerado como crimen y el intento como delito grave… Hoy predomina cierto consenso: el auxilio al suicidio como delito, aunque ya no es penado en muchos países ni el suicidio ni su intento.
El suicidio ha merecido múltiples miradas. Ha sido preocupación de las religiones pero también de médicos, sicólogos y sociólogos. Y es tema de discusión desde la ética y la filosofía. Grandes pensadores se han pronunciado, desde Aristóteles, Sócrates y Séneca hasta Kant, Marx, Durkheim, Nietzche, Camus. Todos al referirse al suicidio abordan el sentido de la vida. No siempre las visiones han sido estigmatizadoras y muchas han abordado el tema sin condicionamientos religiosos. Un texto de Nietzche resulta perturbador: “Morir de un modo altivo, cuando no es ya posible vivir dignamente… La muerte en tiempo oportuno, con claridad y serenidad…”
Hay acuerdo respecto a que el suicidio se produce cuando la vida pierde sentido y valor. Cuando el placer y la necesidad de vivir se han extinguido. Una situación desesperada, devastadora. Algo se rompe en el interior. La vida vista más como un mal que un bien. La vida desprovista de toda esperanza.
Las causas son innumerables. Los que privilegian el mundo interior, refieren a fracasos en las relaciones, traumas, pecados, enfermedades, soledades nocivas, vergüenzas, culpas, aspiraciones no cumplidas, venganzas. Quienes destacan la influencia del mundo exterior mencionan deudas, falta de empleo, conmociones sociales, miseria, reglas excesivas, bullying y maltratos. En la actualidad se acepta una visión más integral: factores biológicos, sicológicos, espirituales, sociales y culturales. Visión sistémica de causas, con pesos y urgencias distintas.
¿Se puede prevenir el suicidio? Los conocedores dicen que aunque no se pude predecir un suicidio con certeza, hay señales de advertencia. Depresión, aislamiento, tristeza, adicciones, arrojo en demasía, pérdida de interés, cambio de patrones de alimentación y sueño, agotamiento, irritabilidad, baja de rendimiento. Las señales demandan sensibilidad y respuestas inmediatas de personas cercanas o de especialistas.
Es preciso trabajar estos males mentales -no todas con potencial suicida- como problemas de salud pública. Enfrentarlas sin prejuicios, estigmas y dilaciones. Organizaciones humanitarias ya levantan campañas permanentes. Han instaurado un día especial (septiembre 10) para concienciar al respecto. Promueven la limitación de elementos como plaguicidas, drogas, armas, alcohol. Fomentan la información profesional e integral y la atención temprana a personas en riesgo, en especial adolescentes. Advierten que a pesar del aumento, apenas 38 países cuentan con estrategias nacionales de prevención. Abogan por reducir un tercio la tasa mundial de suicidios para cumplir la meta de los ODS para 2030.
Lo óptimo, sin embargo, reside en la fortaleza de las relaciones y afectos entre las personas, en su pertenencia a grupos de referencia, familia, amigos, colegas, comunidad. Cultivarla y cuidarla como a tesoro es la mejor alternativa para la salud mental. Durkheim lo resume así… “El suicidio varía en razón inversa del grado de integración de los grupos sociales de los cuales forma parte el individuo…” (O)