¡¿Productividad?! ¿Por qué no lo tomé en cuenta mucho antes?
Tenemos la responsabilidad de aceptar que, como país, o incluso como región, somos tremendamente improductivos. Es ahí precisamente donde encontré una gran oportunidad de mejora, dejando de lado la obsesión por vender más, y dándole al concepto de productividad la importancia que se merece.

Comenzaré contándoles una historia personal, tal y como lo he venido haciendo desde mi primer artículo en esta revista. Hace ya algunos años tuve un acercamiento con una consultora extranjera experta en modelos publicitarios. El objetivo era evaluar la posibilidad de que, a través del software que ofrecían, pudiera mejorar la situación de uno de mis negocios, la agencia de publicidad. El asesor, de origen estadounidense, me hizo esta pregunta en nuestra primera reunión: ¿cuál es la productividad por trabajador en tu agencia? La verdad, no supe responder. Sin embargo, la calculamos, y resultó ser de USD 21 por hora, mientras que, en los EEUU, según datos de Noah, la productividad del mismo negocio era de USD 230 por hora. ¡Me pareció increíble!

Salvando las distancias entre ambos países, era obvio que el problema de mi negocio radicaba en la productividad. Confieso que en aquel momento yo no entendía lo que esto significaba realmente, pero ahora te voy a contar lo que hice para mejorar los números después de aquella experiencia. Lo primero que hace falta saber es que la productividad de una empresa se mide a través de las unidades producidas (en el caso de la manufactura) o de los servicios prestados con respecto a los insumos invertidos para alcanzar los objetivos. En pocas palabras, mis insumos o recursos no estaban rindiendo los dólares que deberían rendir, y esto es básicamente lo que se define como baja productividad.

A lo largo de estos años comprendí que es fundamental trabajar en cuatro aspectos. De hecho, eso es lo que hice para incrementar la productividad de mi negocio en casi un 250%. ¿Se animan a hacer ustedes mismos los cálculos? Aprendí que la productividad no solamente tiene que ver con trabajar más, sino con lograr un mayor nivel de eficiencia con los recursos disponibles (aunque sean escasos). Esto solo es posible a través de estas cuatro áreas: mercadeo, liderazgo, innovación y uso de nuevas tecnologías.

La primera área en la que trabajé fue el liderazgo. Ojo, no solo en el mío, sino también en el de mi equipo. Debo reconocer que este punto no es mi fuerte, pero pude suplir esta falencia formando nuevos líderes en lugar de seguidores. Con ello pasé de ser un líder todopoderoso e infalible a uno más humano, vulnerable e integral. Logré mermar la incertidumbre de mis colaboradores desarrollando competencias como el pensamiento profundo creativo y la inteligencia emocional. Por un lado, ese pensamiento me llevó a encontrar la estrategia adecuada y, por otro, a obtener una respuesta efectiva ante las vivencias diarias con mis colaboradores.

Lo segundo fue la adopción de nuevas tecnologías. Cuando menciono este punto no me refiero necesariamente a que sea imprescindible incorporar grandes avances tecnológicos, sino a implantar herramientas no tan sofisticadas, pero sí capaces de generar un impacto en la empresa. Se trata del análisis de los datos; la automatización de muchos de los procesos mediante inteligencia artificial sencilla y al alcance de cualquier emprendimiento; la incorporación de nuevos conceptos como la inteligencia de negocios (BI) o la ciencia de los datos (DC), y la utilización de herramientas digitales que se encuentran en el mercado y que yo encontré gracias a mi curiosidad.

En tercer lugar, me comprometí a que la innovación fuera parte del ADN de mis empresas. Trabajé en las funcionalidades de los productos o servicios ofrecidos, observando las operaciones y, con ello, levantando, mejorando y automatizando procesos. La estrategia no es estática, sino dinámica, fruto de la necesidad de innovar en el camino para lograr resultados. En este sentido, la empresa pertenece a un ecosistema que tiene que generar un impacto positivo en lo nuestro. Finalmente, tomé conciencia de que si, como directores, no abordamos la necesidad de innovar, lo único que conseguiremos será estancar nuestra fuente de subsistencia por el mero capricho de no asumir ese reto.

Por último y, pese a que mi empresa tenía una relación directa con esta variable, no fui capaz de darme cuenta de que el mejoramiento de la productividad del negocio y el marketing es esencial. Con todo, como emprendedores no percibimos que muchas de las acciones que ejecutamos tienen más que ver con el mercadeo que con la operación y no le damos a esto la importancia que requiere. El desarrollo de nuevos productos, la estructura de descuentos y precios, el trabajo en los canales y los modelos de comunicación permiten que los recursos se vuelvan mucho más productivos.

En conclusión, tenemos la responsabilidad de aceptar que, como país, o incluso como región, somos tremendamente improductivos. Es ahí precisamente donde encontré una gran oportunidad de mejora, dejando de lado la obsesión por vender más, y dándole al concepto de productividad la importancia que se merece. Los ingresos no representan nada si no son consecuencia de un modelo productivo en el que debemos trabajar permanentemente. (O)