Desde la gran reforma administrativa al Servicio de Rentas Internas (SRI), en 1998, liderada por la recordada Elsa de Mena (+), con el objetivo de eliminar la evasión de impuestos, el Ecuador, ciertamente, es innegable, dio un gran salto en organizar y concienciar, no solo sobre la cultura y ética tributaria que deben primar entre los contribuyentes, sino también en sus procesos. Los exponenciales niveles de recaudación, sin duda, son una demostración de que las tareas entonces fueron muy bien hechas, Sin embargo, transcurridos 25 años de ese hito, hay una tarea en especial que todavía no se ha atendido y que, con el pasar del tiempo, cada vez se hace más evidente y urgente una decisión: aumentar la base de contribuyentes y avanzar hacia una sociedad donde todos tributemos, mucho o poco, pero todos.
Cada día se hace mucho más intensa la necesidad de llevar a la formalidad en la tributación a los ecuatorianos que no lo están. Sin duda alguna, ha habido, a lo largo de todos estos años, diversas políticas, con sus leyes y reglamentos, que han permitido caminar en esa dirección. Un ejemplo de ello son las últimas reformas incluidas en la Ley de Fortalecimiento de la Economía Familiar, aceptada por unanimidad por la Corte Constitucional y que se empezó a aplicar desde julio. Tres aspectos, principalmente, son los que vale la pena destacar: la generación de un Impuesto a la Renta único para operadores de pronósticos deportivos, las aclaraciones y reformas al régimen RIMPE y la determinación de deducibilidad del Impuesto a la Renta para personas naturales.
Los dos primeros apuntan a ir aumentando esa base de contribuyentes. Y el tercero es un alivio para aquellos que generaban ingresos anuales por más de USD 100.000 y no podían acceder a deducir sus gastos. Al revertirse esta normativa, se evita que, curiosamente, los contribuyentes se vieran incentivados a solicitar factura en los establecimientos de consumo, ya que, al no poder deducirse esos valores, la opción se volvía estéril, causando un efecto contrario, es decir, desincentivando la facturación y, por ende, la formalización de las actividades de los agentes económicos.
Y precisamente, con el avance de la tecnología, la facturación electrónica se ha convertido en un aliado determinante para la gestión de la autoridad tributaria en su objetivo de formalizar a cada vez más ecuatorianos. Es una buena idea tener todo en línea y que todos cumplamos con esa obligatoriedad. En estos momentos, cierto tipo de operaciones no son de orden obligatorio, como la emisión de notas de venta. Al pedir facturación a este segmento, el SRI contará con mayor información del contribuyente y así se irá alimentando la base y, así todos tributaremos y podremos estar más controlados. Además de que es un proceso muy rápido, en solo tres minutos se puede emitir una factura. Hay que obligar a todos a facturar electrónicamente en el corto plazo, caso contrario, seguiremos trabajando sobre una base de contribuyentes que, mal que bien, ya tributan. La clave para incrementar los ingresos del Fisco no está en tomar a estos contribuyentes que ya pagan y cobrarles más o subirles la tarifa, sino en llevar al informal a la base para que tribute.
Se debe seguir formalizando la informalidad y una de las maneras es a través de la facturación electrónica. Y, reitero, debe ser obligatoria para todos los ecuatorianos. Si al inicio se le cobra cero o muy poco a los informales, eso se verá en su momento, pero hay que hacerlo, hay que regularizarlos, bajo el axioma de que quienes no pagan nada, paguen algo y luego vayan igualándose. Y, ojo, no es que no sabemos dónde está la informalidad, es una decisión política avanzar hacia allá, es la tarea pendiente. Hay que ir hacia la formalización, eso sí le sirve al país. (O)