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Libertad de expresión
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Este derecho atraviesa un momento decisivo, una transición marcada por las nuevas tecnologías, la polarización de la sociedad, el debilitamiento de la democracia, la incertidumbre que rodea a los medios de comunicación a escala global y la manera en la que las personas se informan y opinan.

4 Abril de 2025 18.30

En tiempos de tendencias que duran apenas horas, de redes sociales que son vitrinas para todo tipo de contenido y en medio de una vida que se mueve por clics y datos vale hacer una pausa y reflexionar sobre lo que decimos y escuchamos en diferentes espacios y canales. Es necesario respirar y entender los procesos, es necesario recordar lo que significa la libertad de expresión.  

Este concepto acompaña a la humanidad durante siglos. Está reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos. 

Sus orígenes datan de los siglos VI y V antes de Cristo, en Grecia, y con el paso del tiempo la libertad de expresión evolucionó y tomó fuerza con la Declaración de Derechos de Inglaterra, a partir del siglo XVII, y luego en el siglo XVIII, con la Revolución Francesa. Para 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos determinó a la libertad de expresión como un derecho universal.

Tema de debate permanente, la libertad de expresión atraviesa un momento decisivo, una transición marcada por las tecnologías, la polarización de la sociedad, el debilitamiento de la democracia, la incertidumbre que rodea a los medios de comunicación a escala global y la manera en la que las personas se informan y opinan. Considerada un baluarte y un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática, en la actualidad se encuentra enfrentada al pensamiento de las nuevas generaciones, algo más escépticas y con nuevas prioridades.

Esto ocurre en especial en redes sociales, ese espacio que a la vez puede ser tan enriquecedor y tan dañino. Allí la gente habla y comenta sin tapujos. Muchos dicen cosas que no dirían si estarían en un espacio físico, en un espacio real. Pero así funcionan las redes y son parte del ejercicio de la libertad de expresión. Eso sí, existe una bandera roja: los mensajes de odio. Contra eso no se puede ser tolerante.

El humor también es otra expresión de este derecho. La sátira puede ser liberadora, puede ser un camino hacia la crítica que nos permite captar la densidad de la historia y sus procesos sociales. "El deseo de reír nunca desaparecerá", dijo Laurent Saurisseau -también conocido como Riss-, dibujante de la revista francesa Charlie Hebdo y sobreviviente del mortal ataque que sufrió ese medio en enero de 2015.

"La sátira tiene una virtud que nos ha ayudado a superar estos años trágicos: el optimismo. Si la gente quiere reír, es porque quiere vivir. La risa, la ironía y la caricatura son manifestaciones del optimismo", dijo el mismo Saurisseau hace unos meses, en el décimo aniversario del ataque.

Esa sátira, ese humor incómodo que se mueve en las redes sociales y otros espacios, también es parte de la libertad de expresión. Y esa libertad de expresión es uno de los pilares de nuestras sociedades. Es un derecho innegociable. 

Esas tendencias, esos posteos, esos clics, ese humor a veces despiadado son parte también de la libertad de expresión. Así como la tolerancia y el sentido de respeto.  (O)

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