Existe un morbo por ver y hablar de los más ricos igual que existe un morbo por la crónica roja. Hay revistas que traen solo historias de ricos y canales de televisión por cable que muestran las casas más lujosas del mundo y están llenos de publicidad porque tienen muchos, muchísimos seguidores. A la gente le gusta ver cómo viven los ricos, cómo se hacen más ricos, qué hobbies practican y qué vicios tienen. ¿Por qué nos gusta tanto chismear acerca de los ricos y ver las listas de los más ricos?
Para comenzar deberíamos preguntarnos quién es un rico y cuántos ricos hay. En Europa consideran rico a cualquiera que tenga un patrimonio de más de un millón de euros, sin contar con la casa en que vive y otras necesidades básicas. Un millón, de manera personal porque si es en sociedad conyugal, su fortuna baja a la mitad. Recuerdo que después de la crisis financiera mundial, un rico, machista y humorista decía que la crisis ha sido peor que el divorcio, porque pierdes la mitad de tus bienes y todavía tienes esposa. Pues bien, considerando esta definición, en el mundo hay 6 millones de ricos y sólo en el año de la pandemia el patrimonio de los ricos creció un 7.6% y alcanzó los 80 billones de dólares, según el podcast “Las cuentas claras”. Los más ricos del mundo están ahora en las grandes empresas de tecnología porque es el sector de mayor crecimiento, pero también están los jeques árabes, los magnates del sector energético y más abajo, pero más famosos, los deportistas, las estrellas del fútbol o el baloncesto americano.
Los ricos nos fascinan porque todos hemos soñado con ser ricos y hemos planeado qué hacer con nuestra fortuna. Entre los soñadores de riquezas hay magnánimos que aseguran que repartirían entre los pobres y tacaños que piensan en las formas de proteger su fortuna, como si ya fuese una realidad. Y, aunque no lo crean, hay gente que no quisiera ser un millonario. Circulaba una broma según la cual un vacacionista ve en la playa esmeraldeña a un moreno durmiendo en su hamaca y le pregunta: ¿por qué no trabajas? Y eso, ¿para qué? Le responde. Para tener dinero, le insiste. Y eso, ¿para qué?, vuelve a contestar. Vaya, para poder hacer lo que uno quiera y dedicarse a lo que a uno le gusta, le explica el turista. ¡pues eso mismo es lo que hago!, le responde el moreno.
La segunda pregunta que nos hacemos es ¿cómo los ricos se hicieron ricos? Hay muchas respuestas. Algunos no se hicieron, sino que nacieron ricos; otros heredaron una fortuna o se sacaron la lotería; también están los que acertaron en un negocio y los que robaron. De tantas respuestas, la más importante es: ¡porque son más listos y trabajan más que nosotros! Esos son los ricos que merecen ser imitados y admirados.
Al presidente Barak Obama le han preguntado en Argentina cuál consideraba el mejor país para vivir y él ha respondido que hay países de donde la gente quiere salir y otros a donde la gente quiere entrar; basta ver qué hacen unos y otros. Una de las cosas que hace la diferencia es la forma en que se ve a los ricos; en unos países los ricos son imitados y admirados, en otros son vistos como sospechosos, ladrones o explotadores. De unos países la gente quiere salir porque son fábricas de pobreza, a otros quiere entrar para trabajar y hacerse ricos.
En Ecuador el gobierno anunció más impuestos a los ricos, eso resulta interesante porque exige determinar qué es un rico, cuántos hay y cuánto pagarán. Para minimizar el impacto de los impuestos, los voceros de gobierno han dicho que solo afectará a un 3% de la población y sólo recaudará 700 millones y, además, será temporal. Interesante discusión porque veremos quiénes defienden a los ricos, comprobaremos que a la hora de pagar impuestos nadie quiere ser rico o, tal vez, lleguemos a mentir que pagamos el nuevo impuesto para estar en el lado de los ricos y no de los pobres.
Lo bueno del debate sobre los impuestos es que por algún tiempo estaremos fascinados con los ricos, pero no por el morbo del chisme sino tratando de participar en la discusión acerca de si queremos un país de pobres o un país de ricos. Un amigo solía decir: si quieres ser rico trabaja para los pobres; si quieres ser pobre trabaja para los ricos. El debate puede diluir prejuicios y establecer razonamiento que cambien el destino del país, podemos terminar definiendo si somos protestantes o católicos. Los protestantes consideran la riqueza una bendición de Dios, los católicos creen que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos. (O)