La propensión humana a ser más críticos con lo ajeno que con lo propio es un impulso común. Sin embargo, en los temas relacionados con el país, realizar una evaluación de los cambios políticos recientes que coinciden con el inicio de un nuevo mandato presidencial, se convierte en un imperativo ciudadano de autocrítica democrática urgente.
La memoria a veces es frágil y para ello afortunadamente existe internet, que nos recuerda que en el año 2021, durante el vehemente balotaje entre Andrés Arauz y Guillermo Lasso, este último emergió como el triunfador con una serie de promesas de compaña: la creación de 2 millones de empleos; el acceso a un sistema de salud eficiente, universal y de calidad médica; mayor seguridad ciudadana; educación superior libre y de nivel mundial; un país de fomento al emprendimiento, y muchos etcéteras.
La constatación de la brecha entre las promesas políticas y su ejecución da razón a la justificada desconfianza popular y refuerzan la percepción de que los políticos han defraudado nuevamente a la ciudadanía, burlando su voto. La realidad del Ecuador en 2023 no muestra mejoras significativas de fondo respecto a 2021, y sobran argumentos para demostrarlo.
Frente a la crítica, es fácil caer en la resignación y adoptar la postura de "lo que debió hacerse o dejarse de hacer". Sin embargo, es imperativo trascender esta perspectiva cómoda y plantearnos: ¿qué acuerdos ciudadanos mínimo debemos exigir como mandantes para garantizar que la palabra política se cumpla?
En este momento crucial, sugiero un pacto de honor con el nuevo presidente, reconociendo que ante las urgentes decisiones que necesita el país, es imperioso que el nuevo mandatario cuente con una alta dosis de valentía para asumir esta ineludible responsabilidad histórica frente a sus principios y a su destino. La lección aprendida por los ecuatorianos es que no estamos dispuestos a tolerar excusas y falta de coraje.
A este propósito, el destacado historiador militar británico Antony Beevor plantea una reflexión sobre el papel de un líder y su influencia social: ¿puede una sola persona cambiar la historia e influir en la vida de millones de personas? La evidencia histórica del país y del mundo respalda esta posibilidad, porque aunque el desarrollo actual se construye sobre interconexiones globales, son las decisiones valientes de individuos, especialmente líderes, las que determinan el alcance de las transformaciones que demandan los problemas del mundo.
Las decisiones y el liderazgo político del presidente Noboa, tendrán un impacto significativo no sólo en los 5'251.695 votantes que le dieron el triunfo y verdaderamente serán más de 18 millones de ecuatorianos los que reciban el efecto de sus decisiones. Tendrá la posibilidad de impactar en la educación y salud de más de 4´333.264 niños, sus políticas hacia el adulto mayor tendrán afectación en más de 1'520.590 personas y el éxito de sus acciones de protección y equidad beneficiarán a más de 8'686.463 mujeres (INEC).
Su trabajo en materia de educación superior y técnica podrán cambiar positivamente la vida de más de 300 mil estudiantes que buscan anualmente matricularse en universidades y no únicamente en los 120 mil que consiguieron cupo en 2023, por lo cual la contundencia de sus acciones agrandará o disminuirá este descalce que es uno de los orígenes de la problemática social que enfrenta la juventud.
Al dirigir un país con más de 4.4 millones de personas económicamente inactivas y un fuerte sector de autoempleo con más de 5 millones de emprendedores, será vital que el presidente implemente políticas que favorezcan rápidamente un ecosistema que proyecte hacia el mundo la capacidad emprendedora de los ecuatorianos: ¿por qué no crear un agresivo plan de choque creando el Ministerio del Emprendimiento?
En cuanto a la seguridad, su liderazgo puede marcar la diferencia, si Noboa emprende de forma rápida durante los primeros 90 días de mandato, medidas decisivas que corrijan de raíz tanto la inseguridad que ocasiona la pérdida de 20 vidas diarias por homicidios así como la insostenible crisis carcelaria. Restaurar la paz y mejorar la imagen internacional se convierten en prioridades para reactivar la alicaída industria del turismo y la totalidad del tejido productivo empresarial nacional.
La juventud del presidente y la de su equipo son una señal de esperanza de que el cambio sí es posible y apelo que como ciudadanos comprendamos que en este cambio generacional, podrán existir aciertos o equivocaciones en las decisiones. En lo fundamental, lo que la sociedad ecuatoriana no debemos tolerar son la inercia, la deshonestidad y, sobre todo, la ausencia de coraje para luchar.
El Ecuador entero está harto de la cobardía, la tibieza, el egoísmo, la vanidad y el odio políticos e instamos al nuevo presidente a trabajar con decisión para iniciar una valiente tregua democrática para poner fin a una de las etapas de mayor mediocridad de la política ecuatoriana, de la que todos somos corresponsables. El país entero, quiere y necesita que le vaya bien al presidente, sólo así la patria que decimos amar, será ese lugar en el que todos queramos quedarnos a vivir. (O)