Hace 53 años nació Koko, la gorila que cautivó al mundo con su dominio del lenguaje de señas. La Dra. Francine Patterson, una investigadora radicada en California, EE.UU., se propuso ampliar el estudio del comportamiento y la comunicación entre especies. Al ser también una férrea defensora de la conservación de los gorilas y otros animales en peligro de extinción, propuso darle a Koko el conocimiento para que pudiera comunicarse con los humanos, primos lejanos con un código genético similar de entre el 95 % y 98 %. A lo largo de su vida, su vocabulario se amplió a 1.000 signos y podía comprender hasta 2.000 palabras habladas.
Los primeros signos que dominó fueron “beber”, “comer” y “gorila”. Su rango no solo se limitaba a las palabras actuales, sino que inventó nuevas. Por ejemplo, se refería a los “anillos” de Patterson como “pulseras de dedos”. Estas nuevas herramientas también le permitieron expresar sus emociones. En 1984, Koko adoptó un pequeño gato al que llamó "All Ball". Cuando el felino llegó a su nuevo hogar, Koko demostró un comportamiento tierno y protector, como si se tratara de su propio bebé. Lamentablemente, meses después, All Ball escapó y murió atropellado por un auto. Cuando los cuidadores le contaron a Koko lo que había pasado, la gorila expresó claramente su frustración y su tristeza con las señas de "llorar" y "triste".
Como el caso de Koko, existen pruebas evidentes de que los animales poseen métodos para comunicarse entre ellos (a veces muy complejos) y con nosotros (Homo Sapiens Sapiens). Cualquiera que haya tenido una mascota en casa ha dicho alguna vez que “parece que nos entendieran” o “ya mismo habla”. Este deseo también se ha visto plasmado en la cultura popular en películas como el Doctor Dolittle o el burro de Shrek. Pero, ¿Qué pasaría si efectivamente nos pudiéramos comunicar? ¿Qué les preguntarías? ¿Con qué animal te gustaría hablar primero? El avance tecnológico parece estar más cerca que nunca de encontrar esta posibilidad.
En la década de los 80, Joyce Poole, una investigadora pionera en el estudio de los elefantes africanos, observó un comportamiento peculiar que despertó su curiosidad. Cuando un elefante llamaba a un miembro de su familia, solo un individuo respondía, mientras que los demás ignoraban el llamado. Con el tiempo, Poole comenzó a preguntarse si los elefantes tenían una manera de dirigir sus llamadas a un destinatario específico, pero en aquel entonces no había forma de comprobarlo.
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Décadas después, Poole se embarcó en un estudio que utilizó tecnología contemporánea para entender este fenómeno. Se registraron miles de llamadas de elefantes, y con la ayuda de modelos estadísticos, se descubrió que los elefantes podrían estar usando algo similar a "nombres" para dirigirse a otros miembros de su manada. Este hallazgo, sustentado por la capacidad predictiva del modelo, sugiere que los elefantes poseen una sofisticada forma de comunicación que va más allá de lo que los humanos pueden percibir a simple vista.
Este avance no solo es fascinante, sino que marca un punto de inflexión en el campo de la comunicación interespecies. La inteligencia artificial (IA) ha comenzado a descifrar las complejidades de la comunicación animal, abriendo una ventana a mundos hasta ahora insondables. Pero, ¿qué significa esto en un contexto más amplio?
La aplicación de la IA en la comunicación animal no se limita a los elefantes. Investigadores han comenzado a usar modelos de aprendizaje supervisado y no supervisado para analizar vocalizaciones de diferentes especies, desde murciélagos hasta ballenas. Estos modelos, entrenados con grandes cantidades de datos, están revelando patrones y estructuras en los sonidos animales que podrían ser la clave para entender sus 'lenguajes'.
Una de las áreas más prometedoras es la utilización de modelos de lenguaje grandes, como los que impulsan a los chatbots actuales, pero adaptados para la comunicación entre especies. Estos modelos tienen el potencial de interpretar, e incluso replicar, vocalizaciones animales en contextos específicos, acercándonos cada vez más a una comprensión real de cómo los animales se comunican entre sí y con nosotros.
Pero, esta revolución tecnológica no está exenta de desafíos. Los modelos de aprendizaje supervisado están limitados por lo que los humanos ya conocen, lo que significa que cualquier dato que no comprendamos plenamente podría ser malinterpretado o pasado por alto. Aquí es donde los modelos auto-supervisados, que no dependen de datos etiquetados por humanos, pueden ofrecer una ventaja, permitiendo que la IA descubra patrones y significados por sí misma.
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En un futuro no muy lejano, podríamos estar en la cúspide de una nueva era de interacción con el reino animal. Imaginen un mundo donde podamos 'hablar' con elefantes, entender las canciones de las ballenas o incluso decodificar los intrincados sistemas de comunicación de los insectos. Esto no solo cambiaría nuestra relación con la naturaleza, sino que también nos obligaría a replantearnos lo que significa ser consciente y comunicativo.
Durante su vida, Koko manifestó un claro interés por la protección del planeta frente a los desafíos del cambio climático. Es por ello que en la Conferencia sobre el Cambio Climático de París (COP 21) le envió un mensaje al mundo: “Soy un gorila. Soy flores y animales. Soy naturaleza. Koko ama al hombre. Koko ama a la Tierra. Pero el hombre es estúpido. ¡Estúpido! Koko lamenta. Koko llora. El tiempo corre. ¡Ayuden a la Tierra! ¡Protejan a la Tierra! La naturaleza los observa”. Esto demuestra que, aunque estemos cerca de poder hablar con los animales, quizás no nos guste escuchar lo que tienen que decirnos. Un desesperado mensaje y una dura reprimenda de parte de todo el reino animal. (O)