Les dije que el próximo artículo sería desde una isla paradisíaca en el sudeste asiático y que difícil fue escribirlo desde ahí, no tuve cabeza ni tiempo, estaba viviendo el momento y realmente ocupada, bronceándome, paseando y conociendo rincones del mundo que ni siquiera sabía que existían, ahora estoy en un aeropuerto esperando un vuelo más y la inspiración llegó.
Este artículo no es lo que tenía planeado, y hoy quiero hablar de mi relación con Dios, quizás sea poco común escribir sobre Él en Forbes, pero es lo lindo de ser parte de un medio que cree en la diversidad de opiniones y pensamientos.
Creo que en los malos momentos es humano acordarnos más de Dios y de pedirle ayuda, preguntarnos, ¿por qué a mí?, pero ya en los buenos momentos no siempre nos preguntamos ¿por qué a mí? Y esa es la pregunta que ronda mi cabeza actualmente, ¿por qué a mí?, porque este último tiempo me he sentido muy mimada de Dios, he logrado verle en cada rinconcito que he conocido, en las sonrisas de las personas, en los atardeceres, en mis sueños hechos realidad, en los silencios, en el caos, en cada mínima elección que he hecho.
Cuando me pregunto, ¿por qué a mí? Hay gente que responde que “uno cosecha lo que siembra” y les doy la razón, aunque no siempre es así. Suelo decir que uno no elige donde nace y sigo sin tener una explicación para eso, pero hoy creo que una de las lecciones más lindas es valorar lo afortunados que podemos ser en muchos momentos, incluso tú mismo que quizás estas leyendo esto desde tu celular o computadora echado en tu sofá o en tu cama.
Confieso que ha habido años en los que he sentido frustración, iras, enojo y dolor en mi relación con Dios porque como toda relación no es perfecta y para que funcione de la manera que quiero necesita tiempo, esfuerzo, energía, dedicación, disciplina y amor. Si tu relación con Él está un poco fría créeme que es posible trabajarla y abrazarla y hoy te invito a hacerlo, nunca es tarde.
Pese a que crecí en un ambiente católico y sabía de su existencia nunca me sentí tan segura de Él y fue luego de tomar la decisión de entregarme totalmente en sus manos, es increíble como cuando más me apego a Él más certezas tengo y las dudas, aunque todavía estén se sienten menos pesadas, y no te digo que por creer en Él mi vida sea perfecta o no existan problemas o días malos, claro que los hay, pero con su compañía es más llevadero.
Gracias Dios, porque hoy el ¿por qué a mí? Suena distinto. (O)
PD: confía en Él.