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En el país, los recursos de la cooperación internacional se han destinado, en los últimos años, para áreas como la desnutrición crónica infantil, ambiente, migración, seguridad, educación, combate al crimen organizado, entre otras. Las organizaciones de la sociedad civil que desarrollan proyectos con recursos extranjeros analizan algunos escenarios para el futuro.

9 Febrero de 2025 15.24

Las organizaciones de la sociedad civil que desarrollan su trabajo en Ecuador con recursos de la cooperación internacional están en vilo. Las medidas adoptadas por el gobierno de Estados Unidos respecto al dinero destinado a fundaciones y ONG causaron un tsunami  para decenas de entidades y miles de beneficiarios de su trabajo. 

En algunas organizaciones esos recursos representan hasta el 75 % de su presupuesto y la suspensión de la entrega del financiamiento (en teoría de tres meses) paralizó cientos de proyectos, generó recortes de empleos que se cuentan por decenas en distintas organizaciones y trajo una etapa de incertidumbre para las poblaciones que se benefician de los proyectos que se ejecutaban con recursos extranjeros.

El epicentro de este 'terremoto' está en la Usaid, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. Con sede en Washington, la entidad cerró sus puertas por orden del presidente de EE.UU., Donald Trump. Un comunicado de la Casa Blanca dice de manera tajante: "Durante décadas, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional no ha rendido cuentas a los contribuyentes, ya que canaliza enormes sumas de dinero hacia los ridículos (y, en muchos casos, maliciosos) proyectos favoritos de burócratas arraigados, sin prácticamente ninguna supervisión". 

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El comunicado menciona algunos supuestos malos ejemplos del uso de los recursos de Usaid: US$ 15 millones para promover la diversidad, la equidad y la inclusión en los lugares de trabajo y las comunidades empresariales de Serbia; US$ 70.000 para la producción de un musical DEI en Irlanda; US$ 2,5 millones para vehículos eléctricos en Vietnam; US$ 47.000 para una "ópera transgénero" en Colombia; US$ 6 millones para financiar el turismo en Egipto, entre otros. El comunicado termina diciendo: "Bajo el gobierno del presidente Trump, el despilfarro, el fraude y el abuso terminan ahora".

Más allá de los argumentos para el cierre, justificados por algunos y rechazados por otros, hay algunas cifras para entender la magnitud de esta decisión. La Usaid sumaba hasta antes de su cancelación cerca de 10.000 empleados y en 2023 tuvo un presupuesto de US$ 50.000 millones. En ese año, los recursos se destinaron para más de 15.000 actividades en 204 países. Desarrollo económico, asistencia humanitaria y programas de paz y seguridad eran los principales enfoques de la agencia.

Entre los países que recibieron recursos de Usaid estuvo Ecuador. En 2023 el monto que llegó fue de unos US$ 250 millones y el año pasado fueron, en principio, US$ 88 millones, según datos de la propia Usaid, recogida por medios. Ahora muchas de las instituciones beneficiadas por este actor de la cooperación internacional frenaron, casi por completo, su labor.

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¿Qué pasará con la cooperación internacional? ¿Cómo replantearán su trabajo las organizaciones de la sociedad civil que trabajan con esos recursos? Algunas voces señalan que lo primero es tratar de mantenerse a flote mientras dure el tsunami; también señalan que una opción es apuntar a trabajar con agencias de los países nórdicos, más tolerantes; otra opción es reforzar el trabajo con la cooperación internacional con bloques como el de la Unión Europea. Pero la tarea no será sencilla.

En el país, los recursos de la cooperación internacional se han destinado en los últimos años para áreas como la desnutrición crónica infantil, ambiente, migración, seguridad, educación, combate al crimen organizado, entre otras.

El panorama luce sombrío. Se viene un tiempo de espera de tres meses para saber si los recursos de Estados Unidos se reactivarán o quedarán congelados de manera indefinida. Las organizaciones de la sociedad civil y los beneficiarios de sus proyectos están expectantes e intentan actuar con optimismo, mientras afinan estrategias para continuar con su labor que tiene un objetivo: mejorar la calidad de vida de poblaciones desatendidas. (O)

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