Tenía la costumbre de hacer una evaluación cada vez que el Ecuador cambiaba de canciller. El ejercicio tendía a ser anual, con la excepción de Ricardo Patiño, que tiene el récord del canciller más estable, pero también uno de los peores de la historia. No sólo exacerbó el manejo ideológico de la política exterior ecuatoriana; fue el que más contribuyó a de-institucionalizar los pocos espacios donde hay Estado en el Ecuador, la Cancillería. No es que no se haya intentado después, es sólo que pocos han sido tan exitosos.
Estamos ad portas de un nuevo comienzo tanto para la Cancillería como para la administración del Estado. Y pocos parecen entender la gravedad del momento en el que está el Ecuador, no sólo a nivel interno, sino también en el escenario internacional. Y lo segundo tiene directamente que ver con lo primero. La crisis de seguridad y la ola de violencia que vive el Ecuador ha puesto al país no sólo en titulares de crónica roja a nivel mundial, también ha generado que las principales cancillerías del mundo pongan alertas amarillas o naranjas alertando a turistas y posibles visitantes internacionales. Es decir, tiene un impacto directo para la economía nacional, pues muchos turistas e inversionistas internacionales posponen o cancelan sus decisiones sobre el Ecuador en estos casos.
En temas no comerciales o de inversiones, esto significa que Ecuador se ha vuelto una prioridad para Washington, pero por las razones equivocadas. Ecuador cobra relevancia ahora por estar cerca de ser un estado fallido, no por una eficiente gestión económica y social, que visiblemente eleva el estándar de vida de su gente y promueve una imagen positiva (tanto reputacional, como turística y de competitividad). Es un efecto en cadena que al final termina posponiendo la exención de visas, tanto a Europa como a EE.UU. Este es realmente el factor determinante de los visados: bajos niveles de violencia y altos niveles de desarrollo socioeconómico de un país; no promesas o meras gestiones diplomáticas. Ese ha sido el caso de Costa Rica, por ejemplo. Este país -con menos recursos naturales que el Ecuador- ha logrado no sólo ser exenta de visas para Europa y Canadá, su reputación le ha permitido ampliar su influencia internacional y alcanzar posiciones de liderazgo en foros internacionales.
Guillermo Lasso cometió muchos errores en estos dos años y medio de mandato: uno de los principales, no entender el momento que vivía el país y no cambiar prioridades en el proceso.
El resultado está a la vista, las prioridades que él mismo se impuso (tratados de libre comercio) casi no se cumplieron porque la dinámica y las prioridades internacionales cambiaron radicalmente. Otras prioridades como cooperación para seguridad fueron empujadas por otros, no por el Ecuador y -al final- no se enfocó en lo importante: Poner toda la fuerza del Estado y la política exterior en controlar la crisis de seguridad. Una vez más, sin seguridad, inversiones extranjeras, turismo y comercio quedan a la deriva.
Si revisamos el plan de política exterior del presidente electo Daniel Noboa, éstas son: promoción comercial, promoción cultural y cooperación Sur-Sur y participación en foros multilaterales. El problema es que estos tres temas no son prioridades; han hecho parte del trabajo habitual de Cancillería desde hace más de 20 años. Así que seamos realistas y propositivos. Lo mejor que podría hacer la canciller Gabriela Sommerfeld en el corto espacio de 18 meses de gestión es ser pragmática y resolver para el Ecuador tres temas fundamentales en política exterior:
Primero, negociar un marco amplio de cooperación con EE.UU., incluyendo ambiciosos fondos para sustentarlo en el tema de seguridad, narcotráfico. Y adicionando un significativo fondo de desarrollo económico y social. El monto abierto asignado para el Ecuador en el presupuesto 2023 y es aún muy bajo (más o menos $20 millones de dólares) considerando la prioridad de seguridad que puso al Ecuador en la mira estadounidense: las conexiones del narcotráfico y crimen organizado con asesinatos políticos, especialmente el de Fernando Villavicencio. Protocolos transparentes de cooperación puede ampliar el impacto de la misma en la sociedad en su conjunto y esto pueda, a su vez, reforzar la democracia, el comercio y la economía y las políticas ambientales y de transición energética en el proceso.
Segundo, hacer definiciones sobre la posición del Ecuador en temas globales cruciales como China, Ucrania y el Medio Oriente en ese orden. Posiciones desajustadas o mal expresadas pueden costarnos comercio, cooperación y alianzas estratégicas en el corto plazo. Y no pueden ser improvisadas. Mi consejo inicial: adoptar el “No Alineamiento Activo” como principio, pero además un ejercicio constante de debate y consulta a los paneles de expertos con que ahora cuenta el Ecuador, que apenas hace 10 años no existían. Y no solamente estoy hablando de la Junta Consultiva que es el cuerpo colegiado oficial de consulta. Un gobierno que cierra sus espacios a la sociedad, difícilmente puede generar líneas de consenso en temas que le son distantes, pero que se han vuelto sustantivos para relacionarse con el mundo. La serie de crisis (conflictos, desastres ambientales, disputas comerciales) en todo el sistema internacional ha terminado involucrando a todos los países y trazando líneas que exigirán definiciones más temprano que tarde, so pena de quedarse fuera de la mesa de discusiones.
Finalmente, la Canciller debería enfocarse en reactivar, implementar y consolidar acuerdos de comercio ya existentes en un escenario donde hay poco apetitito general de firmar nuevos TLCs, como ya le constó al Ecuador con México y con EE.UU. En el proceso, se puede además incrementar el intercambio con los países andinos y la Alianza del Pacífico, algo que tiene posibilidades de mostrar resultados en el corto plazo.
Hay una gran agenda de trabajo en otros temas, uno de ellos fortalecer la Cancillería, modernizarla, consolidar la carrera diplomática, etc. Desafortunadamente, no es una agenda posible en el corto plazo que tiene el país para enderezar su rumbo. Ojalá ésa sea la agenda para cuando el quiosco no se esté quemando. (O)