A nuestro país le queda su gente, la de calle, la que suda la camiseta día a día por salir adelante por sus hijos y nietos.
A nuestro país le quedan nuestros obreros, agricultores, artesanos, la clase trabajadora, nuestra ruralidad.
A nuestro país le quedan los ecuatorianos que salen a las calles a buscar un sustento diario en la informalidad y te miran con una sonrisa esperando que vuelvas la próxima semana a comprar.
A nuestro país le quedan los jóvenes, los estudiantes, los que ya no se interesan por la política, los que solo esperan que algún día haya trabajo para cumplir sus más profundos anhelos.
A nuestro país le queda la clase media, los que han amortiguado en el centro los avatares de las peores crisis, resistiendo con esperanza y forjando su sustento tras años de esfuerzos personales y familiares por ser un apreciado profesional.
A nuestro país le quedan los empresarios, los grandes, los medianos y hasta los más pequeños, los generadores de empleo, los emprendedores, aquellos que han creído en sí mismos para sacar adelante sus negocios y hacer florecer sociedades, creando oportunidades también para sus hermanos ecuatorianos.
A nuestro país le quedan los maestros, académicos, estudiosos y pensadores que tienen en sus manos la gran responsabilidad de brindar claridad y discernimiento al país.
A nuestro país le quedan los activistas, los de las convicciones y luchas sociales, que con sus panfletos incendiarios mantienen viva la llama de los cambios y la movilidad hacia mejores sociedades.
A nuestro país le quedas tú, ecuatoriano. No esperes que el Gobierno haga por ti lo que está en tus manos. Deja de mirar a los gobernantes como genios mágicos que tienen la fórmula para solucionar todos tus problemas o los del país. Eso no existe, ni existirá, porque los gobernantes están para presidir y guiar la gran mesa de diálogo social, que se construye a partir de nuestras iniciativas, diarias, minúsculas, pero significativas. Una de ellas, dejar de vivir en el miedo y en la angustia, en la desconfianza y sumidos en la basura de las redes sociales. Empieza a vivir por lo que te queda, tu familia, tu patria y aliméntate del amor de los tuyos y de la esperanza de que el país que queremos es únicamente el que está en nuestras manos construir. (O)