¿Qué carajos nos pasa?
Es hora de entender que el verdadero peligro no solo son los incendios, sino la indiferencia. La humanidad y su apatía arden más rápido que cualquier bosque.

La humanidad arde en silencio, hoy quiero presentarles una reflexión sobre los incendios en Quito, primero quiero agradecer a todos quienes ayudaron a apagar el fuego, bomberos, fundaciones, empresas y personas que aportaron desde su rincón.

Sabemos que recientemente Quito fue sede de devastadores incendios que consumieron varias hectáreas de áreas naturales, pero, también me doy cuenta de que la humanidad no está bien. El silencio de muchos y la falta de empatía también fueron parte de este escenario, ¿a qué momento se nos olvidó ser seres humanos? 

La humanidad está en crisis, el medio ambiente está en crisis, la política está en crisis, el mundo está en crisis... los incendios que destruyeron gran parte de Quito son un recordatorio de que el egoísmo y la indiferencia muchas veces se han normalizado, es obvio que la salud mental no está siendo bien tratada, ¿por qué a quien se le ocurre quemar la naturaleza? Dañar a animales, personas y bienes materiales que son el fruto de mucho trabajo.

Cada vez es más fácil apagar las alarmas del mundo, hacer caso omiso de las tragedias que ocurren a nuestro alrededor y continuar con nuestras vidas sin detenernos a pensar en las consecuencias de nuestras acciones, o peor aún, en la falta de ellas, a veces solo recordamos la catástrofe por unos días, mientras unos siguen sufriendo otros seguimos con nuestra vida, es como que si pasaran desapercibidas cuando no nos afectan directamente, creo que el silencio muchas veces muestra  cómo hemos caído en una cultura de desconexión. 

¿Qué nos dice esto sobre el estado de la humanidad? Que la empatía está en peligro de extinción y ni la inteligencia artificial podrá darnos eso. Que nos hemos acostumbrado a la violencia, a la destrucción y a la pérdida, al punto de que ya no sentimos como antes el dolor ajeno. Que la naturaleza arde y nosotros seguimos enfocados en nuestras pequeñas burbujas, tan cómodos que somos incapaces de movernos para cambiar algo.

Es momento de despertar. Los incendios en Quito son solo un reflejo de algo más grande: el incendio moral que estamos permitiendo. Cada vez que elegimos no involucrarnos, cada vez que miramos hacia otro lado, echamos más combustible a las llamas. Este mundo es de todos, y lo que le sucede a un rincón del planeta, nos afecta a todos. 

Es hora de entender que el verdadero peligro no solo son los incendios, sino la indiferencia. La humanidad y su apatía arden más rápido que cualquier bosque. (O)