Querido Ecuador:
Este 2025 no te promete soluciones mágicas, pero nos regala la oportunidad de trabajar por ti. Que cada ecuatoriano entienda que el cambio empieza en lo cotidiano: en cuidar al otro, en valorar lo que tenemos y en soñar con un futuro que realmente podamos construir.

Te escribo en este 2025, con la mirada puesta en lo que eres y en lo que podrías llegar a ser. Este ejercicio de reflexionar sobre ti no es sencillo, porque, como quien escribe sobre un ser amado, es inevitable mezclar orgullo y frustración, amor y exigencia.

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No puedo evitar hablarte de aquello que nos duele. Todavía vemos cómo la corrupción socava los cimientos de tu democracia, robando no solo recursos, sino también la confianza de tu gente e incluso vidas.  Hay días en que parece que la inseguridad se ha convertido en nuestra sombra, limitando los sueños de quienes solo quieren salir a trabajar, estudiar y vivir sin miedo.

También me duele tu desigualdad, esa brecha que separa a los más privilegiados de quienes luchan por tener lo básico. Y aunque posees tierras fértiles, muchas veces tus campesinos enfrentan un futuro incierto, olvidados en el silencio de los campos. Pero no quiero quedarme solo en lo que te falta. Ecuador, este no es un reclamo vacío, sino una llamada a recordar todo lo bueno que llevas en ti.

Porque, a pesar de todo, sigues siendo un país resiliente. He visto cómo, ante las adversidades, tu gente se levanta una y otra vez. Está en nuestra esencia buscar soluciones, aunque parezca que el mundo nos da la espalda. Tienes una biodiversidad que el mundo envidia. Desde las Galápagos hasta la Amazonía, eres un recordatorio de lo que la naturaleza puede ser en su estado más puro. Y no se trata solo de belleza, sino de un potencial que, si lo cuidamos, puede transformar nuestro futuro y en el presente de las próximas generaciones.

Eres también un país joven, lleno de energía. Tus emprendedores, artistas y científicos son la prueba de que el talento abunda, incluso cuando los recursos no. Es en los sueños de tu juventud donde encuentro la esperanza de un Ecuador más justo, más sostenible y más unido.

Ecuador, este 2025 debe ser un año de transición. No podemos seguir repitiendo los errores del pasado. Debemos aprender a escucharnos, a priorizar el bien común sobre los intereses individuales. La educación debe ser nuestro pilar, porque solo a través de ella podremos romper los ciclos de desigualdad y construir una sociedad más equitativa.

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La protección de tu riqueza natural debe pasar de ser un discurso a convertirse en acción. Ya no podemos darnos el lujo de ver tus ríos contaminarse ni tus bosques desaparecer. Nuestra economía debe encontrar la forma de crecer sin destruir lo que nos hace únicos.

Y sobre todo, debemos recuperar la confianza en nosotros mismos. Porque, aunque el camino sea difícil, nada es imposible para un país que sabe unirse en los momentos más oscuros.

Querido Ecuador, eres mucho más que tus problemas. Eres el abrazo de una abuela en la sierra, el canto de un pescador en la costa, el murmullo del viento en la Amazonía y la carcajada de un niño en cualquier rincón.

Este 2025 no te promete soluciones mágicas, pero nos regala la oportunidad de trabajar por ti. Que cada ecuatoriano entienda que el cambio empieza en lo cotidiano: en cuidar al otro, en valorar lo que tenemos y en soñar con un futuro que realmente podamos construir.

Con amor y esperanza, (O)