A pocos días de concluidas las elecciones seccionales y el referendo aparecieron resultados esperados e inesperados. Uno de los inesperados fueron los grasos errores de las encuestadoras, ¿por qué tanto se equivocaron todas las encuestadoras? ¿tan alto fue el denominado voto vergonzante?
Las dos preguntas que la mayoría de los ecuatorianos entendieron en el referéndum fueron: está de acuerdo con la extradición de narco criminales y si desea que pasen de los hoy 137 a 100 asambleístas; el resto es cuento para filósofos.
Ahora aparecen tres hechos inauditos: primero, inconsistencias en 70.000 Actas Electorales, que a un promedio de 300 votantes por Acta son 2.1 millones de votos, de 13 millones del total del padrón con un ausentismo del 40% representa el 27% de los votos útiles. Ello significa que hay o podría haber un 27% de votos errados, lo que hace liar los bártulos de forma radical los personajes a ser sentados en las sillas de prefecturas, alcaldías y consejo de participación ciudadana y control social. El segundo, fallas en el software del Consejo Nacional Electoral. Por último, centros paralelos de cómputo que imprimieron papeletas de votación falsas que solo se hacen en el Instituto Geográfico Militar.
La supuesta lógica de algunos políticos es la siguiente: la premisa mayor es remover al Presidente de la República del poder ahora mientras tiene la facción minoritaria vientos de triunfo. La premisa menor es adelantar las elecciones presidenciales imponiendo mi candidato populista. Conclusión, el fraude electoral es la única opción en estos dos años para cumplir este resultado.
Ahora bien, las cuatro preguntas que debemos hacernos son las siguientes:
Primero ¿quién es el gran ganador del fraude? Lo obvio es que no es el Gobierno sino una parte de la oposición.
Segundo ¿quién está dispuesto a hacer algo así? La misma respuesta anterior.
Tercero y ya que en política nada es gratis ¿quién pagó por todo el operativo, maquinaria, personal, papel, etc.? La misma respuesta que en la primera pregunta.
Cuarto ¿quién se arriesga el pellejo a efectuar una operación así al ser delito y poder terminar en la cárcel? La misma respuesta que en la primera pregunta.
La palabra elección significa “libertad para obrar”, que en verdadera democracia constituye el voto de la mayoría decide el rumbo del país y la cabeza de sus gobernantes, eso sí, democracia a toda costa con valor y transparencia. Asimismo, no puede ser que por algunos desacuerdos tengan derecho a “exigir” unos pocos que un gobernante de un paso al costado.
El escenario principal ha sido desde la oposición vociferar que el ejecutivo al perder en la consulta popular debe irse a su casa. Ello, por ejemplo, no pasó en el gobierno de Durán-Ballén, que perdió el referendo y terminó sus cuatro años de mandato.
Las interrogantes de ello que surgen son ¿si hubo fraude electoral en los cargos seccionales y el referendo que viene después?, ¿otra vez a votar en las urnas? o ¿solo harán valer las papeletas no espurias? Además, ¿la oposición está dispuesta a aceptar los resultados de un cambalache de consecuencias? En cambio, si no hubo fraude electoral ¿quién debe despedirse del poder?
A la espera del final de este espectáculo cantinflesco de un fraude electoral a la ecuatoriana. (O)